Capítulo 30

6K 402 61
                                    

Me siento adolorida y desorientada, pero no lo suficiente como para no darme cuenta que estoy en el hospital, incluso respirar me duele.

Abro los ojos despacio y veo la habitación en penumbra, hay un aparato a mi lado que emite ruiditos molestos y mi brazo derecho se siente helado por la intravenosa que llevo.

-Por fin, bienvenida de vuelta cariño.

Una dormilona cara cubierta de una corta barba me sonríe a mi lado, Jamie está en una silla al lado de la cama y tiene unas ojeras espantosas.

-Hola –digo- ¿Qué día es hoy?

-Lunes, el médico dijo que tardarías un día en despertar, pero como eres tan perezosa has tardado dos.

-Ya te digo, lo mío no es madrugar –sonrío, pero incluso eso hace que me duela el costado.

-Llévalo con calma –su voz es dulce y queda- te han metido una bala por el costado.

-Lo sé –gruño- y te juro que como me tope con tu mujercita de frente, le regreso el favor.

Su risa es como una anestesia suave que me hace olvidar el dolor por un momento, Jamie se inclina para besarme despacito y le devuelvo el beso con torpeza, pero aun así me sabe a gloria.

-Ya es suficiente –se separa, sonriéndome- deberías descansar.

-No, quiero charlar –lo miro- ¿Y las niñas?

-En casa de Sam, con tus padres y tu hermana –me sonríe- han llegado ayer, pero les he dicho que ayudan más cuidando a sus nietas.

-Tienes razón- suspiré- ¿Y qué más?

-Si preguntas por Amelia, no has sido nada sutil –toma mi mano- la trasladaron a una prisión de alta seguridad en Alemania, tiene familia por allá, su madre y su padrastro se trasladarán para allá, cumplirá una larga condena.

-Los medios deben estar encantados.

-Los medios solo saben que sufrió una fuerte crisis y que ha decidido cambiar de país –me miró- en cuanto a ti, sigues en el anonimato, tu padre es bueno controlando a la prensa.

-Lo sé, pero seguro se asustaron.

-Lo suficiente, pero ambos saben que estás bien –se queda serio entonces- oye, quiero disculparme por la pelea del otro día, sobre Matt...

Le aprieto con cuidado la mano y le sonrío para que sepa que estamos bien, pero la duda sigue conmigo.

-¿No le habrás puesto otro ojo morado?

-No, le di las gracias ya que confesó que estuvo cooperando con Amelia, pero no lo ha hecho con mala intención, todo lo contrario –sonrió- le estuvo informando a la policía por llamadas anónimas todo el tiempo y la vigilaba, resultó de gran ayuda el pantalones de pitillo.

-Te dije que era bueno.

-Y no te creí cariño –besó mi mano- no sabes cuánto lo siento.

-Está bien, todo está bien ahora, finalmente.

-Casi todo.

Se incorpora un poco y veo que se levanta el suéter rojo, no lleva nada de bajo y su abdominales me distraen un poquito antes de que preste atención debajo de uno de sus pectorales, lleva un pequeño parche y lo retira despacio dejando ver lo que me deja anonadada: un tatuaje.

DAKOTA

Es mi nombre, en una preciosa caligrafía cursiva, mis ojos se llevan de lágrimas, el detesta los tatuajes pero se ha hecho uno.

Por mí.

-Espero que te guste –se baja de nuevo el suéter.

-Es precioso –alzo despacio la mano que no lleva el catéter para limpiar las lágrimas que me han salido- espera a que me recupere y te demostraré lo mucho que me gusta.

-Lo estoy deseando.

Suspirando, me recuesto entre las almohadas y lo miro sonriendo, pero las sorpresas no han acabado, se saca del bolsillo un trozo de papel, desplegándolo despacio, después saca una cajita que reconozco, es la que usamos en la producción donde Ana le da el llavero, la abre un segundo y mete la nota para después cerrarla de nuevo.

-Esto es para ti, pero no debes abrirlo aun.

-¿Cuándo lo haré?

Resultó ser hasta un mes después, el día que llegamos a Belfast, Irlanda, dejamos a las niñas en nuestra nueva preciosa casa y me llevo hasta un campo precioso, todo era verde a mí alrededor, me tendió la cajita pero me sostuvo las manos.

-Este es un lugar demasiado especial para mí –me miró- aquí traje las cenizas de mi madre, ella amaba esta sitio y me traía aquí, con mis hermanas, para jugar cuando era pequeño.

-Es un lugar precioso, Jamie –toqué su mejilla cubierta de barba- para mi significa mucho que quieras compartir este lugar conmigo.

-Quiero compartir más que esto contigo –me suelta- ábrela.

Con manos temblorosas abro la cajita, allí esté la nota que vi, la abro y descubro que es la nota que yo le di aquella noche en Londres.

Eres mío dice mi letra, pero él agregó una nueva frase abajo.

Soy tuyo.

-Dale la vuelta –murmura.

Lo hago, y mi corazón se detiene.

Ahora, se mía para siempre.

Lo miro y al momento clava una rodilla en el suelo, saca una cajita de terciopelo roja de su bolsillo donde hay un precioso anillo con un diamante que destella con la luz del sol.

-Dakota Mayi Johnson, soy tuyo en cuerpo y alma, me conquistaste desde el primer día que me hiciste reír, te amo, y quiero que seas mía oficialmente, hoy mañana y siempre, que vivamos juntos, tengamos más hijos y formemos una familia de verdad –sus ojos brillaban con emoción- ¿Querrías casarte conmigo?

No puedo dejar de reír y sollozar, así que asiento y me dejo caer sobre abrazándolo con fuerza.

-¡Sí quiero! Oh Jamie, te amo, te amo.

Nos besamos allí, arrodillados entre la hierba fresca sin dejar de reír ni separarnos ni un poco hasta terminar tendidos y abrazados.

-¿Dakota?

-¿Sí?

-Ahora que has aceptado ser mi esposa...

-¿Sí?

-Será mejor que me ayudes a encontrar el anillo que se ha caído durante tu ataque amoroso.

-

¡Falta el epílogo!


I'm yours |Jamie y Dakota| IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora