Capítulo 26.

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-No deberías leer así -dijo Paul intentando girar su cabeza para mirar a Arabella.

Ella se encontraba en el sofá con los pies apoyados en el respaldo y la cabeza colgando hacia abajo a la vez que aburrida releía las mismas líneas de hace 20 minutos. Dejó caer el libro y llevó sus manos a su rostro.

-No puedo concentrarme -alegó.

-Creí que te gustaban los libros que te recomendaban en la universidad.

-Este me lo recomendó papá -dijo a la vez que enseñaba la portada que contenía unas grandes y aburridas letras blancas con el título "El mundo empresarial".

Ella se puso de manera correcta, buscó los ojos de Paul y deslizó una sonrisa cautivadora en su rostro.

-¿Quieres leer conmigo? -preguntó y aquello realmente quería decir "¿Quieres leérmelo?".

Él titubeó unos instantes mientras ella ampliaba su sonrisa y hacía pucheritos para convencerlo. Intentó excusarse, no obstante sin saber cómo, en segundos, se encontró sentado en el sofá, con el libro entre sus manos y con Arabella apoyada en su pecho.

-Tú lees hasta el primer punto, luego yo, luego tú y así -explicó ella con la sonrisa en su voz.

Paul comenzó a leer pero no se detuvo en el primer punto debido a las quejas de Arabella de que había leído muy poco. Prosiguió y de vez en cuando bromeaba. Ella le dijo que mejor leyeran una página cada uno, y lo extendió de página en página a un capítulo cada uno pues eran cortos.

-Ya deja de evadirlo, te toca leer -dijo Paul al terminar el capítulo uno.

No obtuvo respuesta de Arabella. Se acomodó ligeramente para observarla. Ella, durante la lectura, se había, poco a poco, desplazado hasta apoyarse en su regazo y él vio que estaba durmiendo plácidamente. Depositó un beso en su frente y la observó. Parecía sonreír hasta durmiendo, pero era una sonrisa tranquila. Sus rasgos parecían resaltar más ahora, sobretodo sus escasas pecas que tanto adoraba él.

Él se levantó tratando de molestar lo más mínimo y la cubrió con una manta.

Se sentó frente a ella a contemplarla con ternura. Estaba abismado en sus pensamientos cuando el teléfono sonó.

-¿Diga? -se apresuró a contestar.

-Hola, Paul -dijo aquella voz femenina que no tardó en reconocer.

-Jane... Hola -contestó intentando ocultar su notoria sorpresa.

De todas las personas que esperaba que le llamaran, a quien menos esperaba oír era a Jane.

-¿Cómo estás? -preguntó él.

-Bien ¿y tú?

-Bien...-soltó aún confuso.

-Te llamaba para saber si vendrás mañana a nuestra casa -aclaró Jane, y él entendió todo.

-Oh, claro, si, por supuesto.

Ella rió ligeramente.

-¿Por qué susurras? -imitó su tono de voz.

Él no notó que estaba susurrando.

-Arabella está durmiendo...

-¿Arabella?

-Si...-Paul se percató de su error. Jane no podía enterarse de su romance, ni sospechar.

-No creí que fueran tan cercanos como para que ella fuera a dormir a tu casa...

-No, ella sólo vino a visitarme después de la universidad, estaba muy cansada y se durmió en el sofá -trató de sonar convincente.

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