Capítulo 1.

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"Conservar algo que me ayude a recordarte sería admitir que te puedo olvidar" William Shakespeare.

Septiembre 2003.

Mi madre, aquel año, me acompañó a mi primer día de clases. Me vestí con el uniforme del colegio que a día de hoy sigo odiando tanto y emprendimos camino hacia el lugar.

Lo poco que recuerdo después es cuando conocí a Álvaro, mi mejor amigo actualmente. Su pelo, entre rubio y pelirrojo, era el que más me llamó la atención aquel día de septiembre de hace 13 años.

    Me acerqué con una sonrisa hacia él, toqué su hombro con vergüenza para después verle voltear con el ceño fruncido.

-Hola.

Álvaro sonrió.

-Hola, soy Álvaro ¿Quieres ser mi mejor amiga?

Asentí con entusiasmo.

-¿Nos sentamos juntos?

-Sí, he dejado la maleta allí — señaló con su pequeño dedo índice un lugar -. Siéntate al otro lado porque mi amigo, el tonto, se sienta en el otro.

Fruncí el ceño, recorriendo con mi mirada el aula repleta de niños.

-¿Quién es tu amigo, el tonto?

-Ese.

Álvaro señaló con su dedo, otra vez, hacia el lugar donde se encontraba Hugo.

Su pelo castaño era lo único que podía ver en aquel momento, ya que se encontraba jugando con piezas que había por el suelo. Sus manos, blancas, colocaban una encima de la otra y podía ver su pequeño cuerpo cubierto por el uniforme escolar.

-¿Vamos a saludarle?

Álvaro asintió.

Nos acercamos a él sin decir palabra alguna más y, cuando estuvimos viendo cómo jugaba con las piezas, el alzó la vista y nos miró.

-Fuera.

Negué con la cabeza.

-Hola, soy Melissa, la mejor amiga de Álvaro.

-Y yo Álvaro, el mejor amigo de Melissa.

Hugo, tras escucharnos, nos hizo una pedorreta y se marchó corriendo, así dejándonos plantados delante de las piezas con las que había estado jugando.

-¿Jugamos al escondite? - me propuso.

-¡Pero tú cuentas!

Me marché corriendo hacia algún lugar de la clase abarrotada de niños y me escondí bajo una mesa, así encontrándome con una niña que estaba en el mismo lugar que yo.

-Hola, me llamo Sandra y juego al escondite.

La miré sin decir nada.

-Yo, Melissa... ¿Somos mejores amigas?

Asintió con la cabeza y, fuertemente, se golpeó con la madera del pupitre para acabar llorando. A los pocos segundos, una mujer morena apareció en nuestro campo de visión para coger a Sara entre sus brazos y a mí de debajo de las mesas.

-¿Estás bien, cariño?

Observé cómo la mujer limpiaba las mejillas húmedas de Sara mientras la intentaba calmar. Yo, con tal de ayudar a mi nueva mejor amiga, tomé la mano de ella y la miré con el ceño fruncido.

-Puedes venir a jugar a mi casa. Papá y mamá me han comprado la casa de Barbie rosa.

La profesora me miró y río bajo para después sonreírme y limpiar la nariz de Sara.

-Chicas, iros a vuestras mesas. ¿Vale?

Sara pasó su muñeca por debajo de la nariz roja y asintió riendo, marchándose hacia su lugar. Yo me volteé y vi cómo Álvaro me sonreía y agitaba la mano.

-¡Mejor amiga! ¡Mejor amiga!

Sonreí, mostrando así mis pequeños dientes de leche, y fui corriendo hacia la mesa dónde se encontraba mi maleta.

-Mi amigo, el tonto, me ha robado una pinturita, Melissa.

Miré a Álvaro, después me incliné sobre la mesa y observé a Hugo jugar con la pinturita de mi mejor amigo con un juguete.

-Se llama Hugo, mejor amigo.

-¡Pero es tonto!

-Chicos, silencio, si no después no habrá chuches.

Álvaro y yo nos miramos para después aplaudir.

-¡Chuches!

[...]

Saqué la lengua y apreté más la pinturita verde mientras vi cómo quedaba el jardín que la profesora nos había hecho dibujar. Ella se paseaba por toda la clase mirando los dibujos de cada uno y, cuando estuvo mirando el mío, lo tomó entre sus manos.

-Es muy bonito, Melissa.

Sonreí y asentí.

-¿Tendré más chuches?

Ella no pudo reprimir su risa y negó con la cabeza para después ponerse de cuclillas y acariciar mi pelo castaño claro.

-No, Melissa, pero si atiendes en clase sí, ¿vale? — asentí sonriente — Estás muy despistada.

La profesora fue a mirar el dibujo de Álvaro y le riñó porque no había pintado en el folio, si no en la mesa blanca donde estaba sentado.

Cuando miró el dibujo de Hugo, escuché que le decía lo mismo que a mí y alcé la vista para observar al chico que me ha hecho una pedorreta cómo dibujaba.

[...]

Álvaro, Sara y yo estábamos en el patio dando vueltas sobre nosotros mismos para cuándo mi mejor amiga encontró un trozo de nube en el suelo.

-¡Melissa, las nubes se caen!

Sara vino corriendo hacia mí y me tendió un trozo de cosa blanca y blandita que parecía ser una nube, pero en realidad era algodón.

-¡Tenemos un trozo de nube!

Álvaro, al encontrarse a nuestro lado, gritó a los cuatro vientos que teníamos un trozo de nube y, a los pocos segundos, casi todos los niños de preescolar estaban a nuestro alrededor viendo el trozo de nube.

Después de guardar aquello en mi mochila azul, salí otra vez al patio y vi a Hugo jugar con el muñeco que había traído. Sonreí y me acerqué a él lentamente mientras le observaba.

-¡Ahora el señor Hielo te matará! ¡Buajajaja!

Abrí los ojos sorprendida y tomé asiento a su lado para ver cómo jugaba, pero él se percató de que yo estaba posicionada a su lado, así que giro su cabeza y me miró extrañado.

-Eres fea.

Se levantó y se marchó corriendo hacia un grupo de niños que había jugando con los mismos juguetes.

Por mi parte, me levanté y fui corriendo hacia mi profesora mientras lloraba como si no hubiese un mañana. Ella, al verme, se puso a mi altura y limpió mis mejillas.

-¿Qué pasa, Melissa?

-¡Hugo me ha dicho fea!

Ella me mira tiernamente, saca un clínex de su bolsillo y me limpia la nariz.

-Eso no es verdad, Melissa. No le hagas caso, ¿vale?

-¿Pero le castigarás?

Ella sonríe y asiente.

-Sí, cariño, castigaré a Hugo.

Susúrrame "te quiero". [Parte 1]Where stories live. Discover now