Capítulo final. Primera Parte

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Canción: "Coleccionista de Canciones" de Camila

Pasaron los días, cumplí años a los pocos días de llegar a España. La gata me despertó esa madrugada como es ella, toda eufórica y emocionada.

―¡Abre los ojos! ¡Ábrelos! Ya.

Me remuevo en la cama y la abrazo. Ella se libera de mi agarre para subirse en mi regazo y empezar con una guerra de cosquillas. Intentó agarrarle las muñecas pero la condenada se libera con facilidad. Se está aprovechando de mi debilidad, solo debo tener unas pocas horas dormido.

La gata y yo salimos ayer con Emanuel hasta bien entrada la noche. Se han compenetrado poco a poco. Vi que las cosas estaban mejorando cuando una mañana desperté y no la conseguí a ella durmiendo a mi lado. Me extrañé mucho ya que la gata suele iniciar sus días después que yo la despierto, más no al revés.

Salí de la habitación y la vi sentada en el medio de la sala jugando con Emanuel. No sé cuánto tiempo me quedé allí admirando la escena, sin embargo supe, desde ese momento, que mi hijo y la gata estaban en ese proceso de compenetración que surge entre dos seres humanos.

Quizás no podía amarla más de lo que ya lo hacía, es que la amaba con la totalidad de mi alma y mi ser, pero si había algo innegable, toda mi vida no iba a ser suficiente para agradecerle a Kathleen que aceptara a mi pequeño Emanuel, ella hizo algo ―que estoy plenamente seguro― es difícil para cualquier mujer, aceptar un hijo de alguien que te causó un gran sufrimiento, eso es muchísimo más que admirable, esa actitud es de un ser humano noble, maduro y por sobre todas las cosas, una mujer fascinante, generosa y yo diría que hasta valiente.

―Abre los ojos. Por Dios como duermes ―su comentario me hace reír y escucho como ella me acompaña en mis risas. Abro los ojos y cuando la veo achico un poco la mirada.

―Que pastel tan grande ―digo con ironía. Ella lleva un pequeño ponquecito en la mano con una vela encendida. Me mira con ojos asesinos y hace caer un poco de la cera derretida de la vela en mi pecho. Emito un leve gemido de dolor y me muevo para hacer que se desestabilice su equilibrio, cosa que sucede. Por tal motivo le quito el pequeño pastel, apago la vela y le pego una mordida, todo en cuestión de segundos.

Sus ojos no se han apartado ni un minuto de mí, al contrario, me observa sin pestañear, su cara está rojísima. Creo que la hice enojar ya que se quiere bajar de mi regazo.

―¡Ey, Ey, Ey! ¿Para dónde vas? ―La agarro por las caderas para frenar su huida.

―Acabas de arruinar parte de mi regalo. Tonto.

Dejo que Kahleen se levante y luego lo hago para atraparla por la cintura y bordearla con mis brazos desde atrás.

―Suéltame ―me dice, cosa que por supuesto no hago, al contrario le beso el cuello y sé que ella sonríe por el tono de su voz―. Es en serio David, suéltame. Voy a ducharme.

―¿Por qué estás molesta?

―Porque estoy hormonal, porque tenía algo en mente para tu cumpleaños y lo acabas de arruinar. Se supone que formaba parte de tu regalo.

―Mi mejor regalo lo tengo entre mis brazos, así que deja la molestia. No quiero nada material, solo te quiero a ti ¿Sí? ―Le digo para intentar calmarla un poco. Ella asiente y suelta mis manos para irse al baño.

La dejo libre por unos minutos, tan solo unos pocos ya que me meto en el baño y hago que nos duchemos juntos...

A los tres meses de vivir en Marbella la Gata, mi hijo, mamá y yo nos mudamos a un bonito apartamento cerca de la casa de la abuela de mi futura esposa.

Extra Tan Solo Tú ©Where stories live. Discover now