Capítulo I

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La música resonaba por todo mi alrededor, pero sobretodo daba vueltas en mi cabeza

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La música resonaba por todo mi alrededor, pero sobretodo daba vueltas en mi cabeza. ¡Cómo me dolía la cabeza! pero si solo fuera eso todo estaría bien. Me dolía el corazón, y aquello ningún paracetamol lo podía remediar.

Se suponía que iba a ser la gran fiesta, una fiesta monumental, con fecha de inicio pero no de final. Todo iba de maravilla, mejor que eso, era realmente feliz. Después en algún momento todo se torció y pasé a escuchar unos leves sollozos, hasta que me di cuenta de que eran los míos propios. ¿Por qué lloraba? Me apresuré a secar con el dorso de la mano las incipientes lágrimas que habían salido de mis ojos. Lo cierto es que no sé bien cuando la fiesta dejó de ser un paraíso para convertirse en un infierno.
Me sentía bien, había terminado mi carrera de criminología. Tenía toda la vida por delante, y no le temía a nada y a nadie. Decidí ir a esa estúpida fiesta porque mis compañeros me empujaron a ello, yo nunca fui en plan de fiestas y líos de una noche. Me había preparado duramente hasta estar dónde hasta la fecha había llegado. Finalmente, tras interminables e innombrables horas de estudio en las cuales el reloj parecía detenerse, había obtenido mi título de criminóloga. Había pues, salido con mis amigos, sólo quería dejar atrás todas esas horas de estudio. Necesitaba divertirme por un rato, dejar de ser quien era, desvanecer el presente. Pero la noche cambió de un momento para otro, cuando vi a Esteban, mi novio, besando y tocando descaradamente a una chica. Cuando presencié la escena, me quedé de piedra, con el vaso rojo en la mano izquierda, supongo que contenía vodka, sinceramente no lo sé y no me importó ni lo más mínimo, cuando de una sola vez bebí todo el alcohol y sentía que me iba quemando por el esófago. Pero aquel dolor era leve, casi era agradable, comparado con lo que sentí cuando vi sus labios juntos. Me sentí traicionada, delante de mis narices estaba besando a una chica que creía conocer pero debido a que la bebida se me estaba comenzando a subir a la cabeza no sabía de qué la conocía. Tampoco me molesté en averiguarlo. Aquella noche estaba siendo horriblemente larga y no veía momento de ponerle fin.

Armada de valor, supongo que debido al vodka que aún inundaba mi cuello y encendía un incendio a su paso, me acerqué a ellos. Apenas se percataron de mi presencia, ni siquiera cuando toqué en el hombro a Esteban. La ira se iba apoderando de mí lenta y dolorosamente, y por irónico que pareciera creí que en ese momento podía ocurrir un crimen si alguien no me detenía, arremetido contra aquella chica. Sin pensarlo me abalancé a Esteban, le golpeé en el pecho con todas mis fuerzas, él no pareció darse cuenta de qué pasaba, seguramente iba tan borracho que ni se dio cuenta, pero en sus ojos no había rastro de ebriedad. Él nunca bebía. Tal vez la chica no estaba en sus mejores momentos, pero él era plenamente consciente de sus actos, y sólo cuando me miró a los ojos se dio cuenta de todo el odio que se albergaba tras ellos. Fue como si a través de mis ojos le dijera: "Has tocado fondo, Esteban. La has cagado completamente."

No esperé a que dijera nada, era estúpido que intentara excusarse, pero creí que merecía respuesta, después de haber salido con él durante cuatro años y tres meses. Y es que así era, contaba cada día que pasaba a su lado, porque me parecía que era lo más increíble que me podía suceder. Le tenía en un pedestal, le admiraba, le amaba con toda mi alma. Pero en apenas unos segundos cayó de ese pedestal y entré en razón. Y todas esas emociones pasaron a formar parte de un tiempo en pasado.

¿Qué ocultan sus miradas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora