Capítulo XIX

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Estaba en el vestuario quitándome el uniforme cuando pensé en Diana, hacía mucho tiempo que no la veía, concretamente, desde que abandoné el módulo dos, y le echaba de menos ya que había sido una de las personas con quien había hablado más

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Estaba en el vestuario quitándome el uniforme cuando pensé en Diana, hacía mucho tiempo que no la veía, concretamente, desde que abandoné el módulo dos, y le echaba de menos ya que había sido una de las personas con quien había hablado más.  Guardé el uniforme en la taquilla y después de cerrarla con llave me fui del vestuario en dirección al módulo dos.
Esperé encontrar a Diana dando una de las últimas rondas antes de cambiar el turno y que llegasen los trabajadores de la noche. No sabía dónde podía encontrarla así que me dirigí a las celdas que solía frecuentar en su compañía durante las rondas en las que visitaba a Uriel.
A medida que avanzaba por aquellos pasillos que habían pasado a ser algo desconocido y no la veía pensaba que había llegado tarde y que se había ido, de hecho, sabía tan poco de ella, que no tenía ni la más mínima idea de si seguía allí trabajando, pues algunos de los funcionarios y celadores con los que había trabajado estaban allí durante apenas unos meses, con suerte un año o algunos más, supongo que cada cual estaba aguantando hasta que no podía más y por aquel entonces la única solución era abandonar la prisión.
Cuando estaba a punto de irme a casa ya que no había visto ni rastro de Diana una conocida voz me sobresaltó a mis espaldas:
-¡Maia!-Me dijo Diana y en un acto reflejo me giré. Al verme, me abrazó, contenta de volverme a ver. -¿Cómo estás?-Preguntó con efusividad.
-Lo cierto es que los días en el módulo uno son diferentes a cuando estás en el módulo dos, pero estoy bien-Le dije sonriendo.
-Oye, ¿te parece bien que quedemos en media hora en el café de la esquina?-Me propuso antes de añadir:-Ahora pronto acaba mi turno, hoy he tenido que recuperar unas horas más pero pronto acabo-Me informó y asentí.
Me encaminé hacia la cafetería en la que a veces solía quedar con Diana, pero sobretodo con Eduardo y entonces pensé, ¿cómo había sido posible que al final le hubiese olvidado? Estaba claro que no le había olvidado a él ni a tampoco a sus hijas, pero lo cierto es que había varias razones por las cuales ya no pensaba en lo ocurrido, para empezar, había pasado tiempo y poco a poco la rutina se había vuelto a restablecer en la cárcel. Y también debía pensar que la adopción de sus hijas, por el momento era algo que no podía llevar a cabo, dado que uno de los requisitos para la adopción era tener una buena estabilidad tanto a nivel laboral como personal y yo sabía que estaba bien en el trabajo, pero mi día a día era un completo caos y a cada día que pasaba me daba cuenta de que si a alguien que no me conociese le contara mi vida no se creería nada.
Distraída, entré en la cafetería y tomé asiento, cuando una camarera se me acercó para que hiciera el pedido le dije que estaba esperando a alguien y me volvió a dejar sola. Unos minutos más tarde, llegaba Diana con el pelo suelto y también sin el uniforme de funcionaria.
Tomó asiento a mi lado y me miró sonriente.
-Te he echado de menos-Me dijo-Eres una gran compañera de trabajo, que aunque esté cansada sigue hablando y sigue con la misma ilusión del primer día, quizás estás cansada y eso se nota, pero a tu lado, haces que estar aquí sea algo más soportable. Me gustaba trabajar a tu lado, porque nos hacíamos compañía durante los interminables turnos-Terció y no pude estar más de acuerdo en que ella para mí, también había sido alguien importante.-¿Cómo estás con Uriel?-Me preguntó y la pregunta no me pilló por sorpresa, ya lo esperaba. Con Diana siempre hablaba de Uriel, se convirtió en una especie de confidente y lo mejor fue que ella pasó a ser una de las pocas personas que me animaba cuando lo necesitaba y si más no, ella en ningún momento juzgó ninguna de las decisiones que tomé. Siempre intentaba ayudarme sin pensar en si lo que estaba haciendo era lo correcto o no, conversar con ella siempre era de gran ayuda.
-Realmente desde que nos vimos por última vez, creo que han cambiado bastantes cosas...-Empecé a decir insegura de cómo continuar.
-¿A qué te refieres?-Preguntó confusa-Cuéntame todo lo que haya pasado-Inquirió con una sonrisa-Tengo toda la tarde para saber qué ha sido de ti después de pasarte al módulo uno.
Como sabía que hacerle salir de sus ideas era imposible, decidí que lo mejor era empezar la historia por el principio, es decir, desde los primeros días en los que había estado en el módulo uno.
-Como bien sabrás, Uriel fue trasladado por cuestiones de comportamiento. Al principio parecía ser alguien que simplemente estaba rebotado contra el mundo y se mostraba así, pero con los días fui comprendiendo que Uriel podía llegar a ser agresivo hasta con el personal que trabaja en la cárcel y aquello, no dejaba de suponer un peligro hasta para mí misma y para las personas con quienes nos relacionábamos más con él. Cuando Marcos tomó la decisión de traspasarle al módulo uno, me llamó a su despacho para decirme que yo también me iría con él puesto que no dejo de tener su custodia mientras él esté en la cárcel. Después de ello, pensé que tendría que adaptarme, pero los días en el primer módulo resultaron más difíciles de lo que a veces llegué a pensar-confesé mientras inspiraba profundamente-No me malinterpretes, en el módulo dos tampoco se está en un palacio, de hecho, estar en la cárcel no es para nada algo deseable, pero al menos en el módulo dos, con todas las peleas a las que debía enfrentarme pasé a encontrar mi lugar y estaba bien. En el módulo dos los reclusos siguen estando presos pero tienen más libertades, ¿me entiendes?-Le dije y vi que asentía-En cambio, en el módulo uno, todo es más complicado, reina un silencio roto por algunos gritos desgarrados que a veces escucho, los reclusos bajo ninguna circunstancia pueden salir de su celda y hasta debo traerle la comida a los presos que me han sido asignados ya que no pueden ir ni al comedor. Imagínate mi nivel de cansancio algunos días, pero me esfuerzo por ir cada mañana a trabajar sin quejarme ya que estoy donde quería estar.
-Bien, todo eso ya lo sé-Dijo interrumpiéndome, pero en realidad, quiero que te centres en qué hay entre tú y Uriel.
-A eso iba, como te he dicho en el módulo uno es mucho más estricto hasta llegar al extremo de que no se puede ni hablar entre reclusos o hasta con los funcionarios.
-Entonces, eso significa que no habéis podido hablar demasiado.
-Exactamente, no llegábamos a intercambiar más de dos palabras porque ambos sabemos que aquí es un mundo diferente. Pero-Dije haciendo una pausa con la cual parecía que capté el interés de Diana-Esto no es ni mucho menos todo. Resulta que cansada por todo el estrés acumulado pedí unas vacaciones y al volver Marcos me informó de que Uriel había pedido un vis-a-vis con el cual quería verme.-Solté y vi que se quedaba atónita durante unos segundos.
-No puede ser, ¿quería verte a ti?-Exclamó sorprendida.
-Sí, en el primer vis-a-vis sólo hablamos, supongo que por mi parte me sentía tranquila al saber que no estaba haciendo nada incorrecto pues en aquel espacio no estaba en presencia de los celadores, pero todo cambio en el segundo vis-a-vis. –Dije interrumpiéndome sin querer continuar.
-¿Por qué?-Insistió y no supe cómo no sacar el tema.
-Digamos que al ser un vis-a-vis íntimo es el destinado a parejas y por lo tanto... Bueno, ya se sabe lo que acostumbra a pasar, ¿no?-Dije y vi que aún estaba más asombrada.
-Sigo en estado de shock, Maia, nunca creí que fueras capaz de acostarte con un recluso-Dijo y visto así me sentí realmente mal. -¿Estás de broma?-Espetó y me miró incrédula para apresurarse a decir-Perdóname, no quiero juzgarte ya que sé que le quieres y es imposible ocultarlo durante tanto tiempo y además es muy cruel que la persona que amas esté cerca de ti pero que sepas que no puedes ni hablar. Por una parte me esfuerzo por entenderte, pero me cuesta creerlo porque está en juego tu trabajo y bien... Sabes perfectamente que nada de esto es racional y en el mejor de los casos sólo saldrás herida, en el peor... Nadie sabe qué puede pasar. Pero aún así déjame decirte que estás jugando a algún juego muy peligroso y debes retirarte a tiempo, antes de que todo salga mal.
-Lo sé, Diana, lo sé demasiado bien y por ello de momento espero que no lo llegué a saber más de las personas ya lo saben.
-¿Quién lo sabe?-Me preguntó con recelo.
-Marcos-Dije simplemente-Él desde el primer momento supo que pasaba algo con Uriel, pero está dispuesto a pasarlo siempre y cuando nada de esto afecte a mi trabajo.
-Estás en problemas, Maia, ni tú misma te crees en la de problemas en las que sola te has metido-Dijo suspirando y no supe qué responderle ya que sabía que estaba en lo cierto. Estaba hasta el cuello de problemas en los que como bien había dicho, me había metido por propia voluntad.
-¿Tú qué harías en mi situación?-Le pregunté unos segundos después.
-Sinceramente, es una situación muy difícil, así que no sé cómo reaccionaría. Si bien es cierto que nadie escoge de quién enamorarse, debes vigilar porque habrá quien se opondrá y hará todo lo posible para interponerse entre tú y Uriel. Te sugeriría que por el momento mantuvieses las distancias, pero creo que ya es tarde-Dijo apesadumbrada-Siempre pensé que eras una chica reflexiva, pero supongo que todo el mundo tiene días en los cuales no puede esperar más para demostrarse tal y como es. No dejas de ser humana y tienes necesidades y carencias pero no me gustaría verte sufrir innecesariamente...-Me dijo Diana mientras me miraba con tristeza, como si fuese un juguete roto.
-No pasará.-Dije con más seguridad de la que aparentaba.
-Ahora mismo, no sabes qué puede y qué no pasar. Estás en la cuerda floja-Sentenció pero me negué a creer en ello.
-Si durante mucho tiempo he ido superando obstáculos que otras personas ni siquiera habrían afrontado, ¿por qué no puedo sobrellevar estar con Uriel aunque sólo nos podamos ver en algunos vis-a-vis?
-Maia, sabes tan bien como yo y como él, que nada de esto es una realidad sino que es sueño. Siento decírtelo pero es la verdad, ¡despierta! Cuando él salga de la cárcel tendrás cerca de cuarenta años y ya habrás consumido casi la mitad de tu vida, ¿estás dispuesta a esperarle tanto tiempo? El vis-a-vis es sólo un tiempo, no dura eternamente y sabes que siempre necesitarás algo más. Puede que por el momento logres conformarte, pero esto no es nada más alejado que un espejismo. No quiero desanimarte, pero durante todo este tiempo, ¿por qué no pruebas a encontrar el amor y te olvidas de Uriel? Quizás sea lo que necesites. –Como siempre, me gustaba hablar con Diana, pero aquella vez no sabía cuál era el propósito de la conversación y llegué a pensar que había sido una mala idea quedar con ella y que aquello sólo me había servido para confundirme, cuando ya estaba más que confusa respecto a toda la situación y ya me sentía bastante dividida.
-Lo siento, Diana, pero no necesito buscar el amor porque ya lo he encontrado, y si de verdad le amo, lo demostraré a medida que pasen los días. Estoy segura de ello, y sé que lo que estoy haciendo no es ni mucho menos razonable y también sé que hay demasiadas cosas en juego y que me estoy lanzando al fuego con los ojos cerrados, pero sé que algún día todas las piezas del rompecabezas se juntarán y entonces, por fin tendré un presente con Uriel.
-¿De verdad quieres seguir soñando?-Insistió y el tono de la conversa se me hizo un tanto repetitivo.
-Prefiero soñar antes que ver la realidad que se asemeja a una pesadilla.
-Entonces, buena suerte-Dijo y vi que se le ensombrecía el semblante. Me encogí de hombros porque no sabía qué decir, comprendía lo que me quería decir pero nadie que no estuviese en mi situación podía saber una mínima parte de todo lo que pensaba día tras día una vez cruzaba las puertas que me conducían a la cárcel.
El resto de la conversa se centró en otros aspectos, intenté evitar hablar de Uriel ya que sabía que era un tema polémico y pasé a hablar de ella sobre demás temas en la cárcel. Me sorprendí al darme cuenta de que las horas habían pasado en un interminable cotilleo que iba desde los funcionarios y los celadores hasta los reclusos.
Pese al inicio de la tarde, fue agradable volverme a encontrar con una amiga.
Al caer la noche, pensé que hacía demasiados días que no había visto a mis padres, y aún estando cansada me desvié del camino que me llevaba a casa para pasar por delante de la casa de mis padres y hablar con ellos un rato.
Finalmente, terminé quedándome a cenar con ellos.
-¿Has leído el periódico?-Me preguntó mi padre.
-No, ¿por qué?-Le pregunté mientras me tomaba el último sorbo de café.
-Hablan de que en una cárcel de España se ha fugado un preso y le han encontrado muerto. Menudas ocurrencias que debes vivir día a día en la cárcel, ¿verdad?-Me dijo y antes de que pudiera responder mi madre habló:
-No quiero que habléis de la cárcel delante del niño-Dijo refiriéndose a mi hermano Juan.
-¿Por qué no?-Dije un poco de mal humor-Él también tiene derecho a saber qué pasa más allá del mundo conocido como "normal". También debe ver que el mundo no es perfecto ni mucho menos la sarta de mentiras que nos quieren hacer creer día tras día. La vida es más cruda de lo que se pinta en las películas y sólo cuando se conocen unas cuantas historias ves la vida desde otros horizontes.
Por parte de mi hermano, éste, nos miraba a mí y a mi madre alternativamente. Finalmente me miró a mí.
-¿Algún día podrías contarme historias de la cárcel? Siempre me ha interesado-Dijo y sonreí al ver que él no se interesaba en absurdas series de dibujos animados o en juegos de ordenador que poco le aportaban. Antes de que pudiese responder nada mi madre se volvió a oponer a ello.
-No permitiré que le hables a tu hermano de esas horribles historias que a menudo le cuentas a tu padre, no voy a dejar que le llenes la cabeza de tonterías. Porque si tú quieres seguir por aquel camino, adelante tú, pero no metas a la gente. Nadie quiere escuchar lo que pasa.
-Ese es el problema, mamá, nadie quiere escuchar las desgracias, ¿no es así? ¿A caso no es mejor vivir pensando que todo es de color rosa antes que en el día a día muchas personas pasan hambre y se ven obligadas a robar para poder tener algo en el estómago?
Vi que mi madre empalidecía en parte por la dureza de mis palabras, en parte por el tono seco de mi voz. Durante unos segundos se limitó a quedarse en el más absoluto silencio, sin mediar palabra alguna.
-Juan, ¿no tenías que seguir estudiando?-Dijo cuando dejó de mirarme. Sin embargo, mi hermano se quedó clavado en la silla sin moverse. –Juan, ¿me has escuchado?-Siguió insistiendo.
-Es estúpido que intentes protegerle, tarde o temprano el mundo te va dando todas las lecciones y si no te las enseñan, al final aprendes a asumirlas por tu propia cuenta. –Vi cómo mi hermano finalmente se iba ante la insistencia de mi madre y en el salón nos quedamos mi padre –que no había dicho nada en el transcurso de la discusión-, mi madre y yo.
-¿Te parece bonito hablarle así al niño?-Dijo con evidente enfado mi madre.
-Para empezar, el niño ya tiene quince años y pronto empezará a entender el mundo lejos de una mirada infantil, ¿lo sabías?
Por toda respuesta, mi madre se cruzó de brazos y se fue a lavar los platos mientras que mi padre se quedaba quieto sopesando la reacción de ambas. Escuché el portazo proveniente de la cocina y cuando supe que no me escuchaba hablé con mi padre.
-Desde siempre me intentasteis proteger, diciéndome que en el mundo había personas muy buenas, lo cual es verdad, pero pocas veces mencionasteis la crueldad que se oculta en el mundo. Siempre que cenábamos quitabais las noticias, como si así salvarais mi mente influenciable y entiendo que no es agradable ver cuerpos mutilados durante una cena familiar, pero conforme pasan los años, está bien aprender a ver la realidad, porque es algo a lo que terminas enfrentándote.
-Yo siempre lo creí, Maia, y a menudo discutía con tu madre cada vez que se preocupaba tal vez en exceso cuando salías de casa. Con Juan se ha vuelto aún más protectora si cabía y por mi parte ha sido un error no impedírselo, pero no sabía cómo-Dijo arrepentido-Cuando le dijiste que querías estudiar criminología puso el grito en el cielo y se opuso mil veces a ello, dijo que te trastornaría y que sería una completa locura, pero al final le convencí para que pudieses estudiar lo que deseabas. Ella nunca estuvo de acuerdo, pero cuando vio que eras feliz con aquello, no le quedó más que resignarse.
La conversación aparentemente había quedado allí, si no hubiese sido porque vi que mi hermano volvía al salón y me decía:
-¿Algún día me podrías enseñar la cárcel?-Y en aquel preciso momento mi madre salía de la cocina y al escuchar la pregunta empalidecía nuevamente.
-¡A tu cuarto de una vez!-Le gritó pero él no se fue. –Y tú-Dijo señalándome-Vete. Ya has dado bastante espectáculo al menos por hoy, ¿no crees?
No dije nada mientras que busqué la carpeta que siempre llevaba conmigo y me fui de casa. Allí no se me había perdido nada, pensé después de ver cómo a veces lo mejor era guardarse algunas cosas para sí mismo.
Y entonces pensé, ¿qué pensaría mi madre si supiera todo lo que había pasado con Uriel? No quise ni imaginármelo.

¿Qué ocultan sus miradas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora