XXXI

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Lo siento,
mi poesía ya no es independiente.
Le escribo bajo el recuerdo
de un "adiós".
Nunca tuve miedo a la tormenta,
siempre que la veía venir
yo tenía una sonrisa.

Cuando yo te hablaba del infierno,
tú apenas creías en el diablo,
y yo ya había pasado
por todo lo que describía Dante.

A veces quisiera morir en tus piernas, pero siempre han sido tus manos
las que tratan de estrangularme.

Te perdí el nombre,
el recuerdo,
y en el mejor de los casos,
el respeto.

He creado cierta dependencia
literaria a tu recuerdo inexistente,
me levantaría en armas en un intento
barato de demostrar autonomía.

Sigo siendo el que te escribió
todo un edén lleno de serpientes.

Serpientes En El EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora