Capítulo 11:

280 16 17
                                    


El lapso en el que fui a conseguir las dichosas copias del almacén fue muy escaso pues traté de hacer el mínimo tiempo posible. Al final de cuentas la preocupación se había convertido en una conmigo en esos eternos últimos 30 minutos de mi estancia en la preparatoria.

Una vez más me paré ante la fría y pesada puerta metálica del almacén y, sin pensarlo siquiera, ya me disponía a abrirla presurosamente lo que provocó que casi se me resbalaran las llaves de las manos, pero eso no me impidió cumplir mi propósito. Mis ojos trataban de acostumbrarse al hecho de el interior del almacén permanecía en total oscuridad, a excepción de un pequeño resplandor de limitado alcance procedente de un punto localizado hasta el fondo del lugar.

Lo que vi cuando me acostumbré en su totalidad al entorno, no me hizo ni la más mínima gracia: Andrea mantenía confinada a Deb. En un rincón de la estancia, sólo traía el sujetador puesto e instantáneamente concluí que había intentado propasarse sexualmente con ella.

Inmediatamente sentí cómo la furia recorría cada fibra de mi ser tanto que la idea de tranquilizarme y solucionar las cosas pacíficamente como comúnmente hago, me parecía distante, remota y fuera de mi alcance. Sabía que esa no era la mejor forma de solucionar esto, pero era inútil, mi cuerpo reaccionaba por sí solo y en menos de lo que esperaba, ya me encontraba empujando deliberada y bruscamente a Andrea contra las descuidadas taquilleras que allí se encontraban porque no podía permitir que permaneciera cerca de Débora ni un minuto más.

—¡Xime! —exclamó Débora en el acto.

—¡Dime qué le hiciste! — Le exigí una respuesta con un tono de voz bastante elevado mientras la empujaba aún más de lo que lo había hecho segundos antes.

—¡Te exijo que me respondas! — Andrea se negaba hablar. Ella se mantuvo callada, nerviosa y con la mirada baja; perdida en algún punto del suelo.

—Respóndeme—reitere mi demanda. No obstante, ella seguía empeñada en no articular ninguna palabra y esa actitud suya comenzaba a colmarme la poca paciencia que conservaba.

— ¡Andrea! — Sin respuesta. La adrenalina se acumulaba más por la ausencia de explicaciones que necesitaba para calmarme, para entonces, la rabia se había convertido en mi combustible y lo único que realmente me importaba era confirmar por su propia boca lo evidente a la vista pero ya que a Andrea no se le veía ni la más mínima intención de cooperar , termine dejándome llevar por mis emociones y permití que la ira fluyera en mi libremente.

— ¡CONTESTA, MALDICiÓN! — Le dije gritando ya sin ningún esfuerzo por controlarme y en una auténtica explosión de frustración, enojo e ira, cedí ante la tentación de darle un golpe en la cara que, por fortuna, logré desviar a la taquillera. Yo misma me horroricé de escuchar el estruendoso sonido que provocó el golpe en el metal a medio oxidar (acompañado de los ensordecedores gritos de Andrea); abollándolo y desgarrándome a la vez un poco la piel.

—Ximena, relájate. No vayas a hacer algo de lo que después te arrepientas— Sentí cómo Débora me abrazaba por la espalda— No te enojes... ella físicamente aun no me hace nada, bueno, nada grave. Andrea recurrió a estos métodos con el fin de chantajearme para que yo me alejara de ti— Débora se quedó un instante en silencio.

—¿Qué pasa?, Deb. ¿Por qué te detienes?

—Dice que tiene supuesta evidencia sobre nosotras.

—¿Eso es cierto, Andrea?

—Si...es...verdad—Tartamudeo Andrea asustada casi inaudible— Aunque fue un engaño la parte de que tengo evidencia, sólo la convencí de que la tenía. En realidad no tengo nada. Por... ¡por favor, no me golpees! — respondió Andrea casi llorando, petrificada y temblando de miedo.

Ella es mi mundo.Where stories live. Discover now