Capítulo I (Hada Fitipaldi & Gisela)

35.2K 710 53
                                    

¿Lectores/as fantasmas? ¡No, gracias! Deja tu huella, deja tu comentario/opinión ^.^

El viento golpeaba con fuerza mi cara mientras intentaba escapar del pesado de Michael. Durante el verano, yo al fin había cedido ante sus persistentes intentos para que saliéramos un día a tomar algo. Michael era mi amigo desde tiempos inmemoriales. Jugábamos en la guardería, junto con Iris —mi mejor amiga—, los tres fuimos creciendo yendo al mismo colegio. Pero desde que entramos en el instituto, y las tediosas hormonas de Michael se revolucionaron, su interés por mí cambió drásticamente. Por eso huía de él. Yo seguía queriendo un amigo para tomar café, y él quería una amiga con derecho a roce para experimentar en la cama.

Aparqué mi nueva moto —regalo por mi cumpleaños diecisiete— en el instituto y me encaminé hacia la puerta en busca de Iris. El ambiente era aún pegajoso, ya que el verano nos regalaba sus últimos resquicios de calor, y estábamos muy próximos a una playa. Fiel a la promesa que le hice a mi amiga, para la que el primer día del último año de instituto tenía que ser memorable, me había puesto unos shorts vaqueros y una camiseta negra un poco escotada. Teníamos que ir arrebatadoras, según sus palabras, y yo había hecho lo posible, aunque no me apeteciera demasiado.

Cuando estaba subiendo las escaleras, los gritos desde el aparcamiento me llamaron la atención. Como tenía que esperar a mi amiga, me detuve. Dos chicos se encontraban subidos en enormes motos de carreras, y mantenían la rueda trasera en el aire, en un equilibrio inestable. Sus miradas estaban cruzadas en un claro desafío, mientras un grupo de unos diez estudiantes los vitoreaban.

—Ocho, nueve, diez… —cada vez elevaban más sus voces, hasta convertirlas en un aullido excitado— once, doce… —hasta que uno de los chicos que iba en las motos, bajó la rueda con estrépito, y entonces sí que pude oírlos chillar. Unos cuantos saltaban y abrazaban al ganador, al que solo pude distinguirle el pelo negro desordenado, quien había aparcado la moto y se echó a los brazos de sus amigos. El otro, por increíble que pareciera, también lo abrazó, aunque no supe si el gesto fue sincero.

Pude ver que la pandilla se acercaba hacia las puertas e, inevitablemente, a donde yo me encontraba.

Reconocí entre ellos a alguno de los chicos problemáticos ampliamente conocidos en el instituto, la mayor parte de ellos expulsados al menos una vez. El ganador no me sonaba, por eso no pude evitar centrar mi atención en él. Lucía una camiseta negra ajustada, que dejaba ver sus anchos hombros, y los vaqueros, muy desgastados, caían peligrosamente, siendo solo frenados por los huesos de sus caderas. Todo en él parecía grande, incluso sus ojos, de un verde muy oscuro que se clavaron en los míos, con un brillo que no supe identificar, mientras esbozaba una leve sonrisa al pasar por mi lado.

—Mirad chicos, teníamos una espectadora —el ganador me señaló con el dedo, se paró junto a mí unos instantes, y me miró de arriba a abajo, deteniendo la vista en mi pecho—. Parece que ese sujetador que llevas te está apretando un poco esos preciosos pechos que tienes. Si quieres me ofrezco voluntario para liberar esa tensión —como me pilló tan de sorpresa, mi reacción instantánea fue ruborizarme hasta parecer un semáforo en rojo. Antes de que pudiera replicarle, siguió diciendo—: Mm, me encantan las chicas que se ponen rojas como si fueran fresones —esta vez se acercó un poco más a mí, y me miró directamente a los ojos—. Dan ganas de lamerlas de arriba abajo hasta que exploten.

—¡Imbécil! ¡Sinvergüenza! —las palabras salieron sin yo ser consciente de las mismas—. Le voy a decir al director ahora mismo que competían en el aparcamiento del instituto. Dime tu nombre —se oyeron abucheos por parte de sus amigos e incluso pude ver expresiones amenazadoras. El chico intentó calmar los ánimos haciéndoles gestos con las manos, y soltó una risilla tan irritante como encantadora.

Hilo Rojo Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora