Epílogo.

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Emily's POV.

Han pasado cinco meses desde la muerte de mi madre. Cuatro meses desde la aparición del hombre que se podría decir es mi padre, a pesar de que aún no me acostumbro a llamarlo de esa manera.

La verdad es que despierto cada noche gritando, las pesadillas de que ella volverá me atormetan siempre y no logra salir de mi el sentimiento de que no estoy a salvo aún.

Han pasado dos meses desde que decidí dejar de amar a Kendrik, y a pesar de que no hablar con el es algo que probablemente terminará matandome, no me arrepiento pues no estoy dispuesta a seguirlo lastimando de la manera en la que lo hago. Sé que mi indecisión lo volvía loco y no me gustaba la idea de hacerlo sufrir más de lo que ya sufría por su familia rota.

"Papá" tiene una esposa y dos hijas hermosas que no tienen ni un moretón en su rostro y eso me hace tener envidia, pues yo aún tengo ojeras, ojos hinchados y una que otra mancha en mi mandíbula que espero, con el tiempo desaparezcan.

La mujer, Sara, es amable y siempre me ofrece comida con la excusa de que estoy en extremo delgada y de que tiene miedo de que si me toca, podría partirme. Cada vez que lo dice, simulo una sonrisa, y niego con la cabeza.

Las chicas son arrogantes, pero ninguna me habla, así como yo no le hablo a ninguna, todo para ahorrarnos los problemas.

¿Y qué puedo decir de Canadá? Es totalmente hermoso y mucho más majestuoso de lo que lo pintan. En especial esos bosques naranjas a los cuales siempre huyo para poder relajarme y alejarme de los problemas que suelo tener en la nueva preparatoria.

Todos dicen que esta nueva oportunidad de vida es algo maravilloso (o al menos eso decían los trabajadores sociales que atendieron mi caso). Pero realmente yo no veo como poder sentirme feliz.

Estaba incompleta, y aún más vacía que antes con el dolor siempre presente en mi pecho (algo muy extraño, pues nunca me había sentido tan sentimental). Extrañaba a aquel chico que me había protegido y que me había dado mi primer beso. Lo extrañaba con el alma que no recordaba tener y cada vez que recordaba esa primera y última vez que nos vimos, las lágrimas aparecían en mis ojos. Porque yo era débil. Y me sentía tan impotente a veces...

«Prometeme que no dejarás de desahogarte conmigo, jamás» me había dicho Ken en el parque que estaba cerca de mi vieja casa.

No le respondí en ese momento, pues tenía una seria regla sobre nunca prometer nada. Las promesas se pueden romper tan fáciles como puedes romper un hilo. Tan fácil como romper un corazón.

Pero en mi mente, por primera vez en mi vida, me había hecho una promesa a mí misma.

«No lastimaré nunca a nadie. No como me lastimaron a mi».

FIN.

N/A
Y pues aquí está <3 ya amenme po unu.

Desahógate, cariñoWhere stories live. Discover now