1. La ciudad del amor

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Nuestro primer destino es Francia. De hecho, estoy en un avión camino a París y me siento completamente feliz y nerviosa, lo admito. Es nuestra luna de miel. La que no tuvimos un año atrás, la que jamás estuvo en nuestros planes porque éramos completamente lejanos, porque no podíamos estar en una misma habitación sin que haya una discusión o algo peor. Luego de todo lo que pasamos, por fin estamos haciéndolo.

París, la ciudad del amor, de las grandes calles repletas de tiendas, los perfumes más caros del mundo, la comida más exquisita... La ciudad perfecta para el comienzo de toda esta aventura que durará treinta días.

Miro hacia mi lado izquierdo y observo el paisaje algo distante, bloqueado por nubes y más nubes. No logro ver mucho, pero sé que estamos cerca.

A mi lado Adrien duerme plácidamente, mientras que toma mi mano fuertemente. Sonrío y me inclino en el asiento para acariciar su mejilla. Solo han pasado diez días desde ese primer "Te amo" y parece que fueron mil años, todo ha sido más que maravilloso. Él es el esposo perfecto, el que siempre he deseado, el único que quiero.

—Te amo —murmura con los ojos cerrados, pero con una hermosa sonrisa en su rostro.

—No quería despertarte —digo en un susurro para no perturbar a los demás pasajeros de primera clase. —...pero también te amo —respondo con una sonrisa.

Nos besamos castamente y luego cierro mis ojos cuando acaricia mi mejilla con la puntita de su nariz, no puedo dejar sonreír ante ese leve cosquilleo. Lo ha hecho miles de veces en los últimos días y me encanta.

—Llegaremos en pocos minutos.

—Lo sé.

Sí, estoy ansiosa por llegar. París es mi segunda ciudad favorita en el mundo y vivir esta experiencia con mi esposo será completamente diferente a todas las veces en las que he venido solo por diversión. Tengo expectativas muy altas para este viaje y sé que Adrien estará a la altura de todas ellas. Al fin y al cabo, todo nos sale perfectamente bien.

Aterrizamos, tomamos nuestras maletas y luego recorremos las calles de París desde el aeropuerto hasta el hotel, ubicado en la zona céntrica y más costosa de toda la ciudad. Estoy muy emocionada, quiero gritar. Me siento renovada y feliz, completamente feliz. Sé que la ciudad del amor me propondrá miles de cosas por hacer con mi esposo, pero no puedo esperar hasta la hora de mi sorpresa. Solo estaremos tres días aquí y espero aprovecharlos al máximo.

—¿Por qué tantas maletas, cariño? —pregunta frunciendo el ceño al ver las cuatro inmensas maletas que apenas caben en la cajuela del taxi—. Sabes que compraremos lo que tú quieras aquí —agrega. Me rio levemente y subo los primeros escalones para entrar al recibidor.

—Tengo una sorpresa en la maleta grande —Le advierto, quitándome los lentes de sol de manera presuntuosa—. Bájalas con mucho cuidado —digo, elevando el tono de voz. Me siento la reina del lugar. Soy una reina.

Oh, París. La ciudad perfecta. Gente por todas partes, música, paisajes, tiendas, ropa, restaurantes... Todo va a volverme completamente loca, lo sé.

Adrien deja las maletas en el suelo y luego sube las escaleras hasta alcanzarme. Ya traerán el equipaje para nosotros, por eso no me preocupo y él tampoco. Besa mis labios y después entramos en el inmenso y sumamente lujoso recibidor. Hay mucho movimiento y debemos de esperar algunos cuantos minutos hasta ser atendidos. No tengo problemas por esperar por primera vez, estoy con Adrien y nos besamos a cada rato, de hecho, no me molesta hacer la fila. Si, lo sé. Esta es una nueva faceta de una nueva Gea Eggers. Diferente, pero razonable.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora