Capítulo 34.

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Arabella lo observó con sus ojos algo pesados aún y los paseó, confundida, por el rostro de Paul inspeccionándolo.

-¿Por qué te disculpas? -preguntó sentándose en la cama.

Paul no pudo sostenerle la mirada. Se sintió débil ante sus ojos marrones posados en él, combinado con la dulzura de su voz.

Levantó los ojos.

-Por...llegar tarde -balbuceó.

Ella no le creyó. Su ceño se frunció levemente de forma automática. Paul notó esto, y por lo mismo, antes de que ella pudiera hacer cualquier pregunta, se lanzó a sus brazos.

Ella tardó unos segundos en reaccionar. Le correspondió el abrazo y le acarició el cabello. Paul se liberó de la tensión y permitió que todo a su alrededor desapareciera.

La piel de Arabella tenía un aroma exquisito.

La aprisionó un poco más con su cuerpo, como si de alguna manera quisiera que él y ella se fundieran para formar sólo uno.

-¿Qué ocurre? -preguntó con un toque de preocupación en su voz.

Buscó el rostro de la joven y lo tomó entre sus manos. Conocía cada detalle de su rostro y, aún así, cada vez que la miraba sentía como si observase una nueva y hermosa obra de arte.

No dudó en besar sus labios. Y lo hizo sin saber muy bien si esa sería la última vez que podría sentir esos labios sobre los de él.

Arabella pasó sus manos por el rostro de Paul.

-Cariño -susurró-, ¿qué ocurre?

-Te amo -admitió.

Porque eso era lo que pasaba. La amaba y no quería lastimarla, por eso debía alejarse.

Observó a Arabella y vio más allá de su rostro angelical. Vio su ternura, su libertad, su forma de ver la vida y todo lo que lo enamoró.

Y la tentación de dormir a su lado una última vez le impidió acabar con todo.

Así que rodeó a la joven con sus brazos y se recostaron en la cama.

Se mantuvieron en silencio, acurrucados, durante unos interminables minutos. Arabella pudo sentir como, poco a poco, el corazón de Paul se calmaba y sus latidos regresaban a la velocidad normal.

Deslizó sus dedos por el cabello de Paul, jugó con los cortos mechones. Luego, bajó su mano y la entrelazó con la de Paul.

Acercó sus labios a la frente de él y depositó un beso. Acto seguido, repitió la acción pero esta vez uno en cada mejilla. Por último, uno en los labios, el cual fue respondido por Paul con dulzura.

*

Arabella vestía un vestido corto, blanco con estampado floral. Paul no podía quitarle los ojos de encima. No sólo por lo bien que le sentaba el atuendo, si no también porque ella lo había acompañado con esa sonrisa que le iluminaba los días.

-Por favor, ven conmigo -pidió terminando de arreglar su cabello.

Él, absorto en sus pensamientos y admirándola, tardó en reaccionar. No dio cuenta de lo que ella le había dicho hasta que Arabella se encontraba a unos pocos centímetros de él, meciendo sus pestañas en forma de súplica.

-Me aburriré yo sola -hizo un mohín.

-Es incómodo estar con tus padres desde que saben...

-No estarás con ellos, estarás conmigo -sonrió.

Esas sonrisas ejercían un gran poder sobre él. Tomó sus manos y la acercó a él.

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