Atenea

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Jiyong permaneció inmóvil durante horas, escuchando la respiración tranquila y acompasada de Seunghyun, mientras dormía a su lado. Había colocado una pierna entre sus muslos y le rodeaba la cintura con un brazo.

La sensación de su cuerpo, envolviéndolo, lo hacía palpitar de deseo.

Y su olor...

Lo que más le apetecía en esos momentos era darse la vuelta y enterrar la nariz en el aroma cálido y amaderado de su piel. Nadie la había hecho sentirse así jamás. Tan querido, tan seguro.

Tan deseable.

Y se preguntaba cómo era posible, teniendo en cuenta que apenas se conocían. Seunghyun llegaba a una parte de su interior que iba más allá del mero deseo físico.

Era tan fuerte, tan autoritario... Y tan divertido. Lo hacía reír y le encogía el corazón.

Alargó el brazo y pasó los dedos con suavidad por la mano que tenía colocada justo bajo su barbilla. Tenía unas manos preciosas. Largas y ahusadas. Aun relajadas durante el sueño, su fuerza era innegable. Y la magia que obraban en su cuerpo...

Un milagro.

Pasó el pulgar por su anillo de general y comenzó a preguntarse cómo habría sido Seunghyun entonces. A menos que la maldición hubiese alterado su apariencia física, no parecía ser muy mayor, no aparentaba más de treinta.

¿Cómo podría haber liderado un ejército a una edad tan temprana? Pero claro, Alejandro Magno apenas si tenía edad para afeitarse cuando comenzó sus campañas.

Seunghyun debía haber tenido una apariencia magnífica en el campo de batalla. Jiyong cerró los ojos e intentó imaginárselo a caballo, cargando contra sus enemigos. Podía ver una vívida imagen del general vestido con la armadura y con la espada en alto mientras luchaba cuerpo a cuerpo con los romanos.

— ¿Jasón?

Jiyong se tensó al escuchar el murmullo. Seunghyun estaba dormido.
Giró sobre el colchón y lo miró.

— ¿Seunghyun?

El adoptó una postura rígida y comenzó a hablar en una confusa mezcla de coreano y griego clásico.

— ¡No! ¡Okhee! ¡Okhee! ¡No! —y se incorporó hasta quedar sentado en la cama.

Jiyong no podía saber si estaba dormido o despierto.

Le tocó el brazo instintivamente y, lanzando una maldición, él lo agarró con fuerza y tiró del rubio hasta ponerlo sobre sus muslos. Después volvió a arrojarlo a la cama, con una mirada salvaje y los labios fruncidos.

— ¡Maldito seas! —gruñó.

—Seunghyun —jadeó Jiyong, luchando por liberarse mientras él lo agarraba con más fuerza por el brazo—. ¡Soy yo, Jiyong!

— ¿Jiyong? —repitió con el ceño fruncido, intentando enfocar la mirada.

Se apartó de él parpadeando. Alzó las manos y las observó como si fuesen dos apéndices extraños que no hubiese visto jamás. Después clavó los ojos en Jiyong.

— ¿Te he hecho daño?

— No, estoy bien. ¿Y tú?
Él no contestó.

— ¿Seunghyun? —dijo mientras le tocaba.
Se alejó del rubio como si se tratara de una criatura venenosa.

— Estoy bien. Era un mal sueño.

— ¿Un mal sueño o un mal recuerdo?

— Un mal recuerdo que me persigue en sueños —murmuró con la voz cargada de dolor, y se levantó—.Debería dormir en otro sitio.
Jiyong lo cogió por el brazo antes de que pudiera marcharse y lo acercó de vuelta a la cama.

El Amante Perfecto (Gtop)Where stories live. Discover now