Capítulo 17 La Insurrección de la Princesa

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CAPÍTULO 17 LA INSURECCIÓN DE LA PRINCESA

Después de mi encuentro con Tanya, la secretaria agradable, y el desconocido rubio, regresé de nuevo a la sala de juntas. Me desdoblé. Saqué mi mente de ese lugar situado a unos metros de mí, ese despacho, la morada de la bestia. Me centré en los libros que tenía ante mis narices sacando a Edward de mi mente, desechando mi estado sensiblero y a todo lo que rodeaba mi mente.

Contra todo pronóstico logré meterme de lleno en los estudios.

Me concentré como nunca. Mi padre y sus peticiones hacían que mí tiempo dedicado a los estudios se redujera drásticamente, casi al mínimo, y si a eso le añadíamos los largos y gratificantes ratos que pasaba jugando con Matt apenas tenía tiempo para centrarme. Pero me daba lo mismo; el tiempo empleado en Matt, sus juegos y sus locuras era el mejor tiempo invertido.

Ahora en cambio lo tenía mucho más fácil en ese sentido. Los días que no había acompañado a Edward a la oficina se me habían hecho mortalmente largos en ese gran y espacioso apartamento dándole así la perfecta oportunidad a mi mente para dejar volar la imaginación y mis pensamientos. Y eso no siempre era bueno, básicamente porque por defecto la mente siempre tendía a caminar hacia los más oscuros rincones del recuerdo.

No sé cuánto tiempo estuve pegada a la pantalla y a los apuntes. Al final me obligué a despegar los ojos de mis herramientas de trabajo cuando mi estómago decidió crear la Quinta Avenida a base de rugidos nada femeninos. Cerré el portátil y coloqué los libros... ¿y ahora qué? ¿Espero a que Edward venga? Eso si viene, claro. ¿Voy a buscarlo? Esa idea no sonaba del todo mal, sobre todo cuando mi entrometida mente se moría de ganas por saber por qué un amigo de Edward de esas características había venido a verle a su lugar de trabajo. A su morada. Oh, vamos allá. Caminé con paso decidido hasta la puerta con intención de visitar ese enorme despacho, apoyé mi mano en el pomo... y la puerta de la sala de juntas se abrió abruptamente.

— ¡Por Dios! — me llevé la mano al pecho ante la atenta y asustada mirada de Emmett. No sabía quién de los dos se había sobresaltado más

— Perdona, perdona... Parece que estamos sincronizados. Tú sales y yo entro — sonrió nervioso —. Bueno... yo sólo venía a traerte esto — alzó entre sus grandes manos un par de bolsas de papel —. Es comida italiana. Me la ha encargado Edward para ti.

— Oh, bien... Ahora iba a buscarlo precisamente para comer. Tengo hambre — Emmett sonrió.

— Edward está ocupado — murmuró —. Pero aquí te traigo refuerzos necesarios para seguir con eso — señaló mis libros. Me hice a un lado para que pasara. Colocó las bolsas encima de la mesa junto al portátil —. Espero que te gusten los tallarines con gambas. Oh, ¿no serás alérgica al marisco? — sus hoyuelos se marcaron por la sonrisa de sus labios.

— Nada de alergia al marisco, y sí, me encantan los tallarines — me senté de nuevo, saqué el envase con la comida y el refresco que le acompañaba —. ¿Has comido?

— Sí, en ese mismo restaurante — señaló con la barbilla el logotipo de las bolsas de papel —. Bueno, creo que te voy a dejar que comas tranquila — se marchó hacia la puerta. No, no... quizás esta era una buena ocasión para que mi lado cotilla no se deprimiera por falta de información.

— Espera — se giró y me miró agarrando el pomo con la mano —. ¿Tienes algo que hacer? — me miró extrañado pero aun así miró su reloj.

— Me queda media hora para volver a mi trabajo, ¿por? — me mordí el labio.

— Llevo toda la mañana aquí sola apoyando los codos en esta mesa. Además, no me gusta comer sola... ¿me acompañarías?

No me dijo nada; soltó el pomo y caminó hasta la mesa. Se sentó enfrente de mí y me observó mientras terminaba de abrir mi comida. Con un tenedor de plástico probé los tallarines.

Suavemente, me matas (+18) #Wattys2016Where stories live. Discover now