Capítulo 19: La historia de Bianca

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Era una fría mañana y el roció se encontraba en todo su esplendor. Amor como de costumbre estaba en el cuarto de Bianca acostado en la cama, ya habían pasado varios días y ella se había curado por completo de la herida causada por Amy. Su cara demostraba felicidad, debido a que estar junto a Amor le era muy placentero.

—Bianca, ¿Te puedo hacer una pregunta? —preguntó Amor mientras observa el techo.

—Por supuesto, Amor.

—¿Cómo era tu vida antes de llegar a esta organización?

—¿Cómo era mi vida? Pues... veamos... —dijo mientras recordaba —. Yo nací aquí en Caracas el 5 de enero de 1996. Por lo que mi madre me contó, el día de mi nacimiento mi padre no fue a verme en la clínica, supuestamente él se encontraba muy ocupado para ver el nacimiento de su propia hija. De mis dos años no recuerdo nada. A mis tres años fue secuestrada mi hermana mayor, hasta el día de hoy no se sabe nada de ella. Desde el día en que mi hermana desapareció comenzó mi infierno; mis padres me odiaban, ellos deseaban que yo fuese la secuestrada y que Clara estuviese aún con ellos. Ese mismo año comencé la escuelita, todos los días me llevaban y todos los días se olvidaban de mí; las profesoras siempre tenían que quedarse hasta tarde por culpa de la irresponsabilidad de mis padres. "Es por culpa del trabajo", decían ellos como excusa. Sin embargo, yo sabía que no era así, en ese año solo mi padre trabajaba, mi madre no. Cuando pasé a preescolar también fue lo mismo, siempre me olvidaban. Mis tareas las tenía que hacer sola porque ellos nunca estaban, siempre salían y me dejaban con una niñera.

Llegó el momento de pasar a primaria y me otorgaron el mejor promedio de la clase, pero a mis padres no les importó, ni siquiera voltearon la mirada para observar mi boleta, me tuve que quedar con el logro para mi sola. Yo siempre entraba a los bailes y competencias de mi colegio. En tercer grado hice un baile de folklore y ellos no asistieron, ni el traje me compraron, me lo tuvo que prestar una de mis profesoras. Yo bailé como mejor pude, todos me aplaudieron, hasta mis propias compañeras, pero igual me sentía vacía, necesitaba el apoyo de ellos. Al regresar a casa les mostré la foto que nos tomaron grupal y también la ignoraron, eso hizo que me doliera aún más. En quinto grado competí en una de las carreras anuales que hacían en el colegio, practiqué bastante para ese día; en mis recesos no comía, usaba ese tiempo para trotar en la cancha y volverme más rápida. Llegó el día de la competencia y quedé de primer lugar, gané la medalla de oro y se la llevé a mi padre, la miró y me dijo: "Quita ese juguete de mi cara que estoy leyendo el periódico". Así que me fui y me encerré en mi cuarto a llorar. No entendía porque ellos eran así, yo no había hecho nada, en cambio, hacia todo para que estuviesen orgullosos de mí.

Cuando pasé a séptimo año descubrí lo que era el amor; ese año conocí a un chico llamado Bryan Pérez, era alto, de cabello liso, color castaño y unos ojos muy azules. Por alguna razón él siempre estaba solo, pero a mí me gustaba. Todos lo llamaban bobo, pero tenía algo que me llamaba la atención. Un día intenté hablarle, me acerqué y solo volteó la mirada ignorándome sin decir nada, así que salí corriendo y me fui al baño a llorar. Desde ese día nuestras miradas siempre cruzaban, pero ninguna palabra de nuestros labios se desglosaba. Yo siempre fui muy tímida, hice mucho esfuerzo ese día y no me tomó en cuenta. Ese mismo año me vino el periodo, me asusté, pensé que moriría, que me estaba desangrando, duré varias horas llorando y después de bañarme investigué en Internet y me di cuenta que era un proceso natural en las mujeres, hablé con mi madre y como era de costumbre, me ignoró, me tuve que poner trapos para no mancharme a diario; meses después fue que ella se dio cuenta y me preguntó qué porque no le había dicho nada, me golpeó y me castigó, después me trajo mis toallas diarias, cosa que y compraba con el poco dinero que me daban.

Pasé a octavo año, Bryan aún seguía en mi sección y nada que hablábamos. En realidad, él nunca hablaba con nadie. Ese año lo vi hablando por primera vez con una chica, mi corazón se rompió y decidí dejarlo ir jurando más nunca enamorarme de otro chico. Dos años después descubrí que esa chica se trataba de su hermana —Bianca sonrió como boba y prosiguió —. ¿Lo puedes creer? Tuve celos de su propia hermana. Después de descubrirlo no volví a intentarlo, mis ganas de estar con él se habían muerto.

Secuestro Experimental ©Where stories live. Discover now