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Y si pensaba que las cosas iban mal hasta entonces, era porque no se imaginaba lo que vendría con la cena. El señor Pines en la cabecera, a su derecha la señora Pines, al otro lado Mabel y Dipper, luego estaba Bill, inquieto ante la mirada de odio del padre de su novio, no servía de mucho que el menor hubiera puesto la mano en su pierna para darle apoyo, todas sus esperanzas de salir vivo de aquella casa morían cuando su suegro soltaba un suspiro molesto o lanzaba algún comentario irónico.

- ¿Que dijiste que habías estudiado, Bill? - dijo la madre de los mellizos.

- Diseño, soy dibujante gráfico en realidad. - el hombre al otro lado de la mesa soltó un bufido escandaloso, sus hijos lo miraron enojado. "Papá..." había dicho Mabel, tratando de evitar la catástrofe. - de echo es muy interesante poder ver el mundo de otra manera, no tenemos por qué aceptarlo como es. Solo basta una buena idea para cambiar las cosas.

- Lo que nos faltaba, el novio de Dipper es un hippie.

- Cariño. - lo regañó su mujer, luego volteó de nuevo a su invitado. -¿Te esta yendo bien con eso?

- ¡Adelante! cuéntanos como piensas ganarte la vida. vago...

El rubio tomo aire, tuvo que contar hasta diez, mejor dicho hasta diez mil para contestarle de la mejor forma que pudo. "Recuerda que es el padre de tu novio" 

- Justo ahora estoy trabajando en un proyecto de muralismo que...

- Garabatos en las paredes, te dije que era un delincuente, Dipper

- Papá, ya basta. - salto de pronto el menor de los hermanos. - yo creo que es genial. - su padre solo apartó la vista. Bill ya no sabia si estaba molesto con su presencia ahí o con Dipper, pero la cara del castaño a su lado le rompía el corazón. Estuvo a punto de decir algo cuando entró desde la sala Pato, moviéndose rápidamente incluso con su rechoncho cuerpecito. Iba directo hacia Bill, llegó hasta los pies del rubio y comenzó a morder su zapato. Solo entonces descubrió que los cerdos tienen dientes... y como duele cuando te muerden.

- ¡Pato! no se muerde a las visitas. -dijo Mabel desde su asiento. - lo siento él no suele portarse así.

- No es... nada. - dijo Bill a punto de soltar todas las malas palabras que conocía. Cuando Mabel se puso de pie para quitar a su mascota del zapato del rubio, paso a llevar con el brazo la copa de vino de este, haciéndola caer en su camisa blanca.

- ¡Bill lo siento!! Fue un accidente. -dijo la castaña moviendo los brazos en todas direcciones, para entonces el cerdo había desaparecido por el pasillo con el zapato de Bill en la boca.

- Déjame ayudarte. - Dipper se puso de pie para conducir a su novio hasta el baño del segundo piso, ahí tenían las vendas y seguramente algo para limpiar la ropa del mayor que fue cojeando escaleras arriba.

- Si escucho un mínimo sonido indebido en mi casa voy a sacar la escopeta. - gritó el señor Pines suficientemente alto como para que todo el vecindario lo escuchara.

~

- Lo siento mucho. - Dipper frotaba la mancha de la camisa del rubio con agua fría y un potente quitamanchas que su madre guardaba, le había curado el pie y con la ayuda de Mabel lograron quitarle a Pato el zapato, que después de las marcas de mordidas de cerdito, nunca volvería a ser lo mismo.

- ¿Te refieres al ataque del cerdo o al de tu padre? Porque fue peor el segundo. - lo dijo para molestarlo un rato, pero supo que había metido la pata cuando el menor le devolvió una mirada triste. - Hey Pino... Bebé. estoy bromeando.

- Todo fue terrible Bill, no mientas.

- No todo, la comida estaba deliciosa. - se rascó la nuca, primero solo rozando despacio, luego sintió una picazón feroz. Al verlo Dipper se le acercó para revisarlo, unas manchas rojas comenzaron a brotar de su piel.

- ¿Estas enfermo?

- No, a menos que sea alergia, ¿Acaso la cena tenia almendras?

- Crema de almendras sobre la carne.

- Mierda.

- ¿Vas a estar bien?

- Si, solo serán unas horas de horrible picazón. - Dipper se recargó en el lavabo cubriéndose el rostro con las manos. Bill se había puesto de pie y ahora abrazaba al menor por la cintura. -déjame ver esa carita. -descubrió la cara de su novio, se estaba mordiendo el labio inferior y lo miraba afligido.

- No vendrás a verme nunca más.

- ¿Qué dices tontito? yo bajaría al infierno si es para verte. - entonces lo besó, tiernamente, queriéndo demostrarle todo el amor que sentía. Dipper tomó las mejillas del más alto y fue poco a poco correspondiendo el beso, no importaba que tuvieran que besarse escondidos en un baño, que Bill estuviera llevando una camisa de Dipper que le quedaba un poco corta, ni siquiera importaba el dolor y la picazón de su cuello. Como había dicho, él iría hasta el mismo infierno con tal de ver esa carita infantil de la que estaba tan enamorado. - siempre vendré a verte. Aunque...-

De pronto una sonrisa surcó su rostro, la mente distorsionada del mayor ya estaba maquinando alguno de sus planes extraños en los que, segun Dipper, él siempre salía involucrado de alguna forma.

- ¿Aunque que? -Bill volvió a besarlo, una y otra vez, feliz como un niño a punto de hacer una travesura.

- Vente conmigo. -le dijo en un susurro luego de besarlo por última vez. Dipper se quedó en silencio, tratando de adivinar si aquello era cierto o no, nunca se le había cruzado por la mente la idea de vivir junto a su novio, solo tenía dieciocho años.

-Bill... eso es un gran paso.

- Ya lo sé, ¡Pero piénsalo! Tendríamos nuestra propia familia. - ante la mirada confusa del menor, Bill siguió hablando ahora más rápido y emocionado. - Ven conmigo a mi departamento, no es tan grande como esta casa... Pero te prometo que se convertirá en un hogar... Nuestro hogar Dip.

-No sé Bill, yo... Tengo que pensarlo.


Vente conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora