Capítulo 7: Una amenaza y un juramento.

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Con los rayos del sol que se colaban por el balcón de la habitación, Leah abrió los ojos lentamente. Parpadeó varias veces hasta acostumbrar su vista a la luz. Se sentía con energía, como hace mucho que no podía sentirse, pues sus sueños eran invadidos por Smaug. Notó sobre su cintura la mano del enano, recordando que la noche anterior le pidió que se quedara con ella. Se sonrojó con intensidad y suspiró, cerrando los ojos y se dio la vuelta para proteger sus ojos del sol hasta que decidiera levantarse. Aspiró el aroma del enano con una pequeña sonrisa. Su presencia, su olor, sus hermosos ojos azules la hacían sentir bien. Más de lo que ella pensaba y habría querido en realidad, pero no podía negar que en ese momento necesitaba tenerlo cerca, aunque no entendiera el por qué. No sabía si era por el terrible pasado de ambos por culpa del dragón, pero era lo único cercano que tenía en ese momento.

Recordó también la noche en que contó su historia a todos los enanos, el momento en que la piropeó, acto que la pilló completamente por sorpresa, y el momento en el que casi se besan. Se sonrojó aún más intensamente y su corazón se aceleró.

-¿Te encuentras bien? -murmuró de repente el enano, sorprendiendo a Leah.

Ella abrió los ojos y se topó con la intensa mirada de Thorin.

-No... o sea, sí. -respondió nerviosa desviando la mirada.

-¿Seguro? Estás muy roja... -su voz preocupada la hizo temblar.- ¿No tendrás fiebre? -posó la mano que tenía sobre la cadera de la druida tras la cabeza de ella y pegó los labios en su frente, tomándole la temperatura.- No... no parece que tengas... -susurró a los pocos segundos.

-¿V-ves? Te he dicho que estaba bien.-rió con nerviosismo.

-De acuerdo.-dijo al fin Thorin, mirándola risueño.

En ese momento se abrió la puerta y se separaron el uno del otro, quedando ambos sentados en cada lado de la cama.

-¡Leah, despierta! ¡Este sitio es espectacular, debes verlo! -exclamó el mediano entrando. De repente se fijó en que no estaba sola.- Oh... pe-perdón. -carraspeó nervioso, dispuesto a irse.

-Espera, me voy yo. -le dijo malhumorado Thorin. Se levantó y se dirigió hacia la puerta. Se detuvo al lado del mediano y le susurró muy serio.- Avísame si necesita algo. -Bilbo lo miró confuso e intimidado por el tono. El enano se despidió de Leah inclinando la cabeza y se marchó.

-Vamos, quiero que juntos veamos este lugar. -insistió sonriente Bilbo.

-Me niego a salir así por Rivendel. -dijo rotundamente la druida.- Me siento ridícula.

En ese momento la puerta volvió a abrirse y entró una elfa por la puerta con la ropa de la pelirroja, se acercó a ella y se la dejó a su lado. Leah le dio las gracias y la elfa respondió con una reverencia. Una vez se marchó, la druida miró a Bilbo, que seguía ahí.

-Oye, Bilbo... ¿puedes irte un momento?-pidió con una pequeña sonrisa.

-¡Oh! Claro, claro, perdona. No... -abrió la puerta y salió por ella, bastante nervioso.

Leah rio con suavidad y se quitó la túnica blanca. Se acercó al espejo, y con un peine que había en la mesa, empezó a desenredar su pelo. Al acabar se volvió a recoger el pelo en una coleta. Volvió hacia la cama y se vistió, sintiéndose bien al llevar sus propias prendas. Al calzarse con las botas, dudó en si llevar las dagas o no, al igual que miró de reojo el resto de sus armas. Se encogió de hombros, quitando esa idea de la cabeza, y salió a acompañar a Bilbo en un paseo por Rivendel.

El hobbit disfrutaba del paseo, admirando cada rincón del valle de Imladris, sin embargo Leah estaba seria y controlaba constantemente su alrededor sin sentirse capaz de disfrutar del paisaje. Conforme pasaba el día, el rostro de la druida se ensombrecía más. Pararon en un pequeño balcón, con unas magníficas vistas a la montaña. El mediano se estiró, respirando el aire fresco y puro.

El Hobbit: La gran aventura de LeahWhere stories live. Discover now