Capítulo 14: La Ciudad del Lago

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Al final, el humano accedió a llevar a la compañía en su barcaza, rumbo a la Ciudad del Lago. La pelirroja se sentó en la barandilla de la popa de la barcaza, cerca del hombre que los conducía a través de la espesa niebla.

-¿Cómo os llamáis? –preguntó Bilbo.

-Bardo. –respondió mirándole.

Se produjo un silencio entre él y el mediano, que empezó a pasearse por la barca mientras los enanos discutían temas de dinero, hasta que enmudecieron, viendo de fondo Érebor. Antes de llegar al peaje, ordenó a todos los varones meterse dentro de los barriles.

-¿Y yo? –preguntó Leah arqueando una ceja.

-Tú te harás pasar por mi sobrina. –respondió él con seriedad.- Deberías esconder tus armas.

-Pues no nos parecemos mucho, tío... -susurró acercándose al barril de Bilbo. Bardo puso los ojos en blanco, mientras los enanos se metían dentro de los barriles a regañadientes.- Eres el que menos ocupas ¿te importa guardármelas?

-No, claro. -las cogió mientras la druida se las daba y la vio con la mirada perdida.- ¿Va todo bien?

-Mi ropa no pasaría desapercibida en este momento, igual debería meterme en un barril en lugar de hacerme pasar por la sobrina de Bardo. -susurró pensativa. Bilbo hizo un mohín, fijándose más en su desgarrada camisa de cuero y sus pantalones. Se quitó el abrigo y se lo ofreció. Ella lo aceptó con una sonrisa y se lo puso. Abrochó los botones y se miró. No estaba acostumbrada a verse así, pero lo cubría lo suficiente como para que no se vieran las rasgaduras.

Bardo condujo la barca hasta un hombre del puerto y, señalando los grandes recipientes de madera, pidió que los llenaran de pescado, provocando una risa en la druida que por un lado se lamentaba, pero por otro agradecía no estar en su situación. Bardo regresó a la barca y retomó el rumbo al peaje. Leah observó curiosa la ciudad flotante, pareciéndole un lugar fascinante pero a la vez frío.

-¡Alto! ¡Inspección! –exclamó un hombre.- Papeles, por favor. ¡Ah! Eres Bardo.

-¡Hola, Percy! –saludó el aludido, parando la barca justo en la puerta de hierro que le impedía el paso.

-¿Algo que declarar? –preguntó Percy.

-Nada, que tengo frío, estoy cansado y quiero irme a casa. –sacó de su abrigo un papel y se lo entregó al hombre.

-Ya somos dos... -suspiró Percy, sellando el papel que Bardo le acababa de entregar.- ¡Ya está! Todo en orden.

-No corras tanto. –apareció por detrás otro hombre, bastante poco agraciado, cogiendo el papel sellado y mirando a Bardo y a Leah.- Remesa de barriles vacíos del Reino del Bosque. –se acercó lentamente a la barca.- Sólo que... no están vacíos. –volvió su mirada a la pelirroja. - ¿Y quién es ella? No parece una de tus pequeñas.

-Es mi sobrina, viene de visita. -contestó Bardo con seguridad.

-Tu... sobrina. –repitió pensativo, mirándola.- No se parece en nada a ti.

-Porque tengo más parecido con mis padres que con mi tío. –colaboró la druida, encogiéndose de hombros. El hombre poco agraciado la miró inquisitivo, mientras ella tomaba las riendas de la situación, abrazándose a Bardo.- Tengo ganas de estar con mis primos, hace muchísimo que no los veo. ¿Nos dejáis pasar, por favor?

-No. –Se acercó a la barca, mirando fijamente a Bardo.- Si no recuerdo mal, Bardo, tienes licencia de barquero, no de pescador. –comentó cogiendo un pescado de uno de los barriles.

El Hobbit: La gran aventura de LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora