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Mi madre me odia, es una realidad.
Sólo a ella se le ocurriría que echarme de casa para "descubrir mundo" iba a ser divertido. Si bueno, sería divertido si estuviera con mis libros, llena de comida y mantas, espera, eso sólo lo puedo hacer en mi casa.
Estoy segura de que verme agonizar es divertido, para ella, no para mi.

Mire la puerta de mi casa por última vez acariciando el pomo plateado cuando mi madre me sobresaltó gritando desde el balcón.

-¿Quieres hacer el favor de irte en busca de algo que hacer, por favor?-Dijo sonriendo y yo la miré con el ceño fruncido a causa de su alegría.

-¿Qué tienes en contra de que este en mi casa?-Pregunté finjiendo llorar.

-No puedes tener 19 años y seguir recluida en tu habitación como si te tuviéramos secuestrada-Lo dijo como si fuera lo más lógico.

Miré al suelo sin querer empezar la misma discusión de antes y me marché dando la espalda a mi madre que me observaba alejarme.

Seguí andando por las soleadas calles de Madrid parándome en uno de los escaparates viendo mi pálida piel reflejarse contra el cristal, llevaba un vestido floreado con tonos marrones a juego con mis gafas y mis mocasines marrón claro, sonreí débilmente a mi aspecto y continúe. Una a la derecha, otra a la izquierda, después dos a la derecha y todo recto.... Seguí diciendo estas instrucciones en mi mente hasta llegar a parar en la entrada de una cafetería.

En la calle había extendidas un par de mesitas a modo de terraza, la entrada estaba formada por una estrecha escalera negra como el resto de la tachada, a través de los grandes ventanales de la entrada se podía ver una cafetería muy estrecha con unas pocas mesas y lo más importante. De pared a pared había una enorme estantería llena de libros, así que entre rápidamente sin consultar mis otras opciones, como si tuviera más que esta.

Me senté en una de las mesas del fondo, todo el local estaba compuesto por madera color azabache y muchos espejos, las tazas eran cada una diferente al igual que las sillas del local. Me pedí un café con leche condensada, amaba el café y el dulzor de la leche condensada por lo que era la mezcla perfecta.

Al traerlo me giré a mi derecha y observé todos los títulos que alcanzaba mi vista y escogí "Las ventajas de ser un marginado", me lo había leído miles de veces pero ahora mismo no me apetecía encontrarme con uno que no me gustara así que empecé a leer mientras tomaba mi café.

Al cabo de media hora noté como alguien se sentaba en frente de mi, no le di importancia ya que me daba la impresión de que esta persona no me iba a molestar.

Así fue, dos horas y ninguno de los dos dijo nada, cada uno con su correspondiente bebida y su correspondiente libro, sólo levante una corta vez la mirada para observar a mi compañero de lectura. Era castaño con el pelo bastante revuelto, ojos azules oscuros que escaneaban la página de "La danza de la muerte" hasta que levantaron su mirada para encontrarse con los míos por lo que los volví a bajar y me escondi todo lo que pude en mi libro.

Después de acabarme la mitad del libro y observar que había oscurecido, deje el libro en el mismo lugar donde lo encontré, pague el café y me levanté sin echarle tan siquiera una mirada al chico que leía Stephen king, pero sabía con total seguridad que el si me observaba a mi.


Where the moon and the stars met.Where stories live. Discover now