Recuerda y Aprende a Olvidar...

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Canción: "A Que No Me Dejas" de Alejandro Sanz & Alejandro Fernández

Antes de salir de casa observo que la gata va a su habitación y se regresa con algo en la mano. Parece un pequeño envase de crema. No le pregunto que es. Le abro la puerta del departamento y dejo que ella salga primero, cierro las puertas y bajo las escaleras después que ella.

Llegamos a la playa y el sol está bastante fuerte, debe ser más del mediodía sin embargo, los rayos soleados están que quema.

Kathleen consigue el toldo donde están las cosas de nuestra familia. Ella se sienta con las piernas cruzadas en la arena, dentro del toldo y se quita su vestido de flores. La observo y suspiro profundo.

―Y pensar que mis manos recorrieron esa piel tantas veces ―susurro para mis adentros.

―¿No te vas a sentar? ―Pregunta la gata mientras observa el horizonte.

En el mar están sus padres, la abuela y Keilyn jugando a no sé qué. Están divirtiéndose, lo sé porque se ríen.

Me siento al lado de la gata y la observo de cerca, está riendo al igual que su hermana.

―¿Por qué me observas tanto David? ―Pregunta la gata sin dejar de sonreír y con sus ojos fijos en el mar.

―Porque me gusta hacerlo ―ella gira su rostro para quedar a escasos centímetros de los míos―, porque me enloquece ver como sonríes gata ―ella ya no sonríe, sin embargo no aparta su mirada de la mía― y porque quiero grabar este día en mi memoria por si no accedes a aceptarme de nuevo en tu vida...

Ella asiente con lentitud y mientras mueve su cabeza de arriba hacia abajo esboza una dulce y calmada sonrisa.

―¿Te quieres bañar un rato en el mar? ―Niego― Verdad que te gusta muy poco el mar ―afirma la gata mientras habla.

―Mejor ve tú... Yo los espero aquí.

―¡¿Estás loco?! ¿Quieres qué se me ampolle la piel? ―Pregunta ella con un tono bastante divertido― Necesito mil litros de esto ―y me enseña lo que trajo desde que salió del departamento―, para no morir ampollada. Es bloqueador solar. Toma ―y me lo ofrece―, colócate un poco. Tú también eres muy blanco.

Tomo el envase de lo que la gata me entregó, me quito la playera y comienzo a aplicarme la dichosa crema. Quizás no estoy haciendo las cosas muy bien ya que la gata ma arranca el recipiente plástico de la mano y se posiciona arrodillada, de frente a mi espalda. Siento como cae algo en mi piel y luego las manos de ella esparcen esa cosa que me dio.

Ella pasea sus manos por mis hombros, la nuca, mis omoplatos y hasta siento que sus pequeños dedos recorren el lóbulo de mis orejas.

Dios... sentir las manos de la mujer que amo en mi piel es más fuerte y potente que cualquier afrodisiaco.

No me muevo ni digo nada, intento concentrarme en las olas del mar y en las muecas que hace Keilyn pero las caricias de la gata no ayudan para nada.

―Ya gata. No me pongas tanto de eso. Me siento embadurnado.

Escucho su gran carcajada, así que giro un poco mi cabeza y la observo de reojo.

―Es que estás embadurnado David.

―Bueno pero ya es suficiente gata. Ven, ahora dame eso y te aplico un poco.

―No lo creo ―responde, así que frunzo el ceño― ya me puse de esto hace rato. No lo necesito ahora.

Veo que se vuelve a sentar a mi lado y de vez en cuando sonríe. Sus padres la llaman para que entre a la playa pero ella se niega. Las horas pasan con lentitud y mientras transcurre el tiempo ella y yo hablamos de como ha sido su vida aquí. Me explicó lo que hacía en la academia de ballet. Como llegó hasta allí y que hacia a diario, como eso de caminar por la playa y acompañar a su abuela en todo lo que le pida, menos el casino. Me dijo que no le agradaba mucho gastar dinero en las traganíquel, sin embargo, ha ido un par de veces con su abuela. Sus rutinas, por llamarlo de alguna forma.

Extra Tan Solo Tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora