Capítulo XV

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Había pasado a aprenderme de memoria la rutina de la cárcel de principio a fin

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Había pasado a aprenderme de memoria la rutina de la cárcel de principio a fin. Cada día estaba estructurado del mismo modo que el anterior, así un día normal se resolvía de la siguiente manera: A las ocho en punto entraba a trabajar, me cambiaba de ropa y me preparaba para un nuevo día junto con los demás funcionarios. A las ocho y media empezábamos a abrir las celdas de los reclusos y tenían un cuarto de hora para abandonar sus celdas y dirigirse hacia el comedor para desayunar. Mientras desayunaban, junto con Diana y otros celadores nos encargábamos de revisar las celdas. A continuación cada cual se dirigía hacia el lugar que le había sido asignado, había quienes trabajaban en las zonas comunes y hasta algunos reclusos asistían a determinados programas para tratar sus adicciones como lo eran las drogas o al alcohol. Después, volvían al comedor, y regresaban a sus celdas, entonces funcionarios y celadores pasábamos a visitar una por una todas las celdas y así ir haciendo un recuento de los reclusos que estaban y el comprobar que todo estaba en orden. A partir de entonces tenían un rato de descanso, y alrededor de las cinco de la tarde pasaban a estar al patio si querían y allí era cuando podían estar en contacto con otros presos que ocupasen el mismo módulo en el que se encontraban.

Uriel estaba en el segundo módulo y tenía permiso para salir de la cárcel durante las horas en las que trabajaba.

Cuando algún recluso no cumplía con las normas solían pasar al primer módulo que era el lugar en el cual se encontraban los presos que llamábamos como potencialmente peligrosos. Allí se encontraban todo tipo de personas, pero en especial aquella gente que había atacado alguno de los trabajadores de la prisión, éstos, no tenían permiso alguno para salir.
Yo me dedicaba a vigilar el segundo módulo principalmente, pero en algunas ocasiones en las que se daban bastantes bajas podía hasta llegar a dedicar un tiempo a atender el primer módulo.

Tardé bastante tiempo en aprender que la cárcel se dividía por módulos. Desde mi llegada me enseñaron que los reclusos se distribuían en celdas según su comportamiento, así que aquellas plantas en las que había un número de celdas en realidad significaban que eran módulos en los que se clasificaban según su comportamiento.

Los procedimientos a realizar cuando algo estaba fuera de control siempre eran los mismos, en ocasiones por uno mismo nos podíamos encargar de solventar el problema, otras veces si la situación lo precisaba, requeríamos de la ayuda de demás celadores.

En mi caso, en ocasiones había encontrado algunos presos ocultando droga en sus habitaciones, sobretodo en los que llegaban hacía relativamente poco tiempo. También me habían atacado en diversas ocasiones, por suerte, no había salido gravemente herida, pero después de que me atacasen aquellos reclusos habían pasado a ocupar el primer módulo.

A medida que pasaba el tiempo, la mayoría habían aprendido a acatar las normas, porque a fin de cuentas era lo único que podían hacer siempre y cuando no quisieran más problemas.
Aún así, había algunos que se resistían a cumplir con lo establecido y se rebelaban a cada momento, eran aquellos precisamente los que a base de castigos terminaban aprendiendo.

¿Qué ocultan sus miradas?Where stories live. Discover now