Día 2 (Primera parte)

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La mañana llega lento para Vito, no se ha movido ni un centímetro de la rotonda, ya no está lloviendo y el paraguas que le dejó Rosa descansa en su mano derecha. El hambre ha amenazado con atacar hace un rato, pero la preocupación quita todo rastro de apetito o sueño, sabe qué hora es, pero no cuánto tiempo lleva ahí, lo único que le importa es saber qué causa el retraso de su novia. Aguarda fiel pero desesperado, la rosa, en cambio, se ha cansado, hace un rato se ahogó en las lágrimas del cielo, murió de tristeza cuando las nubes le contaron la razón de la tardanza de la que iba a ser su próxima fuente de amor.

Frente a él pasan personas con abrigos anchos por el invierno, cada que ve a una mujer abre bien los ojos buscando algún parecido con su chica, pero ninguna de ellas es tan bella. Un grupo de mujeres, seguramente de alguna empresa cercana, paran muy cerca de él, conversan animadamente de farándula y maquillaje, una de ellas incluye un tema diferente y la plática toma un giro más nostálgico.

- ¿Vieron la noticia de anoche?

Hablan tan fuerte, que Vito no puede evitar escuchar la charla.

-Pobre chica, el reporte decía que tenía unos 27 años.

- ¡Era tan joven!

-Al menos fue una muerte rápida.

- ¡María! Que cosas dices.

-Claro que hubiera sido mejor que no muriera, pero cuántos no han tenido un accidente así y quedan agonizando mucho tiempo.

-Pues viéndolo así, tienes razón.

Las mujeres se ponen en marcha y el resto de la conversación muere con cada paso lejos de Vito que avanzan, intriga y angustia es poco para describir cómo se siente ahora, 27 años es la edad de su amada ¿o era? ¿por qué uno tiene que pensar siempre lo peor? Le da miedo moverse de donde está, pero debe averiguar sobre esa desafortunada joven, sólo espera que no se trate de la dueña de su corazón.

Camina por las tienditas de la plaza, buscando algún televisor o una radio, la curiosidad lo está matando, pero no tanto como la vista de una cara conocida, primero siente alivio, ahí está su novia, se ha tardado. Vito tiene sueño, el cansancio se ha apoderado de él y se demora en reconocer que, aunque es el rostro de Camelia, lo que ve es su imagen, su foto, en toda la pantalla del televisor, protagonizando las noticias de las 6:00am. Empieza a caer una lluvia personal de sus ojos y sus mejillas se mojan por completo, no hace falta ver el encabezado, la mente se le va volando, el corazón deja de funcionarle, sus manos sueltan el paraguas y la rosa, sus piernas tiemblan, su alma grita, echa fuego, y luego, sonríe, Camelia siempre quiso salir en televisión.

Está por llegar a la plaza, a la rotonda donde dejó su paraguas y un poco de su alma, su buena obra del día le dijo ¿de cuándo aquí hace buenas obras? No es mala persona, pero no es fan de ayudarle a la gente, tampoco le gusta que le ayuden, es terca y torpe, una muy mala combinación, a decir verdad. Esta mañana Rosa lo ha comprobado de nuevo. Se arregló, un poco más de lo normal, desayunó algo ligero y preparó café para llevar al trabajo, miró la hora; 5:45am, cogió las llaves del carro, se puso el mismo abrigo verde de ayer, y salió a la calle, fue ahí cuando recordó que su carro estaba en el mecánico, caminando se demora más de media hora en llegar el trabajo, iba tarde, muy tarde, para el trabajo y su cita, tuvo que correr.

Al final no había sido tan escandaloso. Una cuadra antes de llegar a la rotonda camina más lento y empieza a regular su respiración, está rojísima y sudada, le echa la culpa a su color de piel, es demasiado blanca y al ejercicio le gusta recordárselo cada rato. Se mira en los reflejos de las tiendas mientras busca su paraguas entre la gente, no lo encuentra ni cuando llega al lugar en el que se encontró al hombre de la rosa, ha decidido llamarle así porque olvidó preguntarle su nombre, al menos mientras averigua cuál es.

Rosa ha decidido esperar cinco minutos, no puede permitirse llegar más tarde al trabajo, se sienta en el borde de la rotonda y los pensamientos la golpean como una ola; ¡que estúpida es! Él ni siquiera la conoce, y la forma en que le puso la cita... ¿en serio pensó que se presentaría? ¿lo hubiera hecho ella? Probablemente no, fue un impulso, uno que le hizo perder el paraguas rojo que le regaló su abuela.

No tenía idea de que tuviera tanta agua en el cuerpo, ha llorado mares y aún no se ha secado, sabe que le quedan lágrimas para mucho tiempo, pero prefiere guardárselas para otro momento, el funeral de su novia, por ejemplo. No tiene ganas, pero debe ir a su casa, cambiarse y visitar a sus suegros, probablemente acompañarlos a medicina legal y preparar todo para despedirse apropiadamente de ella, luego devolverá el anillo. Está fatal, no deja de pensar en mil cosas que le ocupan la mente, es totalmente intencional, no puede dejar que la tristeza se apodere de él, no aquí, en mitad de la plaza, es demasiado débil para eso.

Se dispone a irse, da un paso y se tropieza, baja la mirada y descubre que se trata del paraguas rojo que lleva desde anoche, entonces recuerda; ese fue un encuentro extraño, no cree que la chica vaya a su cita ¿o sí? Al fin y al cabo, ella fue la de la idea, no es que quiera hablar con alguien, pero, de todas formas, tiene que pasar por la rotonda para ir a su casa, si la encuentra en el camino se lo dará, Vito odia quedarse con cosas ajenas.

Tiempo. Rosa va a tener que comprar una docena de donas para contentar a su jefe, se pone en pie y camina en dirección a la panadería, más bien trota, tiene que parecer agitada si quiere que su excusa sea creíble. Entra a la panadería y ordena su docena de donas, mitad con glaseado, mitad de chispas con chocolate.

Vito está justo en la parte de la rotonda donde vio a la mujer, reconoce el lugar porque pasó toda la noche allí parado, para nada, recuerda, pero espanta el pensamiento casi tan rápido como llegó. Tiene hambre, no ha comido nada, le apetece un desayuno decente, de todas formas, la chica no está aquí y no cree que vaya a llegar en algún momento. Busca con su mirada y encuentra una panadería abierta, camina hacia allí y cruza la puerta giratoria.

Odia esas puertas giratorias, siempre se tropieza o se confunde de sentido, ve que viene entrando un hombre así que aprovecha la oportunidad para seguir el sentido correcto de la puerta y poder salir, mira hacia abajo para no marearse y descubre a su lado unos pies descalzos y un pantalón elegante. El destino tiene una forma muy irónica de complacer a las personas. Rosa sigue girando y vuelve a entrar. Ha encontrado su paraguas rojo.

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⏰ Last updated: Jun 10, 2018 ⏰

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40 Días Para EnamorarteWhere stories live. Discover now