"Suficiente poder, mucha destrucción"

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Ese ser que le había dado la vida, pero que se había encargado de hacerla sentir como un error, estaba allí, parada frente a ella, es cierto, se veía mayor que antes, pero aun se veía hermosa no aparentaba la edad que tal vez tenia, su madre ya estaba pisando los cuarenta y aun se veía de treinta esos ojos fríos la miraban expectantes.

-Vanessa, ¿A quien estas buscando? mírate niña, toda despeinada y ¿esa ropa? pensé que tenias mejor gusto ahora. Llego a mi casa y te encuentro a ti ¿así? que gran bienvenida, ve y dúchate, das...vergüenza -Escupió la madre de la joven, dejando ácido con cada palabra que soltaba, la chica estaba desconcertada, aun se sentía débil, ya no podía mas, ver aquí, de nuevo a su madre no fue como lo esperaba, si bien no esperaba a una madre bondadosa y que de repente le mostrara todo su cariño, tampoco esperaba que al primer momento de verla le dijera tantas maldades, una lágrima bajo por su mejilla, pero rápido la limpio.

-También me alegro de verte, mamá -Dijo ella para subir las escaleras y dejar sola a ese monstruo que solo se encargaría de hacerla sentir miserable.

-Solo porque tu padre ya no quiera estar contigo Vanessa no significa que yo si querré estarlo, estas aquí porque no queda de otra, así que no molestes -Dijo su madre, pasando por su lado, sin duda sabia como lastimarla, como hacerla querer acabar con todo de una vez, si la joven se esforzaba por formar un muro de protección, esta mujer se encargaba de derrumbarlo, lográndolo en segundos, tal parecía que la mujer con lo años se había vuelto mas venenosa, mas cruel y fría. Al ver a su madre un poco mas lejos se dejo desplomar, lágrimas salían de sus ojos como cascadas de agua, sus quejidos eran fuertes, su cuerpo dolía.

Corrió a su habitación, que pronto no supo donde estaba, aun lágrimas caían de sus ojos, y no podía pararlas.

-Señorita Vanessa -Escucho a Roberto, quien hace unos minutos observaba la escena, sin duda su jefa era una bruja, la niña no merecía ese trato y tampoco que le recordaran lo de su padre, claramente estaba afectada, y si no hacia algo, le daría un colapso nervioso. Ella volteo a verlo, aun con esos ojos brillosos y lágrimas saliendo de esas hermosas lagunas color miel, casi verdes.

-Roberto -Dijo con voz de suplica, y sin mas se lanzo a sus brazos, se sentía mal, tonta, estúpida, ya no recordaba cuantas veces se había sentido así antes, pero estaba al borde, quería un abrazo, quería que alguien estuviera allí para ella, y una vez mas se sintió necesitada, esto no es lo que quería, quería poder hacerlo sola, pero tal parecía que el proceso llevaría algo de tiempo, así que solo se dejo caer en los brazos del buen hombre, que la recibió gustoso, sabia lo mal que se sentía estar solo, y esta chica necesitaba saber, que había personas que la admiraban, de inmediato pensó en como solucionar el problema, a esta niña de pronto la vio como alguien importante, como si de su hija se tratase.

-Debe descansar, señori...

-Por favor, dígame Evanescer -La interrumpió la joven aun en lágrimas.

-Vanessa, la llevare a su cuarto y usted jovencita tomara una siesta y cuando despierte tomara una ducha y comerá algo -Dijo el hombre con una voz dulce. La llevo hasta su habitación y se cercioro de que la joven se recostara, aunque no era necesario ya que eso es lo único que Vanessa quería hacer, ya no podía seguir despierta, y continuar en esta completa pesadilla de emociones.

(...)

-hola amorcito, ya llegue -Dijo esta pasando sus manos por su cuello mientras el estaba sentado en su escritorio. Se espabilo y volteo a ver a la dueña de esas manos y sonrío, pero su sonrisa se fue al momento de ver a Esther, su esposa parada detrás de el, por un momento creyó que era Vanessa, se sintió un idiota por pensar eso, esa chiquilla no se acercaría a el de esa forma, pero ansiaba que lo hiciera, . cerro sus ojos fuerte, debía despejar su mente.

 ¿Qué Pasa Si Nos Descubren?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora