Prólogo (DREAME/SUEÑOVELA)

55.5K 2.1K 115
                                    

19 de julio

Noté su mirada de desaprobación en cuanto entré por la puerta del living. No tenía que ser ninguna adivina, siempre era la misma mirada fría. Sujeté el libro con mayor fuerza entre mis manos, como si con el pudiera descargar todo el enojo que sentía. Me senté en el sillón verde manzana, que tanto me gustaba, para luego comenzar a leer. Era lo que siempre hacía. Leía para escapar de mis sentimientos reales, aunque sea por unos simples segundos.

—Victoria— me interrumpió mi mamá, sin que siquiera hubiera podido avanzar un párrafo de lectura.

Solté un suave suspiro, inaudible a los oídos de mi mamá. Aparté mi mirada del libro y la dirigí hacia ella. Negué con la cabeza cuando vi como acomodaba cada mínimo detalle de la casa. Normalmente le hubiera dicho algún comentario sarcástico sobre el desorden, pero no me encontraba de humor. Su obsesión era el último tema del que quería hablar.

A Amelia Rodríguez, mi mamá, se la podía describir en una simple palabra: perfeccionista. Todo en ella gritaba perfección e intentaba que todos los que la rodeábamos fuéramos así. Y sí, me molestaba bastante. Yo no quería ser perfecta, quería ser normal.

Aun no podía creer que "limpiara" como lo hacía. Su cabello castaño estaba recogido en un pulcro moño, llevaba un traje gris de un precio ridículamente alto y sus pies estaban subidos a unos elegantes tacos. Sus ojos verdes pálidos, que ambas hijas habíamos heredado, estaban maquillados de manera que ocultaba las pocas arrugas al igual que el resto de su rostro. Y para colmo, llevaba tantas joyas como cabían en su cuerpo. Era absolutamente ridículo.

—¿Sí?— cuestioné luego de unos pocos segundos, cerrando el libro y apoyándolo en mi regazo.

—¿Dónde está tu hermana?— preguntó Amelia con aquel desprecio que siempre me demostraba— Pasaron treinta minutos desde el toque de queda.

Quise rodar los ojos, pero hice acopio de absolutamente todas mis fuerzas. Teníamos dieciocho años y todavía teníamos toque de queda. A pesar de ello, mi hermana siempre lo quebrantaba y casi nunca la retaban. Ser la hija favorita tenía sus privilegios.

—Que seamos gemelas no significa que tengamos una conexión mental— le contesté con sarcasmo— Ella ya es lo bastante mayor como para...

—¿Dejar a su hijo a cargo nuestro la hace ser mayor?— me cortó dirigiéndome una mirada totalmente venenosa— Tiene dieciocho años y un nene de como tres meses, eso no demuestra ninguna responsabilidad.

Decidí no corregir su error, era en vano. El bebé había cumplido cuatro meses hacía ya tres días. Lo único que demostraba era desinterés y desagrado hacia su nieto, ¿qué hubiese ganado corrigiéndola? Sabía que Amelia no lo quería porque el nene había "arruinado" el futuro de su hija.

—No sé dónde está— elevé mis ojos hacia la parte superior de la casa, como si desde ahí pudiese observar a mi sobrino— Hace un ratito dormí a Benja. Seguro que Valen fue a comprarle pañales, ya nos estaban quedando pocos.

Mi madre comenzó a mascullar palabras mientras caminaba a través de todo el living, logrando que me sintiera nerviosa. No me gustaba que se moviera tanto, ¿cuánto le podía costar quedarse quieta?

—Anda a cuidar al hijo de Valentina— me ordenó con autoridad, señalando la parte superior de la casa.

Busqué alguna clase de sentimientos en sus ojos, pero solo encontré uno. Rechazo. Aquella mirada que cuando era chiquita me dolía tanto, pero ahora solo me causaba gracia. Amelia aún creía que ejercía algún tipo de temor en nosotras, pero se equivocaba tremendamente.

Más allá de los límitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora