Capítulo XI (Paty C. Marin & Ivonne Guevara)

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El detective Bennet cerró un momento los ojos y resolló por la nariz, con impaciencia, en un gesto que parecía ser muy habitual en él. Su mandíbula se tensó rígida y al abrir los ojos, me dirigió la mirada más penetrante que nunca había visto. No, más todavía, era la mirada de un hombre duro y poderoso. No era amenazadora, no era hostil, ni siquiera estaba cargada de odio o rencor o impertinencia. Fue una mirada avasalladora, devastadora, una mirada del que demanda y quiere ser obedecido al instante. Sus ojos se me clavaron en el cerebro, fue como si pudiera leer todos mis pensamientos, como si hubiese metido unos dedos en mi cabeza y anduviese hurgando hasta buscar la respuesta. Sus pupilas oscuras rodeadas por un azul glacial, eran soberbias, arrogantes y exigentes. Y, por alguna razón, ante aquella mirada, me sentí en la absoluta obligación de responderle y obedecer, porque ante su expresión me di cuenta de que me estaba comportando de forma estúpida y lo último que quería era decepcionarle.

—Habla —exigió con sequedad— Ahora.

—El profesor Vincent es el hermano de Carla, estaba muy enfadado con Roberto... Pero, el otro día fui a ver a Carla y le pregunté y me lo contó todo y creo que el profesor Vincent se enteró de todo, porque quizás nos estaba escuchando —largué apresuradamente, invadida por el miedo. El gesto del detective se suavizó, pero solo un poco. Seguía sin ceder un ápice. No me preguntó nada más, siguió mirándome, ordenándome en silencio que siguiera hablando. Pero, ¿qué más podía decirle?—. El padre de Roberto sedujo a Carla y se acostó con ella y la dejó embarazada y para evitar la vergüenza, acusó a su hijo Roberto, y entonces éste dejó a Carla porque se quedó muy dolido por eso porque sabía que su novia lo había estado engañando con su padre y... —el hombre levantó la mano, y yo, por inercia, corté el chorro de incoherencias que estaba soltando.

—Es suficiente —dijo sin más y yo me hundí en la silla y bajé la cabeza incapaz de seguir mirándole, con las mejillas ardiendo. Me removí inquieta en mi silla, sintiendo un extraño e incómodo remolino en el estómago que me bajaba por el vientre y... uh, sacudí la cabeza para quitarme esa sensación tan rara—. Bien, señora, esto es lo que hay —se dirigió entonces a mi madre y yo suspiré de alivio—. Quiero que esto que voy a decir se quede aquí, y no salga de esta comisaria. Caroline, las salas de interrogatorio tienen un cristal especial. Imaginaba que querrías hablar con tu novio y habéis sido muy amables al hablar de vuestras sospechas —levanté la cabeza indignada y le lancé una mirada acusadora, pero Bennett volvía a lucir aquella expresión de alto mando militar y fui incapaz de responderle como se merecía. Infundía demasiado respeto.

—Era una conversación... privada —logré articular.

—Era una sala de interrogatorio, en ningún momento pediste hablar a solas. Ahora calla y déjame hablar —otra vez ese tono de voz tan soberbio. Me irritó profundamente aquella muestra de arrogancia, pero al mismo tiempo me dejaba sin palabras—. Sospechas del profesor y de la ex esposa del fallecido. Te pido por favor que no hagas alguna estupidez como ir a hablar con alguno de los dos por intentar ayudar a Roberto, con eso solo conseguirás obstaculizar la investigación. Y créeme, no he venido desde Londres para que interfieras en las líneas de investigación que estamos llevando solo porque tengas una intuición. Puede que estés enamorada de Roberto, y sé que la pasión de la juventud hará que cometas alguna estupidez, así que apelo a tu sentido común y te digo que no hagas nada, y nos dejes hacer nuestro trabajo.

—Er... señor Bennett, no creo que deba decirle a mi hija cómo debe comportarse, ya es una adulta —protestó mi madre, que también parecía estar bajo el efecto dominante del detective, porque no hablaba con mucha convicción.

—A efectos legales sigue siendo una menor —Bennett sacudió la cabeza—. Estamos hablando del crimen del líder de una banda de traficantes, una de las más importantes del país. Puede que haya sido su ex esposa, puede que haya sido ese profesor, puede que haya sido un crimen pasional; pero también puede haber sido un ajuste de cuentas, un crimen cometido por un profesional pagado. Y por el momento no tenemos nada. Así que, dada la relación de su hija con el hijo del fallecido, toda precaución es poca si estamos ante un crimen de la mafia. ¿He sido lo bastante conciso? —preguntó. No, Bennett no preguntaba, Bennett exigía una respuesta.

Hilo Rojo Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora