Día 1

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Ha empezado a llover, hace más de media hora que Vito espera en la rotonda principal de la plaza del centro, sus pies siguen descalzos, adoloridos, pero el ardor del corazón se ha convertido en una angustia de ritmo imparable. A su derecha una pareja de novios pasa corriendo para resguardarse en alguna de las tiendas cercanas, tal vez él debería hacer lo mismo, pero si ella llega no lo va a encontrar entre tanta gente que espera dentro, mejor se queda allí, ya no debe tardar.

Media hora, Rosa no se lo puede creer, la ha hecho esperar todo ese tiempo, y para colmo el aguacero que está cayendo la dejó sin cobertura, a saber que le habrá pasado, tanto que se lo recomendaron, lo bien que hablaban de su puntualidad ¡y mira la hora! ya no se puede confiar en nadie, jugar con algo tan delicado como el tiempo trae sus consecuencias, como se aparezca sin los papeles del divorcio no le va a pagar ni un peso, en un trabajo el compromiso debe ser primordial. La gente a su alrededor se empuja un poco para darle paso a los que no corrieron lo suficientemente rápido de la lluvia, entran varias personas y al final una pareja de novios riendo, tras ellos se ve una silueta de un hombre, quieto bajo la lluvia, tiene algo en la mano, el pobre no lleva sombrilla y no parece con intención de quitarse de allí.

Mira su reloj, lo único que no le robaron cuando iba para el centro, eso y la rosa, un intercambio fácil, cuando tres tipos lo envistieron ya no tuvo tiempo de correr, le quitaron todo, el maletín, la billetera y el celular, cuando iban a coger la rosa para tirarla al suelo empezó a rogarles, que se llevaran todo, menos la rosa.

- ¿Cómo has dicho? Nosotros hacemos lo que nos venga en gana - el tipo que habló era el único de los tres que tenía el rostro cubierto, debía ser el jefe de la banda.

-Llévense mis zapatos ¡son muy caros! y mi abrigo, está completamente nuevo, pero dejen que me quede con la rosa, se los ruego... -había estado a punto de llorar cuando el de la derecha intervino.

-Es sólo una rosa, cojan los zapatos y el abrigo, ya vienen los tombos.

Y aquí estaba, una hora más tarde, con una rosa en su mano, los pies descalzos y ahora también mojado de pies a cabeza, hay que ver que el amor es toda una aventura.

Vito escucha pasos que salpican agua mientras se acercan, voltea con la esperanza bien puesta, pero no es ella, viene una mujer con un abrigo verde y unas botas negras, tiene un paraguas rojo y no se le ve bien el rostro, piensa que va a seguir derecho, pero en cuanto está junto a él frena y lo mira. Es hermosa, una divinidad, parece una muñeca con esos ojos azules y el cabello rubio metido entre el abrigo, la vería más guapa quizá, si no estuviera enamorado.

-Hola -la voz no se queda atrás, ya lo dijo ¡una muñeca! rápidamente se acerca a él y lo cubre con el paraguas - ¿te gusta mojarte?

-No -contesta.

-Ah... y que haces aquí entonces, vamos a dentro, están regalando chocolate caliente - sonríe, a ella también le ha parecido guapo.

-Estoy esperando a alguien, no puedo ir.

-Ah, también yo, pero no me pongo a mojar por eso.

-Ya no debe tardar, pero gracias.

- ¿llevas mucho esperando? puede que ya este adentro.

-Estoy seguro de que no ha llegado, pero gracias.

-Das mucho las gracias ¿sabes? mejor hago algo para recibirlas, ten -le ofrece el paraguas -tómalo, yo iré a dentro, si llega a quien esperas te llevas el paraguas y mañana, a las 6:00am me lo devuelves aquí mismo.

-No hace falta, puedes llevártelo.

-Puedo, pero no quiero, es mi buena obra del día, está helando aquí, ten -coge la mano de Vito, con la que no está cogiendo la rosa y la envuelve en el paraguas -por cierto, me llamo Rosa.

Y acto seguido sale corriendo a la tiendita en la que se estaba resguardando antes, Vito no ha podido ni decirle su nombre.

Qué curioso ha sido el encuentro de hace un rato, ese hombre bajo la lluvia debía estar muy loco, o muy enamorado que viene siendo lo mismo. Cuando Rosa se acercó para averiguar qué sucedía se dio cuenta que no traía ni abrigo ni zapatos, sin embargo, estaba clarísimo que no era ningún indigente, la ropa que llevaba, aunque sucia de un lado, era de buena marca, ni el negro, ni el gris de la camisa estaban opacos y la calidad de la tela sugería perfección, además, la rosa en su mano estaba muy bien protegida.

Pip. Se sobresalta, el pitido de la cafetera indicando que está listo su café la ha sacado de sus pensamientos, que ha decir verdad llevan siendo los mismos desde que dejó su paraguas en manos de un perfecto extraño, más perfecto que extraño, pero desconocido a fin de cuentas. Hace tiempo que no esperaba que llegara la mañana con tantas ansias, y es que, aunque Rosa odia madrugar, le hace mucha ilusión volver a encontrarse con tan peculiar personaje.

40 Días Para EnamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora