12. Abuelo

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Como todas las mañanas, abro los ojos, lentamente, y veo a Adrien a mi lado. Tiene sus brazos envueltos alrededor de mi cintura y si lo miro atentamente, puedo ver como una leve sonrisita se oculta tras sus labios. ¿Acaso se durmió sonriendo?

Muevo mis manos hacia su cara y acaricio lenta y delicadamente su mentón. La barba que tiene de varios días me causa un extraño, pero agradable, cosquilleo sobre la yema de los dedos.

—Te amo, Adrien Eggers. —Murmuro levemente para mí misma. Aunque él no me oye, sé que lo siente y a mí me gusta oírlo de mi misma. Es extraño, pero simplemente perfecto. —Te amo... —Murmuro nuevamente y contemplo cada centímetro de su rostro. Es tan placentero verlo dormir. Oigo sus reparaciones pausada y relajadas, sé que está algo cansado y quiero que siga durmiendo.

Miro el reloj de mi teléfono celular, aún es algo temprano. Visitaremos a mi padre para darle la gran noticia sobre pequeño ángel y luego cada quien hará sus rutinas habituales. Muero por ver la cara de papá, sé que él jamás se imaginará que suceda, pero estoy completamente segura que será la mejor sorpresa que le han dado en toda su vida.

Beso a mi esposo en los labios castamente y, con mucho cuidado, intento desenredarme de sus brazos que se aferran fuertemente a mi cuerpo. Me pongo de pie y corro al baño. Necesito relajarme, necesito verme bien y necesito sentirme bien. Solo un baño de burbujas puede resolver esto.

Coloco música en mi teléfono celular, mientras que espero a que la tina con hidromasaje esté llena. Hay olor a rosas y a lavanda en todo el baño, el vapor comienza a colmar las paredes y ahí estoy yo, mi reflejo frente al inmenso espejo. Esa mujer solitaria, vacía y descortés ya no está. Ahora soy otra persona, me siento como otra persona totalmente diferente. Ya no hay ni una sola máscara, no hay facetas, ni disfraces, soy solo yo, solo Gea por primera vez en todo este tiempo, realmente me siento yo. Soy quien quiero ser y todo esto es gracias a Adrien. Sé que si él no se hubiese cruzado en mi camino, mi vida no sería lo que es actualmente, sería mucho peor. ¿Cómo he estado toda una vida sin conocerlo? ¿Cómo he podido soportarme a mí misma durante todo este tiempo? ¿Cómo hice para no ser quien siempre quise ser? Nadie puede responder a eso, ni siquiera yo, pero ahora todo es tan diferente.

El tiempo vuelta, las palabras se van y vuelven una y otra vez, pero ambos seguimos aquí, estamos juntos y ahora es de verdad... y pequeño ángel... pequeño ángel también está aquí y es real, crece cada día dentro de mí. Aún no puedo creerlo del todo, voy a tener un bebé. Siempre creí que esto no era lo mío, siempre dije que jamás seria madre, que jamás podría querer a nadie que no fuera yo y, ahora, la vida está dándome una excelente lección. Amo a mi esposo, el que me volvía completamente loca los primeros días de casados, ese que me provocaba y me fastidiaba...

Voy a ser madre... Nada mejor me puede pasar.

Salgo de la tina, apago la música de mi celular y luego de envolverme en la bata de baño, me dirijo hacia mi armario. Tengo que vestirme como lo hago siempre. Si no me coloco tacones, papá sospechará que algo extraño sucede y eso podría arruinar mi sorpresa.

Rebusco entre los cientos de vestidos que tengo, pero ninguno logra llamar mi atención por completo. Hoy no quiero vestir de negro, no quiero maquillarme como lo hago siempre y tampoco quiero usar el peinado de siempre. Quiero cambiar, me siento diferente y quiero que los demás lo noten. Sé que tengo algunos vestidos de colores, pero no tengo idea de adonde están. ¿Dónde demonios los metí?

Comienzo a mirar a mí alrededor. En la parte superior de la tienda individual, hay cubículos, repletos de cajas que contienen ropa, zapatos, sombreros y ese tipo de cosas, que solamente suelo utilizar en ocasiones especiales. Sé que esos vestidos deben estar por algún lado.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora