GRIEGO

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—Me vale— dijo, decidido—. Quiero que salgas conmigo por lo tanto necesitaras ropa— y comenzó a mirar las tallas de los pantalones.

Seunghyun guardo silencio.

Jiyong alzo los ojos y capto la tenebrosa mirada de él.

—¿Qué?

—¿Qué de qué? — espeto él.

—Nada. Vamos a ver cuál de estos te queda mejor—cogió unos cuantos jeans de diferentes tallas y se los ofreció. Por el modo en que Seunghyun reacciono, cualquiera habría pensado que le estaba dando una porquería.

Ignorando su amenazante apariencia, el castaño lo empujó hacia los probadores y cerro con fuerza la puerta de este.

Seunghyun se quedó paralizado al entrar en el pequeño cubículo. Su imagen le asalto súbitamente desde tres ángulos diferentes.

Durante un minuto, fue incapaz de respirar mientras luchaba con el irrefrenable deseo de huir del estrecho y reducido lugar. No podía hacer un solo movimiento sin darse un golpe con la puerta o los espejos.

Pero aun peor que la claustrofobia, fue enfrentarse a la imagen de su rostro. Hacia siglos que no contemplaba sus reflejo. El hombre que tenía delante se parecía tanto a su padre que le entraron deseos de romper aquel cristal. Tenía los mismos rasgos angulosos y la misma mirada desdeñosa.

Lo único que no compartían era la profunda e irregular cicatriz que atravesaba la mejilla izquierda de su progenitor. Por primera vez en incontables siglos, Seunghyun contemplo la desagradable imagen de las tres trenzas pequeñas pegadas a su cabello que le identificaban como general.

Alzó una temblorosa mano y las tocó mientras hacía algo que no había hecho en mucho tiempo: recordar el día que se ganó el derecho a llevarlas.

Durante la batalla de Tebas, el general que les comandaba cayó abatido y las tropas macedonias comenzaron a replegarse aterrorizadas. El agarro la espada del general, reagrupo a sus hombres y les condujo a la victoria, aplastando a los romanos.

El día posterior a la lucha, la Reina de Macedonia en persona le trenzó el cabello y le regaló las tres cuentas de cristal que las sujetaban en los extremos.

Seunghyun encerró las pequeñas bolitas en un puño.

Esas trenzas habían pertenecido alguna vez a un orgulloso y heroico general macedonio, cuyo ejército fue tan poderoso que obligo a los romanos a dispersarse aterrorizados.

El recuerdo lo atormentaba.

Bajo la irada hacia el anillo que llevaba en la mano derecha.

Un anillo que había estado allí tanto tiempo que ya no era consciente que existía; hacia mucho que había olvidado su significado.

Pero las trenzas...

No había pensado en ellas desde hacía muchos, muchos siglos.

Tocándolas en ese momento, recordaba al hombre que una vez fue.

Recordaba los rostros de sus familiares. A la gente que se apresuraba a servirle. A aquellos que le temían y le respetaban.

Recordaba una época en la que el mismo gobernaba su destino, y el mundo conocido se extendía ante el para ser conquistado.

Y ahora no era más que...

Con un nudo en la garganta, cerró los ojos y se quitó las cuentas del extremo de las trenzas, antes de comenzar a deshacerlas.

El Amante Perfecto (Gtop)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt