#2: El lado oscuro de London White [Parte 2]

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Era hora de darle un pequeño susto al niño bonito ese.

Ya todo estaba en silencio, me encargué de disolver un laxante en el vaso de agua de Jace, para que duerma profundamente.

Salgo de mi habitación, y me dirijo a la del presumido, y cuando lo veo, tal y como lo supuse, está dormido como un bebé.

Me acerco, sin hacer ruido, y muevo sus pies fuera de la cama, luego lo jalo un poco, hasta que solo una mitad de su cuerpo sigue en la cama, sigo jalando sus pies, y luego me aseguro de haber dejado varios cojines en el suelo, calculando la altura a la que caerá su cabeza, porque realmente no lo quiero matar de una contusión craneal o algo así.

Jalo un poco más, y su cabeza cae sobre los cojines.

Menos mal.

Lo arrastro de los pies hasta el pasillo, y luego tengo que jalarlo de los brazos, ya que es hora de bajar las escaleras, con cuidado también, evitando que su cabeza se golpee.

Lo jalo hasta que llegamos a la primera planta, luego vuelvo a arrastrarlo de los pies, lo llevo hasta el patio trasero de mi casa, y lo dejo a unos metros de un hoyo en forma rectangular, que tiene al menos, unos dos metros de altura.

Verán, no es que yo haya cavado ese hoyo sola, u hoy.

Lo que pasa es que lleva cavado ya casi siete años. Cuando yo tenía exactamemte diez años, mi papá y yo, hicimos una competencia, de quién leería más libros en dos semanas.

Siempre nos encontrábamos por los pasillos leyendo algún libro, y era divertido cómo nos retábamos con la mirada.

Okey. Volvamos a lo del hoyo.

Resulta que se me dió la loca idea de enterrar todos los libros que leímos, para mostrárselos a mis hijos, y estos a mis nietos, y así. Entonces cavamos ese hoyo, del tamaño justo para todos los libros, y también para un cuerpo humano.

Pero quedó así, porque jamás llegamos a enterrar los libros.
Y tampoco tapamos el hoyo, porque quería dejarlo allí, como un bello recuerdo.

Nah! Mentira, siempre pensé que sería bueno para alguna que otra broma.

Bueno... jamás le digan eso a mi papá.

No fué dificil meter dentro a Jace, porque él mide un metro ochenta o talvez un metro noventa, no lo sé, pero estoy segura de que es mucho más alto que yo.

Metí una pequeña escalera, y me adentré en el hoyo, lo acomodé, y nuevamente salí, me llevé la escalera a su lugar, y cuando volví, Jace estaba despertando, medio aturdido, frotándose los ojos.

Yo sonreí, mientras en mis manos sostenía una pala, para simular que lo enterraría, porque claro, solo lo asustaría.

- ¿London? - preguntó, aún aturdido por el efecto del adormecimiento.

- Si engendro. Soy yo - le respondí.

- ¿Qué... qué hago... a-aquí? ¿Y... p-porque tú... llevas esa... pala? - volvió a interrogar, tartamudeando del miedo.

- Verás... ¿Recuerdas lo que me dijiste hoy? "¿Ah, si? Y qué harás, ¿enterrarme vivo?" - imité su voz-. Pues... eso es lo que haré querido Jace, será un gusto verte morir... ahora.

Enterré la pala en la tierra, para darle la idea de que realmente lo haría.

Ok, ya empezó a rogar por su vida, pide perdón, y se arrodilla.
Ya me siento mal por esto. Jamás había hecho algo así, y la verdad que verlo, aunque sea Jace, me hace sentir... demasiado sádica.

Vivir sin tí, no puedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora