Capítulo 14

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Dominique no pudo dejar de sonreír en todo el día. Aquella nota, la hizo sentir bastante feliz. Sentada en la cama de su habitación y mirando hacia su espejo, veía una extraña Dominique. «Parezco estúpida -pensó-. Tu sonrisa es estúpida, lo que sientes es estúpido. Ah, soy una estúpida ». Se puso de pie. Se acomodó su suéter color salmón, tomó su bolso, sus llaves y salió de su habitación, pues debía ir a su trabajo.
Mientras caminaba por la acera, sacó sus móvil y le colocó sus auriculares; tras ir a la música, sonrió y puso los ojos en blanco cuando la canción comenzó:

«I'll be there for you..
I'd live and I'd die for you...
Steal the sun from the sky for you...
Words can't say what a love can do...
I'll be there for you... ».

Mientras Dominique seguía su camino, alguien la tomó del brazo y la hizo detenerse.

- ¿Qué quieres, Alice? -preguntó molesta Dom, al tirar de su mano.

- Hablar contigo, duh...

- Yo no quiero hablar contigo.

- Vamos, Dom, somos las mejores amigas.

- ¿Lo somos?

- Obvio, las mejores.

- Una amiga no se mete con tu novio, ¿o sí?

Alice no supo que responder, simplemente se limitó a mirar hacia otro lado.

- Nunca creí eso de ti -repuso Dom-. Cuando supiste que me irá a vivir con Max, hiciste todo para separarme de él, y vaya que lo lograste. Pero bueno, la basura debe estar junta.

- Ya te pedí perdón por eso. Además, fue Max quien se me insinuó... yo, estaba muy tomada -le recordó la rubia.

- Y te perdoné. Pero eso no quiere decir que todo sigue siendo igual entre nosotras.

- Yo pensé que sí. Y creo que estás exagerando.

- Eres una zorra ofrecida que trata a todos como basuras, cuando en realidad la basura eres tú. Me das pena, ¿sabes?

Alice se quedó helada, mientras Dominique la pasaba de largo. Sintió una cólera inmensa, pero sabía que Dominique tenía razón y eso la hizo enfurecer más.






Andrew se hallaba caminando de un lado a otro en la sala de estar de su apartamento. No podía dejar de pensar en Dom. En ese momento el timbre sonó, sobresaltándolo y sacándolo de sus pensamientos. Corrió hasta la puerta principal y al abrirla sonrió.

- Rebeca...

- Andrew -dijo ella, mientras entraba-, días sin saber de ti.

- Sí, lo mismo digo -soltó él, al cerrar la puerta.

- Bueno, tú no querías ver a nadie, ¿recuerdas? -le reclamó ella, al mírarlo con ceño.

- Sí... Discúlpame por eso. Estaba con tantas cosas en la cabeza.

- ¿Tantas cosas? Que yo sepa, es sólo una.

- Eso conlleva a otras, ¿sí?

- Cómo sea... ¿Qué tal vas con ella?

Andrew vaciló, caminó hasta donde había dejado su sacó y de él, sacó la nota que ella le había dejado; entregándosela a su amiga, hizo un gesto para que la leyera.

- ¿Ella te lo dio? -preguntó Rebeca, con un tono de incredulidad.

- Sí. Igual creí que era una broma o una especie de sueño.

- Es el título de una canción... -musitó la mujer-. Es una canción bastante linda.

- ¡Joder, es verdad! ¿Cómo lo ignoré? Ella siempre oye a esa banda... Soy un imbécil.

- Bueno, tal vez sea la canción, tal vez no. Lo importante, ¿qué hiciste al respecto?

- Hice lo mismo -respondió lacónico.

- ¿Le dejaste una nota? -inquirió Rebeca, intentado ocultar sus celos-. ¿Eres imbécil, o qué? Alguien pudo darse cuenta.

- Hey, tranquila. A todos les puse una nota en sus trabajos, para que nadie dudara.

- Menos mal... Pero bueno, ¿ahora qué sigue?

- ¿Qué sigue de qué? -Andrew la miró suspicaz.

- ¿Harás algo más?, ¿le pedirás algo...?

Andrew ladeó la cabeza, mientras se planteao esa última pregunta. Rebeca, sin quitarle su mirada de encima, sintió como la sangre se le calentó. «¿Por qué nunca pudiste mírarme cómo a ella? Claro, yo solo soy tu amiga, a la que usas cuando quieres», pensó ella.

- Realmente quiero estar con ella...

- Pues haz algo para que eso suceda -dijo ella, al ponerse de pie-. Te dejo, tengo cosas por hacer.

- Gracias por venir -Andrew esbozó una sonrisa y ambos caminaron hacia la puerta.

— Arriésgate.

— Sí... Iré a verla.

Dominique estaba acomodándo un estante, cuando uno de los empleados del lugar se le acercó.

- Domi, te buscan... -avisó Henry.

- ¿A mí? -la joven dejó los libros a un lado.

- Sí. Están afuera.

- Ah, gracias, Henry.

Dominique, con bastante extrañes, caminó hasta la salida de la librería y al llegar a ella, no pudo evitar soltar un grito al ver un enorme ramo de rosas, pero, lo que más la sorprendió, fue ver quien las llevaba.

- ¿Quieres ir a caminar sin rumbo fijo conmigo?

EL PROFESOR [EDITANDO]Where stories live. Discover now