Capitulo 4

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Me desperté al día siguiente en la misma posición en la que me había dormido. A diferencia que al lado mío no había nadie. Hoy vendría el doctor a retirarme el suero. Quise levantarme para ir al baño y la puerta se abrió.

-Veo que ya despertaste. Me dijo un alegre Kensel.

-Sí, necesito ir al baño por favor.

-Yo te ayudo.

Kensel me tomo de las manos y me levanto de la cama. En ese momento me sentí mareada y si ni hubiera sido por los fuertes brazos de él, estaría en el piso.

-Cuidado pequeña, todavía estas muy débil. Ven, te llevare en brazos.

No me negué porque apenas podía moverme. Entramos al baño y me ayudo a quitarme la ropa. Otra vez, me sonroje por completo. Kensel se río de mi actitud.

-No es gracioso.

-Eres hermosa cuando te sonrojas.

-Pero no me gusta que me veas desnuda.

-¿Porque?

No le conteste, mi cabeza gacha fue mi respuesta. En ese momento Kensel me tomo delicadamente del mentón para levantarme la cabeza. Pensé que iba a pegarme por no haberle respondido asique instintivamente cerré los ojos. Me sorprendí demasiado cuando sentí que me estaba besando. Y más porque era un beso muy dulce, como si tratara de demostrarme que yo para el significaba fragilidad. Nos separamos por falta de aire y él me sonrió, provocando una sonrisa en mí también. No me culpe por lo que había echo. Si iba a vivir toda mi vida como una esclava, preferiría no recibir más golpes. Y si no recibir más golpes significaba mantenerlo contento, por el momento iba a hacerlo. Pero me sorprendí a mi misma cuando yo tome la iniciativa del segundo beso. Sentí como Kensel me empezaba a acariciar el muslo y me separe.

-Lo siento.

Me ayudo a bañarme y me vistió el otra vez.

Ese día fue aburrido, vino el médico a sacarme el suero y a decirme que haga reposo. Kensel se fue a trabajar sin dirigirme la palabra y yo me quede sola leyendo un libro que me había traído María. Eran las siete de la tarde, lo sabía porque María me había dado un reloj de muñeca sin que Kensel se enterara. Disfrutábamos de una buena relación con ella.

Tenía mucha hambre y baje a la cocina, donde me encontraba sola. Localicé un paquete de galletitas en un segundo cajón. Mientras lo abría entro Tiffany, mirándome con odio otra vez. Pensé que me diría algo pero siguió de largo. No le tome importancia y seguí comiendo mientras leía mi libro.

-¿Cómo te sientes?

-Mejor, me duele un poco la espalda pero estoy bien. Gracias por preguntar María.

-No es nada jovencita. Kensel me pidió que te cuide y es lo que estoy haciendo.

-Hablando de él, ¿Que hay sobre su vida? ¿Cuántos años tiene? ¿A qué se dedica?

María soltó una leve carcajada. - Kensel tiene 29 años y una larga historia detrás. Es el dueño de varias cadenas de hoteles. Eso es lo único que te puedo decir, el resto, el decidirá cuando contártelo. No tengo órdenes para hacer eso. -¿Y cuándo va a decírmelo? Estoy encerrada acá hace más de una semana y no sé nada todavía.

-Ten paciencia, créeme que si pudiera decirte algo lo haría.

-¿Que hay sobre Tiffany? Le pregunte curiosa.

-Ella está trabajando acá hace un año. Cuando llegó, pensamos que sería una muchacha buena. Hasta que se acostó con Kensel. El día siguiente nos daba órdenes como si fuéramos sus empleados. Le conté a Kensel lo que estaba pasando y la amenazo de tal forma que ahora está cumpliendo con su trabajo. Por eso le molesto cuando vos llegaste.

-Y a mí me dice puta.

-No le des importancia, todos acá sabemos quién es quién.

-¿Todos? ¿Hay más gente acá?

María soltó una larga carcajada. -¡Por supuesto que sí! Somos muchos empleados. Están los dos cocineros, el chofer, el jardinero, la lavandera, las chicas de limpieza, las mucamas. Yo me podría considerar un ama de llaves. Y todos sabemos que es lo que paso contigo.

Iba a responderle cuando escuche que se abría la puerta de entrada y una mujer se reía a carcajadas acompañando a Kensel. Estaban tomados de la mano. Cuando salí de la cocina la cara de la rubia se transformo y soltó la mano de este.

-Asique tenemos otra empleada. ¿Porque no estás vistiendo tu uniforme maldita imbécil? Me dijo gritando.

-Acá la única rubia imbécil eres tú.

Recibí un golpe, y no era de la rubia. Era de Kensel. Se me cristalizaron los ojos.

-Cuando mi mujer te dice algo, tú te callas.

¿Su mujer? ¿Desde cuándo? ¿Ella sabía que sus cuernos llegaban hasta el techo?

-¿Cómo te llamas? Me pregunto ella.

-No te importa.

Sentí como Chris me tomaba del pelo y me pateaba la espalda lastimada. Grite del dolor y no evite llorar. Definitivamente era bipolar.

-Dime cómo te llamas. Me dijo cínica.

-Cheryl. Le dije llorando.

Era la primera vez que pronunciaba mi nombre en esta casa. En el prostíbulo me llamaban la hechicera, pero Cheryl era mi verdadero nombre.

-Es raro, como tú. Ahora dime de que trabajas aquí.

–Kensel me compro para ser su prostituta personal.

Si la patada me había dolido, imagínense lo que viví después. Los golpes por parte de él me fracturaron la nariz y dos costillas. Y después tuvimos que soportar una discusión infinita por parte de ambos. Kensel manipulando a la rubia para que tratara de entender que yo mentía y lo único que hacía era trabajar como servicio de limpieza. Y la rubia llorando como si se acabara el mundo. Yo ahí en el medio, tirada en el piso sin poder moverme del dolor. Me desmaye cuando la rubia subió furiosa las escaleras y Kensel se las agarro conmigo pegándome una patada en el abdomen bajo.

Me desperté en mi mismo cuarto, a las once de la mañana. Era sábado y estaba llena de vendajes cubriendo unos muy marcados moretones y algún que otro corte. María entro por la puerta regalándome una sonrisa.

-Tengo órdenes de no darte de comer, pero pasaste tres días dormida y no debes de tener fuerza. Me dijo mientras me tendía una manzana.

Y era cierto porque moría de hambre.

-¿Quien es la rubia?

- Se llama Melody, y es la novia de Kensel. Es totalmente insoportable y controladora. Trabaja de modelo, es lo único que sabe hacer.

-Es una estúpida, no la soporto.

-Lo sé tranquila, no va a estar más de un mes. Tiene desfiles por todo el mundo.

-Eso espero.

-Bueno no vine exactamente a hablarte de eso. Kensel me pidió que te avisara que a partir de hoy empezarías a trabajar como mucama y no como parte del sector de limpieza. Este es tu uniforme. Lo siento mucho.

Me quede muda. Tenía que trabajar como mucama para alguien que no soportaba y me había golpeado demasiado.

María me entrego mi uniforme y se fue. Tenía solo media hora para arreglarme. Me duché y me cambie de ropa. Mi uniforme era una falda corta negra, con una camisa blanca y unos zapatos de charol negros. Nada más.

Me costó muchísimo cambiarme, me moría del dolor por los golpes. Baje a la cocina donde María me esperaba con una gran bandeja de plata llena de comida.

-Es para ellos. Yo te acompañaré hasta la puerta del cuarto y tú les servirás. Así hice. Subimos las amplias escaleras hasta llegar sorpresivamente hasta el cuarto que estaba en mi mismo pasillo. Antes de entrar a la habitación María me deseo suerte. Iba a necesitarla y mucho.

-Adelante. Me dijo una voz.

Y entré.

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