¿Se llama Jesús?

1.4K 79 5
                                    

Natalia.

—¿Os está gustando la cena? —pregunta Rosa, haciendo, así, desaparecer el silencio que hasta ahora nos rodeaba.

—Está muy buena, mamá —le responde Ariadna, mostrando una leve sonrisa que hasta ahora no le había visto en toda la noche.

Rosa asiente satisfecha, sonriendo al igual que mi padre, el cual nos mira, para luego centrarse en mí.

Oh, claro, como no.

—¿Y a ti, Natalia? ¿Te gusta? —me pregunta, bebiendo un sorbo de su copa de vino tinto.

Alzo la mirada en su dirección y sonrío, aun sabiendo que todos conocen mis recientes pensamientos.

—Sí —digo, sin mostrar apenas emoción, cogiendo de nuevo el tenedor para revolver la comida.

Ésta asiente, y devuelve la vista a su próximo marido, confiándole —mediante la mirada— el temor que tiene por mi anterior reacción, a lo que él se encoge de hombros, aconsejándole que no se preocupe.

Bufo, totalmente agobiada tras observar esa escena.

¿Acaso es que soy un objeto del que reírse? Vuelvo la vista a mi plato, el cual aún sigue casi lleno, ya que no me he dignado a probar bocado alguno.

—Y... —comienza a decir mi padre, pensativo— ¿Ya habéis encontrado comprador para la casa? —formula, en un intento de entablar conversación.

—¿Cómo? —obsequia Ariadna, con un tono mucho más grave del que conocía, tras escuchar a mi padre.

Me obligo a alzar de nuevo la mirada para presenciar esta inquietante escena, la cual parece tensar el ambiente en cuestión de segundos.

Rosa inmediatamente dirige la mirada a mi padre, ahora un tanto más oscura, y juro que si las miradas matasen, ahora os estaría narrando como ha sido el entierro de mi difunto padre.

—Yo... —comienza a decir mi padre, intentando excusarse— No quería decir eso.

Su futura mujer lo mira durante unos segundos más, para luego acabar bufando, vencida y totalmente obligada a dar una buena razón a aquella pregunta formulada por mi padre.

Se oyen varios suspiros por parte de éste último, el cual observa a Rosa, un tanto preocupado por su descuido.

Mientras, yo vuelvo la vista a Rosa que desvía la mirada de su futuro marido y permanece en silencio, tal vez buscando las palabras adecuadas para responder a su hija, pues ésta parece estar bastante confusa.

—Mamá, ¿vamos a vender la casa? —vuelve a hablar Ariadna, rompiendo el silencio que se había formado, de nuevo con aquel desconocido tono de voz.

Vuelvo la mirada a ésta última y contemplo la tensión que comienza a ejercer sobre su mandíbula, mostrando su notable enfado, al igual que los múltiples movimientos que comienza a realizar con sus manos, algo de lo cual se acaban percatando los otros dos presentes. Vaya.

—Mamá, respóndeme —ordena ella, ahora totalmente enfurecida, al observar como su madre sigue en silencio sin palabras para excusarse.

—Hija, yo... —comienza a hablar Rosa, jugueteando con su servilleta— Será mejor que lo hablemos en otra ocasión.

—¿Qué? ¡No! —gruñe mi futura hermanastra, ahora más tensa, para luego volver a hablar— Mamá, ¿vas a venderla?

Rosa suspira de nuevo, y agacha la mirada a su plato, quizás buscando alguna respuesta lo suficiente razonable para despejar la tensión, mientras que mi padre solamente se dedica a permanecer en silencio, temiendo que esto acabe en desastre.

Finjamos ser algo. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora