CAPÍTULO CINCO

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Tres días habían pasado desde que Santos había fingido su muerte en los brazos de su hijo. Verás, la noche antes de que Santos fuese "asesinado", él oyó a Leonardo decir que tomaría la presidencia, y sospechó que su hijo podría intentar matarlo. Entonces, Santos hizo lo que cualquier presidente racional haría: se tejió a sí mismo un chaleco protector de fibras de coco, fingió una muerte terrible, contuvo la respiración mientras era "enterrado" en el mar, y luego nadó tan rápido como pudo, lejos de Isla Tigrititi. Si no fuera por la terrible tormenta que se desató a continuación, el plan de Santos podría haber funcionado con éxito. Por desgracia, no fue así. Santos se vio forzado a soportar las enormes olas y aguas heladas durante tres días seguidos. Y se golpeó la cabeza en tantas rocas de camino que, para cuando llegó a orillas de Isla Estadodo, no muy lejos de Ecuaduras del Norte, había perdido completamente la memoria.

Santos emergió del océano, chorreando agua, y se quedó mirando la nueva isla que tenía delante de sus ojos. Se sentía con frío, cansado y hambriento, pero por sobre todo, se sentía confundido. Enseguida revisó sus ropas buscando cualquier clase de información que pudiese hallar, y pronto encontró una identificación en su cartera, en la cual se podía leer: "El Presidente". Justo en ese momento, un pescador pasó por allí y Santos se le acercó rápidamente.

-Discúlpeme, buen hombre -dijo Santos mientras este se daba vuelta-. Le ruego que me ayude. ¿Dónde estoy? ¿Y por qué la identificación en mi cartera dice "El Presidente"?

El pescador lo miró de arriba abajo, notando su pelo empapado y el hedor a algas.

-No lo sé -dijo el pescador-. Pero no luces como El Presidente. Y, además, fue lo han asesinado.

-¿Asesinado? -dijo Santos, aun más confundido.

El pescador se encogió de hombros y dijo: "Es lo que oído decir".

Santos asintió, y luego volvió a mirarlo, como si lo estuviera viendo por primera vez.

-Discúlpeme, buen hombre -dijo Santos mientras este se daba vuelta-. Le ruego que me ayude. ¿Dónde estoy? ¿Y por qué la identificación en mi cartera dice "El Presidente"?

El pescador se quedó mirando a Santos.

-Creo que tienes amnesia -le dijo, y de inmediato se marchó.

Santos se sintió angustiado a medida que iba asumiendo la verdad. Por supuesto que tenía amnesia. Eso lo explicaba todo.

Durante las próximas horas, caminó sin rumbo fijo por la isla, deseando que su memoria regresara. Lo que más le molestaba -más que los dolores de cabeza, los mareos, y el repetir conversaciones todo el tiempo- era el dolor que sentía en el pecho. Mientras miraba a las nubes, tuvo la profunda sensación de que le faltaba alguien importante en su vida. Pero no podía darse cuenta de quién era, por qué, dónde o qué... su cerebro era un misterio nebuloso, y ansiaba encontrar las respuestas,

Cuando el sol comenzó a ponerse esa noche, Santos miró al vasto océano delante de sus ojos. Fue entonces que vio que alguien se acercaba: una mujer, bañada en luz dorada, con sus ojos fijos en Santos. Él se preguntó si se conocían, o si ella tan solo estaba deslumbrada por su buen parecer. Santos se acercó a la mujer y le explicó que no podía presentarse, ya que no sabía su nombre a causa de su amnesia. La mujer asintió con lentitud, y continuó mirándolo. Finalmente, le preguntó si podía observar el atardecer junto a él.

-Por supuesto -dijo Santos-. Después de todo, los atardeceres no han sido hechos para mirarlos en soledad.

En el momento en que las palabras salieron de su boca, Santos sintió el dolor en su pecho otra vez; de pronto tuvo la clara sensación de que amaba a alguien con toda su alma -alguien que estaba terriblemente lejos de él. La mujer pudo sentir que Santos se distanciaba de ella, y entonces lo besó, ¡de la nada! Mientras sus labios se tocaban, Santos comenzó a recordar destellos de su vida: erizo de mar... ropa de leopardo... cascadas... Él rompió el beso a medida que los recuerdos inundaban su mente. Aunque no sabía el porqué, estaba seguro de que ese beso se sentía mal; era como si sus recuerdos estuvieran intentando detenerlo, arrastrarlo lejos de la mujer que estaba a su lado. Pero ella volvió a besarlo, con mayor intensidad esta vez. Y otra vez, Santos recordó: piratas malvados... paseos en bote al atardecer... parientes ruines... Santos volvió a separarse de ella y le agradeció por los besos, pero le explicó que estaba buscando a alguien -a alguien que no era ella. La mujer enseguida sugirió que quizás ella era la persona que él estaba buscando. ¿No se le había ocurrido? Ella volvió a besarlo una vez más y, esta vez, Santos le correspondió, pensando que no perdía nada con hacerle el amor también, para comprobar si ella estaba en lo correcto; después de todo, ¡todo era posible! Pero mientras hacían el amor bajo el atardecer, Santos supo con certeza que ella no era quien él estaba buscando. Después, le agradeció por haber hecho el amor con él, pero le explicó con amabilidad que estaba completamente seguro de que ella no era su único y verdadero amor.

Las pasiones de SantosWhere stories live. Discover now