Guillermo y Frank se quedaron contemplando la fogata hasta que se apagó por completo. A ratos en silencio y de vez en cuando conversando de alguna tontería. Guillermo se sentía muy mal porque no podía corresponderle a su amigo y no entendía muy bien el por qué.
Se había besado con Samuel, el chico de la dulcería con el que perdía sus miedos y se olvidaba de todo, a pesar de conocerlo muy poco y ser un chico. Con Frank llevaban años siendo amigos, compartiendo vivencias y ahora más que nunca, la confianza entre ellos estaba aumentando. ¿Por qué no podía quererlo así? ¿Por qué le resultaba tan difícil entender que su amigo lo quisiera de esa forma? ¿Debía conocer acaso más sobre el amor?
A la mañana siguiente, los padres de Guillermo ya estaban levantados cuando despertó. Frank también estaba ahí, sentado y comiendo algo que la madre le había preparado.
-Buenos días, ¿Caro volvió? –preguntó Guillermo cuando salió de su carpa.
-Sí, pero volvió a irse. Está muy enojada y no nos quiso decir por qué... -respondió la madre.
-Ya hablaré yo con ella cuando volvamos a casa. Tengo hambre... -comentó Guillermo mientras se acercaba a la mesa y veía lo que estaba comiendo su amigo.
-Ya te preparo algo, cariño –dijo atenta la madre.
Se sentó al lado de Frank y observó que ya estaba todo empacado. Las carpas estaban desarmadas y los bolsos cerrados. ¿No pensaban irse por la tarde?
-¿A qué hora nos vamos?
-Si tu hermana regresa pronto... como en una hora –respondió el padre mientras observaba su reloj.
En una hora quizás no alcanzaba a ir donde Samuel para contarle lo de Barcelona. Tenía que desarmar su carpa y guardar sus cosas. Desayunó rápidamente para ahorrar tiempo. Estaba rezando para que Caro no llegara tan pronto.
Por suerte, se demoró menos en desarmar la carpa que cuando la armó. Guardó sus cosas en el bolso como pudo y se ofreció para ir a buscar a su hermana.
-Yo voy contigo –dijo Frank.
-No –se apresuró en contestar Guillermo. Todos se voltearon perplejos por su reacción-. Digo, es que... Si la encuentro, me gustaría conversar con ella.
-Vale... -respondió su amigo para volver a sentarse en la mesa mientras hojeaba el periódico que estaba encima.
Una vez estuvo lejos del camping, corrió como si no hubiera un mañana para llegar a la casa de Samuel. Sin detenerse, saltó la cerca y atravesó el campo. Tocó la puerta rápidamente. Esperó unos segundos y no hubo respuesta. Volvió a tocar, pero nadie apareció.
Buscó piedrecillas y las lanzó a las ventanas del piso superior. Nadie se asomó a ver y Guillermo se impacientaba. Iba a tocar la puerta nuevamente cuando Samuel la abrió lentamente. Se veía cansado, como si tuviera muchos años más que el día anterior. Estaba despeinado y al parecer vestía la ropa que usaba como pijama.
-¿Estabas durmiendo?
-Hm sí, algo así –respondió Samuel mientras se refregaba la cara con ambas manos.
-Buenos días –Guillermo exclamó con alegría.
-Uhm... ¿qué ocurre?
-Tengo algo que contarte –se sentó en un banquito del pórtico y esperó a que Samuel lo imitara-. Ayer mis padres me contaron la finalidad de este viaje. Mi hermana preguntó por qué estaban tan felices desde que salimos de casa. Dijeron que antes de que yo naciera, ellos vivían en Barcelona y venían a acampar siempre aquí. A papá le ofrecieron un trabajo en Madrid cuando mamá estaba embarazada de mí, y la última vez que vinieron a acampar aquí, lo hicieron como una despedida. Ahora, vinimos también para despedirnos...
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De Azúcar Y Nieve (wigetta)
FanfictionGuillermo, un chico que oculta una etapa oscura de su vida, se ha acostumbrado a vivir consigo mismo y las pocas personas que lo rodean. Sujeto a la rutina y a su cuaderno que lo ha acompañado desde siempre, intenta sobrevivir cada día de su vida. F...