Capítulo 15

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-Actual-
~Narra Casilda~
Llevo toda la mañana pensando en Amaia y Pablo, en la buena pareja que harían los dos. Si le pedí ayuda a ella es porque, además de ser una gran amiga, no hacía más que quejarse de su soledad. Aproveché que necesitaba hacer unas prácticas para su trabajo en el máster y pensé en Pablo y su situación. Solo espero que él también la entienda porque aunque parezca dura, con nada la pueden destrozar.
Escucho la puerta de la entrada cerrarse de golpe, veo a Pablo solo, serio y con los ojos cristalizados, a punto de romperse por completo.
-¿Y Amaia?-le pregunto, él no me hace caso, ni me observa, sube las escaleras lentamente y de un portazo cierra la puerta de su habitación-Pablo ¿Puedo ayudarte?
-Nadie puede hacerlo-sentencia, con un suave sollozo.
Apoyo la cabeza en la puerta cerrada de su cuarto, aguantando mis ganas de llorar, me duele tanto tener que ver de esta manera a mi hermano y que me sienta inútil por no ayudarle.
Me despierta de mis pensamientos unos ruidos procedentes de dentro, escucho varias cosas caer o romperse y me temo que se le haya ido por completo la cabeza.
Marco el número de Amaia, con tanta rapidez que las dos veces que he llamado no existían los números marcados.
-¿Si?-me pregunta tan tranquila-¡Casilda! Estoy en la parte más interesante de la historia-ríe pero al ver que yo no la sigo se preocupa-¿Pasa algo?
-Es Pablo, está rompiendo cosas-escucho una silla moverse, varios gritos y unos pitidos detrás de la línea.
-¿Qué son esos ruidos?-me pregunta Sofía rascándose el ojo izquierdo con el puño cerrado, me había costado tanto que se durmiese...
-Nada pequeña, el tío está haciendo obras-intento sonreír entre lágrimas pero ella no se lo cree y hace un gesto que las dos entendemos.
La levanto del suelo y apoya su cabeza en mi hombro mientras que yo acaricio su cabello y la dirijo a su habitación.
-Echo de menos al Tío Pa.

~Narra Amaia~
Entro a casa sin encontrarme a nadie dentro de ella, intento buscar a su hermana pero Pablo es lo que más me importa. Mientras voy subiendo la escalera, voy escuchando golpes y sin darme cuenta choco con Casilda.
-Lo siento-comenta apresuradamente-¿Lo oyes?-asiento con pena de tener que darle la razón.
Llego a mi objetivo con temor de que me haga otra vez daño, tranquila, todo irá bien me decía mi madre cuando estaba a punto de tener un ataque de nervios en las épocas de exámenes y ahora mis nervios son los mismos.
Suspiro y abro sin más, observando el desastre que tengo delante de mi, primero a Pablo sentado en la cama con varias heridas en sus manos y después, los objetos rotos que hay a nuestro alrededor.
-No te acerques-comenta cuando pongo un pie dentro de la habitación-Solo quiero protegerte.
-No me das miedo-miento, todo lo que me rodea es para asustarse de quien lo ha provocado.
-¿Por qué?-me fijo en la herida que tiene en la mejilla derecha que no hace más que sangrar.
-Porque te quiero-digo sin darme cuenta de mis palabras-¿Cómo te has hecho esas heridas?-y al dar otro paso, piso un portaretratos hecho a pedazos con una foto de una chica rubia y él, se les veían tan felices.
-No encuentro mi cuaderno, me siento tan estúpido-se riñe a si mismo-¿Qué hago yo en este mundo donde no valgo nada y hago daño a la gente? He escuchado a mi hermana llorar en el pasillo.
Muerdo mi labio inferior y de mi cartera saco lo que tanto buscaba tirándolo al suelo-Lo tenía yo, yo tengo la culpa de esto-Pablo me mira sorprendido y lo recoge del suelo con una lentitud que me asusta.
-Confíe en ti-murmura levantándose de la cama y acercándose a mi.
Un paso adelante es un paso para atrás para mi hasta chocar con la pared-Lo hice para ayudarte.
-¿Para ayudar?-me coge de la camiseta balanceándome-Me la jugastes como un idiota ¿¡Qué has leído!?-chilla e intento decir algo pero las palabras no me salen.
Casilda al oír todos los gritos llega a salvarme, cuando intenta separarnos, su hermano la empuja y ella cae en el suelo cortándose con los cristales rotos-Llama un médico-me suplica su hermana-¡Corre!
-¡No! ¡No necesito más médicos!-grita y se sienta en el suelo colocándose su mano en el pecho y poniéndose blanco como la nieve.
-¿Pablo?-me agacho para ponerme a su altura y escucho como respira con dificultad-¡Pablo Pablo!-nuestras miradas se encuentran pero no resiste más y los cierra cayendo su cuerpo sobre mis brazos.

Una Estúpida Ilusión Where stories live. Discover now