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Dave

Los ojos se me abrieron lentamente, enfocando la habitación del hospital en el que estaba. Cuando traté de incorporarme, un pequeño pinchazo en el centro del pecho, me paralizó en el sitio. Volví a caer acostado en la cama y cerré los ojos para descansar unos segundos, hasta que sentí una mano de la que no había reparado hasta ahora. Volteé mi rostro y la vi. Su pelo chocolate, ahora algo revuelto por haberse dormido con la cabeza y ambos brazos en la camilla, caía en pequeños mechones por su rostro y su expresión era serena sin contar las pequeñas ojeras que asomaban a sus ojos ahora cerrados. Sonreí casi de forma inmediata por tenerla allí, a mi lado. Sin embargo, el recuerdo del porqué estaba allí, deshizo mi sonrisa casi inmediatamente.

Miré al techo en silencio, sin saber de que forma debía actuar ahora. Era consciente de lo que me esperaría pronto y sin embargo, ahora mismo no quería pensar en ello. No quería pensar en que pronto la enfermedad me llevaría consigo. Quería simplemente pensar en ella, en su familia y en la mujer que amaba. No tenía nada que desease tener en su mente ahora mismo que no fuese eso.

Alcé mi mano lentamente para acariciar el rostro de Elena, pero cuando rocé su mejilla, sus dulces ojos verdes se abrieron lentamente, parpadeando algo desorientada. Me miró, confusa, por unos segundos hasta que pareció comprender dónde estaba y el porqué.

-Dave...-susurró su voz finalmente, mirándome con esos preciosos ojos ahora inundados en pequeña tristeza.

Yo negué con la cabeza y le ofrecí algo de espacio a mi lado.

-Ven. Sino acabarás con dolor de cuello y de espalda por dormir ahí.

-No...Yo estoy bien. De verdad.

Pero sus palabras no me convencieron y con mi mano la hice recostarse a mi lado, provocando su rubor y el mío propio. Ella relajó sus hombros al poco tiempo y me acarició la palma de la mano, haciendo formas circulares con su pulgar. Cerré los ojos relajado por ese gesto y acaricié su frente con mis labios. Eso la estremeció un poco pero sólo provocó que se acercase más a mí.

Su respiración poco a poco, se fue acompasando, volviéndose más breve y supe que se había dormido. Sonreí y la aferré mas entre mis brazos para cerrar los ojos también. No tardé mucho en sumirme al mismo sueño, igual de cálido que siempre, en dónde la sonrisa y mirada de Elena eran protagonistas de ello.





Los días pasaron después de aquello y, poco a poco, fui recuperándome del ataque de corazón que me había dado una semana atrás. Elena seguía viniendo con mucha frecuencia después de visitar a su hermano y a su madre de la misma forma. También venía Rosa, cuando tenía oportunidad, acompañada de Elena trayéndome algún detalle que conseguía sacarme más de una sonrisa. La que siempre estaba a mi lado, sin importar el día que fuese, era mi madre. No había momento en que no estuviese a mi lado, excepto cuando Elena venía a verme, que nos daba un poco de espacio para estar juntos. Era consciente que, tras esa sonrisa fuerte que quería mostrarme, mi madre sufría mas que nadie. Poco a poco se estaba dando cuenta de la triste realidad, la realidad de que mi corazón algún día se detendría y nadie podría hacer nada para evitarlo. Pese a ello no podía evitar el dolor que me causaba saber que mi madre estaba reconociendo la realidad.

Una mañana como cualquier otra, el médico entró en mi habitación para informarnos a mi madre y a mí que ya podía volver a mi casa, que mi condición estaba mejor desde aquel día y que de momento no había de qué preocuparse a excepción de lo que ya sabíamos. Por lo que ese día, recogimos mis cosas tras recibir algunas sugerencias del médico, sobre mi alimentación y condición física. Comer sano y evitar hacer sobre esfuerzos. Algo que de antemano ya sabía.

Subimos al autobús que nos llevaría a casa y en el camino me pregunté, por un breve momento, si la enfermedad me permitiría disfrutar de la vida un poco más.





Miré mi reloj en silencio para devolver mi vista al café que estaba removiendo. Las voces de los demás clientes sonaban muy lejanas para mí y sólo permanecía atenta al ruido de la puerta cuando se abriese. Miré a la barra y saludé a Joe que me devolvió el saludo con un guiño de ojo. Un gesto que consiguió arrancarme una sonrisa.

El sonido de la puerta fue lo que me devolvió a la realidad y dirigí mi mirada hacia allí. Sus hermosos ojos verdosos se unieron a los míos acompañados de una tierna sonrisa que provocó unos pequeños latidos en mi corazón. Avanzó hacia mí sin dudar y yo le sonreí cuando ocupó asiento a mi lado. Tocó mi mano para volver a mirarme y yo no fui capaz de mantenerla mucho tiempo unida a la suya debido a la situación.

-Dave...-su voz y mano me hicieron alzar de nuevo el rostro hacia ella. Su expresión estaba triste, preocupada, pero no perdía ese brillo y calidez que tanto la caracterizaba. Supe que esperaba mi respuesta, pero yo no sabía de qué forma hacerlo, cómo decirlo sin provocar dolor a su rostro. Ella pareció entenderlo, ya que apretó mas mi mano-. Esta bien. Estoy aquí porque deseo saberlo. No voy a irme ni dejaré que digas lo que digas me destruya.

No supe lo que me dió el valor que me hacía falta, quizás sus dulces palabras llenas de fuerza fueron las que consiguieron que hablase. Sólo supe que mis siguientes palabras, salieron con una breve sonrisa, en un intento de aplacar la tristeza de la noticia.

-Tengo que volver al hospital, Elena.

Su mirada se apagó un instante, lo justo para que viese la lucha interna que estaba viviendo ahora mismo. La vi cerrar los ojos unos segundos, respirar hondo y volver a abrirlos para mirarme.

-¿Cuándo?-fue su única pregunta.

-Dentro de una semana.

Su voz titubeó y lo entendí. Aquella prueba era arriesgada y tenía en mente que probablemente perdiese la vida aquel día. Sin embargo, no podía echarse atrás en ello, si había una pequeña posibilidad de salvarme, quería intentarlo, quería luchar por ello. Acaricié su mano, dándole la fuerza que parecía haber perdido.

-Iré.

Yo asentí pues lo sabía, sabía que ella iba a estar allí cuando entrase en el hospital. Y no tenía intención de obligarla a hacer lo contrario. Sin embargo, mis manos se aferraron con mas fuerza a las suyas cuando vi que ella agachaba la cabeza creyendo que eso era todo lo que le diría.

-Elena.

Su mirada se alzó, curiosa, triste, confusa. Tantos sentimientos en una mirada que provocaban en mí demasiado que pensar. Pero no tenía dudas en mis siguientes palabras, en lo que quería hacer, mi corazón y mente estaban seguros de lo que iban a hacer. Un acto que jamás podría olvidar sin importar lo que pasase.

Toqué su rostro, el tiempo justo para sentir su calidez en mis dedos. Ella me miró confundida. Yo sólo sonreí. No había forma de echarse atrás ahora, aunque nunca habría escogido hacerlo si existiese esa mínima posibilidad.

-Quiero que me acompañes a un sitio.

Mi corazón no dudó de nuevo. Sólo sonreí, preparado para su aceptación y lo que, horas después cuando estuviese conmigo en aquel lugar que tenía pensado, iba a decirle.





P.D.: ¡Este ya es, definitivamente, el antepenúltimo capítulo de esta historia! :3 Mañana subiré el penultimo capítulo y, el sábado, el final que cerrará esta hermosa historia con la que tanto me he esforzado <3 Espero que disfruten el capítulo de hoy :)

¡Gracias al que lo lea y nos vemos mañana para el capítulo 21, el penúltimo de esta novela!

¡Saludos! <3

Algún día, bajo ese cielo azul #1 (EN EDICIÓN) (Libro #1 ADBECA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora