Capítulo 50, El fin.

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—Una noche más —suplicó mientras me tomaba de las mejillas con devoción. No podía negárselo y tampoco quería, si no volvería a verlo jamás debíamos dejar un buen recuerdo.

Una última vez donde olvidaríamos todo, los problemas quedarían atrás y la pasión saldría a flote, lo deseaba como a nadie y sabía que el sentimiento era mutuo.

—De acuerdo —acepte. —Pero aquí no... Vamos a mi departamento, este lugar no me gusta —exigí y él asintió.

—Donde quieras pero déjame hacerte mía una vez más y daremos fin a todas estas pasiones desenfrenadas y prohibidas, después de esta noche te juro que no volverás a verme en tu vida —repitió una vez más y yo acepté.

Después de charlar y ver caer el atardecer, concluimos con este asunto y nos fuimos de aquel departamento intimidante y oscuro. Nos dirigimos hacia el mío, donde pasaríamos sin interrupciones una noche que dejaría el recuerdo como la mejor despedida de todas.

Entramos por la recepción luego de que los hombres de Tom nos dejarán allí y se marcharan siguiendo las indicaciones de él, no quería que nadie nos interrumpiera y por eso les ordeno que nos dejarán solos dándoles la noche de descanso, no los necesitaríamos para nada.

—Señorita Palvin, Sr. Hans, buenas noches ¿cómo están? —nos preguntó cordialmente el portero con una sonrisa. No sospechaba sobre la relación que manteníamos, era un hombre ingenuo que asumía que por la edad Tom era mi padre y lo trataba como tal pero no sabía que estaba muy equivocado...

—Buenas noches Jorge —lo saludamos amable y seguimos caminando con prisa, no había tiempo que perder.

—Señorita es que me dejaron muchos mensajes, sus familiares y amigos, vino una señora y me pregunto que... —estaba explicando pero lo interrumpí.

—No te preocupes, hablaré con ellos luego, gracias por decirme Jorge —afirmé. Ya tendría tiempo para hablar con cada uno y para indicarles que me encontraba bien.

Ahora disfrutaría de Tom.

No sabía si esto aliviaría un poco el vacío de su partida o si por el contrario la haría más dolorosa, fuese cual fuese la consecuencia de toda esta locura, la asumiría porque necesitaba sentirlo una vez más, quería que él tocara de nuevo mi alma como nadie jamás lo había hecho, no era sólo un contacto físico y sexual, iba mucho más allá y era por eso que resultaba adictivo; resultaba que una adicción es mala en todos los aspectos y los casos, no importa si es una droga, la comida, el cigarro, el alcohol es perjudicial para la persona que la padece porque te hace sobrepasar los límites, pero considerándolo desde mi posición creo que es mejor ser adicto a cualquier cosa menos a una persona, es peligroso, se convierte en un círculo vicioso en el que te falta el aire si no lo tienes, si no lo consumes, si no lo posees, eso era probablemente lo que sentía por mi Tom y en parte yo también lo experimentaba.

Esperamos a entrar por la puerta y no tuvimos ni el descaro de ajustarla bien, comenzamos a devorarnos con necesidad, sus labios me atacaban y sus manos me recorrían despacio, intentando guardar y mantener el recuerdo de cada curva de mi cuerpo. Apenas entramos nos fuimos deshaciendo de la ropa estorbosa, me faltaba el aire pero no planeaba separarme ni por un segundo, no habrían más oportunidades, esta era la última y no la desaprovecharía, no creía que su lengua se hubiese olvidado de saborear ninguna parte de mi cuerpo, lo había recorrido en medio de una expedición rigurosa, estaba rendida a su merced, dejaba que fuese él quien gobernará, tenía los sentidos agudizados, debía sentir demasiado, debía guardar todas estas sensaciones incontrolables en mi memoria, para recordar en muchos años que me sentí viva por unos momentos, que me sentí plena y completa, que toque el cielo y volé por el universo.

Pasiones ProhibidasWhere stories live. Discover now