Capítulo IV

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Jurar no era algo a lo que Kiara estuviese acostumbrada. No lo hacía a menudo. Prometer era distinto. Las promesas podían romperse con mayor facilidad, nadie moría por romper una promesa. Pero jurar, jurar era tan distinto. "Juramento", Kiara tanteó la palabra y dejó que jugueteara en la parte superior del paladar,"Ju-ra-men-to". ¿Hell se enfadaría mucho? ¿La golpearía?Nunca lo había hecho, pero ¿lo haría si descubría que estaba sentada en aquel autobús de camino a ver a su hermano?

-¿Quieres?

-No, gracias.

La mujer se encogió de hombros y guardó el paquete de galletas tras mordisquear un par de ellas. Llevaba un tinte horrible, de un tono amarillento que debió ser rubio pero que acabó en catástrofe. Olía, además, a manzanilla. Kiara casi podía ver a aquella enorme mujer vertiendo todo el contenido de un frasco de colonia barata sobre su vestido. Ir en bus comportaba ese tipo de incomodidades, pero sabía que eran completamente necesarias. Si cogía un taxi y Hell descubría que había salido, le costaría una sola llamada localizarla. No quería correr riesgos.

Evocó a Hell en su memoria, se deleitó con la imagen. Dibujó los trazos de su mandíbula y la caída de sus párpados al escucharla hablar, dibujó su inocencia en lo más profundo de su mente. Sus manos adaptándose a la forma de su cintura, bajando por sus caderas. Y esa sonrisa que se le escapaba cuando compartía una mirada cómplice con ella, esa condenada sonrisita. "¿No crees que son todos unos idiotas, niñata? ¿No ves que vivimos encerrados en esta jaula dorada?", parecía querer decir.

Echó la cabeza hacia atrás. Los cristales estaban empañados por el frío. Pronto acabaría el invierno. Dios, sentía tanta ansiedad por estar engañando a Hell. Se estaba ahogando. Pero ya era tarde para echarse atrás. Había llegado a su destino. Trastabilleó hasta la puerta y se llevó el inhalador a los labios. Un golpe seco inundó sus pulmones. Hacía tanto que no sufría un ataque de asma que un simple síntoma como aquel la asustaba.

En la parada no había nadie más que León. Estaba de pie, con las manos en los vaqueros y una sudadera de Metallica. Tenía un par de golpes en la mandíbula y el cuello. La miraba con los labios entreabiertos.

-Hola, peque.

Kiara no habría sabido definir lo que sentía en aquel momento. El corazón se le aceleró y sonrió.

-Quiero darte un beso.

León curvó la comisura de los labios y le giró la cara. Kiara entendió esto como una invitación y se le lanzó encima.

-¡Te he echado tanto de menos! - exclamó abrazándolo con fuerza.

-Y yo a ti, peque.

Kiara rio y se apartó un par de pasos para verlo mejor. Ah, se sentía muy bien. Podría haber gritado de felicidad. Cada vez que pensaba que había estado con León en la barriga de su madre, sentía esa conexión invisible que los atraía irremediablemente.

-He cogido cuatro autobuses hasta aquí – informó Kiara echándose el pelo hacia atrás -. Al menos podrías echarme un piropo.

-Estás guapa.

-¿Solo guapa?

-Muy guapa.

Kiara se conformó con aquello. Estaba demasiado contenta para prestar atención a nada más que no fuese su propia felicidad y León.

-¿Está bien esto? - preguntó su hermano.

-¿El qué?

Comprendió al instante. Kiara llevaba una chaqueta roja de Armani que le había regalado Hell el mes pasado. Siempre que se la ponía recordaba aquella tarde de compras.

Heroína (Saga Adrenalina III)Where stories live. Discover now