Capítulo 32, Delatada y descubierta.

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Estaba soñando plácidamente viviendo en una playa con un gran faro alejada de todo el mundo, solo estaba una persona conmigo, Tom... Al principio creí que era una pesadilla pero su presencia me agradaba, me encantaba y me sentía feliz, completa. Todo iba perfecto hasta que la maldita alarma retumbó en todo el cuarto y no se detuvo hasta que me levante y la apague.

Me volví a recostar sobre la cama con el sueño completamente despejado, suspire al recordar mi acompañante en la fantasía y me restregué la cara intentando evaporar todos los pensamientos que se estaban acumulando en mi mente por lo que preferí levantarme de una vez y comenzar a prepararme para ir a la universidad pero primero debía ir por el cargador de mi celular que había olvidado ayer en la sala. Abrí la puerta de mi habitación y camine con pereza por el pasillo en silencio, escuche unos ruidos dentro de la oficina de Tom y me devolví corriendo al escuchar la cerradura de la puerta abriéndose, me oculte en mi cuarto asustada y con miedo de encontrármelo, esperaba que no se haya percatado de mi presencia porque quería evitarlo lo más que pudiese, más con lo que había sucedido anoche en la cocina, ahora restaba que él cayera en mi trampa, así podría demostrarle a mi madre el idiota con el que se había casado.

Me di una larga ducha esperando que mi demora evitará que me encontrará con ese hombre que me atormentaba. Finalmente termine de arreglarme y vestirme, tome mi bolso, mi celular y salí hacia la sala sigilosa, observe con cautela todo el salón y al no ver ni rastro de él, seguí.

—Señorita ¿no va a tomar su desayuno? —escuche a mis espaldas la voz de Martha y me gire sobresaltada.

—¡Ay que susto me diste! Eh... No, voy tarde pero gracias —le sonreí y ella asintió. —¿Sabes si Tom ya salió? —pregunte interesada.

—Si, el señor Hans ya se fue —afirmó y yo suspire aliviada.

—Gracias a Dios —solté y ella me miró extrañada.

—Creo que tiene un mal concepto de él, no es una mala persona créame, lo aparenta pero en el fondo no lo es —declaró segura y yo enarque las cejas sorprendida por su declaración ¿tanto se notaba mi fastidio hacia él?

—Puede que si... Pero no sabes todo lo que me ha hecho él a mí —me defendí.

—Lo sé, todo es un gran malentendido —reafirmó y yo negué.

¿Cómo que lo sabía? ¿Acaso ella sabía algo que yo no? Al igual, no interesaba. El daño ya estaba hecho y nada cambiaría mi concepto de él.

—Como digas... Voy tarde, después hablamos mejor y me explicas. Adiós —le di un pequeño guiñó, una sonrisa y camine apresurada hacia la puerta. Como siempre, había un auto afuera esperando para llevarme a la universidad. El recorrido fue rápido. Apenas entre al salón de clases busque desesperada con la mirada a Stella y al encontrarla, levante la mano para que se acercara.

—Hola ¿cómo estás? —me saludo con un beso en la mejilla sonriente.

—Bien... —asentí.

—¿Qué pasó ayer? ¿Cuándo me vas a explicar todo? —nos sentamos y yo respire pensando en lo que le diría.

—Sucede que... Viste a la chica rubia esta que parece una súper modelo, la de publicidad... —comencé con mi explicación y ella asintió.

—Erin ¿no? —adivino y yo asentí.

—Si, ella... Bueno, pues yo la contrate, por decirlo de alguna manera, para hacer caer a mi padrastro —proseguí y ella asintió aunque note un alto grado de confusión en sus ojos.

—Entiendo pero ¿por qué? ¿Por qué lo odias tanto? Digo, se ve un buen hombre y quiere a tu madre ¿no? —preguntó con el ceño fruncido y yo suspire.

Pasiones ProhibidasWhere stories live. Discover now