Capitulo 8: El Final

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  Esos dos últimos meses habían sido los más felices para Don Maurice. Su nieto había llegado de súbito y no se había separado de él en ningún momento. Estaba feliz de verlo saludable y vigoroso, muy bien cuidado, tanto que lo había visto con unos kilitos de más, pero siempre viéndose adorable. En todos ese tiempo, casi un año, había estado muy angustiado al no tener noticias de él, pero ahora que lo veía alegre y sonriente se sentía tranquilo. Había sido la mejor sorpresa de su vida.

Tenerlo a su lado le había devuelto las energías y las ganas de seguir con sus negocios, pero el médico había sido claro al ver su mejoría, eso iba a ser solo temporal y la enfermedad iba a comenzar a desgastarlo. Por eso había coordinado todo con Ian, los negocios, las ventas, la tienda, las deudas. Quería dejar todo en orden antes de partir. Con Ian a su lado asumir el destino que tenía se le hacía más llevadero. Pero estaba preocupado sobre cómo iba a quedar Ian cuando él se fuera.

El muchacho le había dicho que no tenía de que preocuparse, que se iba a quedar con la bestia, "Dios mío, con aquella bestia que casi me mata", pensó el anciano. Pero su nieto le había contado, de a poco, que esa bestia parecía quererlo y él también lo quería. ¿Qué había hecho él de mal para que su nieto se fijara en alguien como esa cosa? ¿Acaso cuando le decía que no había que fijarse en las apariencias, se lo había tomado tan en serio? Pero Ian le aseguraba que los sentimientos eran verdaderos, por no decir mutuos, y que no tenía de nada de que preocuparse. ¿Pero realmente estaría seguro si se quedaba con la bestia? Había tratado de convencerlo de quedarse con el negocio y vivir en el pueblo, pero su nieto estaba dispuesto a regresar al castillo y no había nada que lo hiciese cambiar de opinión. Cansado de insistir, Don Maurice dejó de pedírselo y de dedicó a disfrutar de su nieto, pero la enfermedad estaba cobrando factura.

Y así había sido. La última semana de esos dos meses ya le era imposible levantarse de su cama. Habían decidido que lo mejor era regresar a casa y esperar allí el momento porque era más cómodo y cálido que la cama de un hospital.

Con la mano temblorosa acaricio el rostro de su hermoso nieto. Ya no era un niño y asumirlo era tan difícil que le costaba aguantar las lágrimas. El joven le sonrió y le susurró palabras de amor y de apoyo, pero ya no escuchaba. Sentía tanta paz y tanto amor, y por primera vez decidió creerle a Ian, creer que ese amor que decía tener por la bestia era verdadero y que no lo iba a dejar desamparado. A penas pudo decir un "te quiero" muy suavecito, porque ya no tenía fuerzas, y se dejó llevar por esa sensación de paz. Cerró sus ojos, guardando para sí la imagen de su nieto, y por fin descansó. Divisó una luz y allí vio a su esposa sonreírle y a su hijo, con su nuera al lado, darle la mano para ayudarlo a caminar, y se dijeron cosas que nadie nunca sabría.

Ian quiso llorar pero no lo logró. Su abuelo había muerto con tanta tranquilidad y con una sonrisa tan bella que por más pena que tuviera se sentía agradecido de haber tenido dos meses para despedirse y decirle cuanto lo quería. Habían conversado mucho y nunca pensó que su abuelo tendría tanto que decirle. Hablaron de sus padres y de su abuela, de su sueños, de su trabajo, habían incluso hablado de la bestia y los verdaderos sentimientos de Ian. Realmente en esos dos meses conoció a su abuelo más de lo que lo había conocido en toda su vida.

Tapó a su abuelo y acarició el lomo de Aras que estaba acostado a su lado. El perro no lo había abandonado y había sido una muy buena compañía que le recordaba que tenía a alguien esperándolo. Debía ser fuerte, por su abuelo, por la bestia y por sí mismo.

Quiso regresar ese mismo día al castillo, pero aun habían muchas cosas por hacer. Primero debía preparar el sepelio y avisar a los amigos. Toda la gente del pueblo quería despedir a ese gran hombre e Ian debía respetar eso. También debía cerrar unos negocios, viajar a los demás pueblos para avisar que otras personas se encargarían de los trámites y luego debía cerrar la tienda, vender los últimos artículos y deshacerse de muchos elementos que no eran útiles.

Eran trámites que le había prometido a su abuelo cumplir y por eso debía soportarlos. Una, dos, tres semanas más tarde por fin pudo terminar todo y emprendió el camino de regreso al castillo. Solo esperaba que la bestia lo perdonara cuando volviese y no se molestara mucho. Cabalgó con Phillip sin interrumpir el paso hasta llegar a la conocida entrada.

Mientras tanto en el castillo, Frederic, Ana y Tommy miraban entristecidos como su amo había ido consumiéndose en una depresión en esas últimas semanas. El primer mes, desde que Ian se había ido, lo habían pasado tranquilos, el amo estaba entusiasmado por el regreso y había comenzado a arreglar detalles de la casa para que jovencito la pasara mejor. Que mejor cambiar el color de la habitación de Ian, que faltaban flores, que habían telarañas, que Aras no tenía un lugar decente donde vivir, entre muchas cosas más. Incluso habían ido preparando sorpresas para el regreso del menor.

El segundo mes había sido el de los nervios, esperando ansioso, todos los días en el balcón o en la puerta, esperando ver la esbelta figura del castaño avanzar hacia el castillo. Pero, día tras día, esto nunca sucedía. Ni el perro había regreso y eso le daba muy mala espina a todos. Adam iba y venía, mirando expectante el balcón durante el día y pintando decenas de cuadros de Ian en las noches. Pintaba todo lo que recordaba, sus labios, sus ojos, su rostro, sus manos, todo lo que le venía a la mente pintaba. Lo pintaba en el invernadero, en la biblioteca, en la cama y en paisajes inventado. Todos sus sueños reflejados en esas pinturas. Pero Ian no regresaba.
Las últimas tres semanas habían sido de depresión. La bestia no quería comer, se quedaba tumbado mirando sus pinturas con añoranza y otra veces, las peores noches, observaba como el último pétalo de la rosa de tambaleaba y parecía querer caer en cualquier momento. Una vez quiso salir al pueblo a buscar a Ian pero, ¿y si él no quería verlo? ¿y si al ver como la gente huía de él perdía todo el gusto?

Adam había perdido las fuerzas y las esperanzas de ver a su pequeño amante regresar. "Lo más probable es que el abuelo se ha curado y lo ha convencido de quedarse" pensaba, "o tal vez ha conocido a un rico mercader, joven y guapo, y se ha ido con él". Los pensamientos iban y venía, imaginando escenarios cada ves más dramáticos. "Puede ser que decidió formar una familia y ahora esta casado con una linda jovencita y teniendo muchos hijos".

Frederic intentaba darle ánimos, pero su amo no se dejaba.
- No se preocupe amo, si su abuelo murió debe estar dejando todo en orden para regresar – le decía el mayordomo.
- No, ya debería haber regresado!! – gruñó tirando todo lo que encontró a su paso.
- Pero amo...
- Nada! No va a regresar! – gritó corriendo hacia el cuarto de la rosa y encerrándose, tirando la puerta tan fuerte que todos en el castillo se sobresaltaron. Se tiró sobre el suelo y sintió como su cuerpo iba perdiendo las energías. Sintió la lluvia caer sobre él pero no le importó.
Observó la rosa tambalearse con más fuerza y sintió como las fuerzas se le iban yendo, tanto que tuvo que cerrar los ojos. Creyó ver la figura de Ian pero debía ser un sueño, Ian no iba a regresar.

****Flash Back****

Cuando Ian llegó al castillo, la lluvia era tan fuerte que pese a llevar la capa, terminó totalmente empapado, pero la emoción por ver a su bestia era tanta que sin importarle mojar todo corrió hacia a puerta y entró animado, esperando ver a todos ahí, pero todo estaba oscuro y desolado.

- Frederic? Ana? Tommy? – llamó con fuerza, pero solo su propio eco le respondió. Aras a su lado ladró corriendo hacia el segundo nivel. - ¿Hay alguien? – gritó de nuevo, pero al no obtener respuesta se acercó a la escalera. ¿Debería subir? ¿y si la bestia se molestaba de nuevo?

Dudoso siguió a Aras y al final del pasillo vio como todos estaban junto a la puerta preocupados. Tommy lloraba pegado a su madre y Frederic consolaba a Ana.

- ¿Qué ha pasado? – preguntó Ian haciendo que todos voltearan asombrados de verlo allí.
- Ian!! De verdad regresaste! – lloró Tommy saltando hacia él – por favor, ayuda al amo! Se está muriendo!
- ¿Qué?! – gritó Ian asustado.
- Joven Ian, tiene que ayudar al amo, está muy deprimido – le dijo Ana – no ha comido ni ha descansado, y ahora se ha encerrado en esa habitación. Usted es el único que puede salvarlo.
- Por favor joven Ian, salve al amo – le pidió Frederic.
- Tengo que hablar con él – dijo abriendo la puerta con rapidez y corriendo hacia el interior. Todo estaba más destrozado que nunca, y no se veía nada excepto una luz cerca al balcón.

La rosa brillaba como nunca antes y su querida bestia se hallaba en el suelo del balcón dejando que la lluvia lo mojase. Preocupado corrió y lo abrazó. Se veía muy mal, como si se estuviera muriendo.

****Fin del Flash Back****

- No! Por favor...no te mueras! – lloró Ian, pero la bestia no parecía reaccionar. – He perdido a mi abuelo, no podría soportar perderte a ti! – le acarició el rostro
- Ian? – le preguntó abriendo con mucho esfuerzo los ojos. Sonrió al verlo tan hermoso como lo recordaba – Has vuelto...no es un sueño.
- Claro que he vuelto! – le dijo emocionado – no podría dejar que...dios! Todos ha sido culpa mía, me demoré demasiado – le dijo abrazándolo.
- Quizás...es mejor así – le dijo débil, cerrando los ojos con dolor. Adam pensaba que tal vez así, si él moría, Ian podría rehacer su vida con alguien más, alguien menos desagradable.
- No! No diga eso! – dijo acurrucándose en su pecho, si la bestia lo dejaba Ian se moría con él, no podía imaginar su vida lejos de ese ser que tanto amaba – te pondrás bien y vamos a bailar, a leer...además tienes que terminar mi cuadro – le dijo sonriéndole. – Ya estoy aquí, todo va a salir bien.
- No Ian, no me voy a poner bien. – le dijo acariciando el rostro del menor. Ian se apoyó en esa garra con cariño dejando que más lágrimas cayesen - pero al menos logré verte...por última vez...y eres tan hermoso Ian... – y diciendo esto se dejó caer agotado, cerrando los ojos completamente.
- No! – gritó Ian – No! No me dejes! Por favor! – gritaba sacudiéndolo, pero la bestia no reaccionaba. Ian le acarició el rostro mojado y se acercó, rozando sus labios con los de la bestia – Te amo! – le dijo depositando un tierno beso y dejándose llevar por el llanto. – Te amo! Por favor no me dejes...te amo... - lloraba. No podía aceptar que nunca más iba a despertar, que nunca iba a volver a ver esos ojos bicolor que tanto amaba, que nunca más iba a sentir ese cálido cuerpo junto al suyo...no podía aceptarlo!. Aras se apoyó en el cuerpo de su amo y gimió, como llorando también la partida de la bestia.

En ese momento el último pétalo de la rosa cayó y dejó de brillar oscureciendo toda la habitación. Ian se recostó sobre el pecho de la bestia y cerró los ojos, sin ver como la rosa de desintegraba y desaparecía.

La lluvia cesó y de repente comenzaron a caer lucecitas de colores a su alrededor, brillantes y cálidas. Una de ellas cayó en la mejilla de Ian y le hizo cosquillas haciendo que abriera los ojos y se quedara sin palabras al verlas y notando como la bestia comenzaba a iluminarse y elevarse. La fuerza de estas luces eran tantas que el viento que se había formado alrededor hacia que su cabello y su capa se meciera.

Aun sorprendido lo soltó y dejó que la luz envolviera completamente el cuerpo de la bestia y poco a poco el pelaje y las garras iban siendo reemplazadas por miembros humanos. La gruesa contextura se iba reduciendo hasta alcanzar la forma correcta de una figura fuerte pero humana.

Cuando la luz cesó, el cuerpo fue suavemente depositado en el suelo y todo volvió a la calma. Ian se acercó y quedó mudo al ver al hombre en el que la bestia se había transformado. El cabello rubio y sedoso caían sobre los anchos hombros, la piel estaba ligeramente bronceada y los músculos se veían fuertes. El rostro fino y perfecto, sin ninguna marca o defecto. Era el hombre más guapo que hubiese visto en el mundo. Sonrojado Ian se acercó más y cuando iba a sacudirlo, este comenzó a levantarse. Asustado, Ian cayó sentado y se le quedó viendo.

Adam se levantó un poco adolorido pero notó como su cuerpo era mucho más ligero que antes. Miró sus manos humanas y sin pelo. No había garras, ni cuernos, ni pezuñas...era humano! Se volteó alegre y vio como Ian lo miraba con miedo pero con esperanza.

Se oye una canción, que hace suspirar
Y habla el corazón de una sensación
Grande como el mar...

- Ian...- le dijo. Se agachó a su altura y lo abrazó. Sintió el temblor en el cuerpo del menor pero no lo soltó. – Mi Ian...

Algo entre los dos cambia sin querer
Nace una ilusión, tiembla de emoción
Bello y Bestia son...

Ian se alejó y lo miró con detenimiento. Reconoció los ojos bicolor, tan hermosos y llenos de vida. Sintió como las lágrimas se acumulaban en sus ojos pero trató de aguantar, ya había llorado mucho esa noche.

Hoy, igual que ayer, pero nunca igual
Siempre al arriesgar puedes acertar
tu elección final..

- Eres tú... - le dijo acariciando su rostro. ¿Cómo había sucedido eso? ¿Era realmente la bestia que tanto amaba?
- Sí...soy yo...me llamo Adam – le dijo sonriendo. Era como comenzar a conocerse de nuevo.
- Adam...-pronunció, saboreando el nombre. Y mirándose fijamente se besaron por primera vez. Una luz los envolvió y todo el castillo se iluminó recuperando su brillo. Los objetos rotos se arreglaron y las telas desgarradas se volvieron a coser. Todo quedó tal y como estaba antes de hechizo. Ian sintió la calidez rodearlo y al separarse vio como todo estaba iluminado y hermoso. Escuchó un ladrido a su lado y vio un hermoso perro Golden que lo miraba animado. - Aras? – preguntó. El perro se acercó y comenzó a lamerle las manos, muy cariñoso.
- Mi Ian – le dijo abrazándolo y alzándolo, llenando la habitación de risas.
- Eres tú! – repetía Ian animado. Adam lo dejó en el suelo y lo besó por primera vez.
- Te amo Ian, te amo tanto – le decía entre besos.
- Yo también te amo – le respondía el menor.

"Tienes que aprender", dice una canción,
"Que antes de juzgar tienes que llegar
hasta el corazón"...

Nunca antes se habían besado y en ese momento las emociones los llenaban. Dejó que Adam lo guiara, abriendo su boca para dejar que esa juguetona lengua lo invadiera. Se sujetó de su cuello y el mayor rodeó su cintura y lo apretó a él.

Cierto como el sol, que nos da calor,
No hay mayor verdad, la belleza está
en el interior

Definitivamente era una experiencia nueva y excitante y estaba listo para dejarse caer en ella. Se separaron al escuchar la puerta abriéndose estrepitosamente y un lindo niño pecoso, de más o menos 6 años, corrió apurado a abrazarse al castaño.

- Ian! Mira! Soy un niño de nuevo! – le dijo con su voz chillona pero dulce.
- Y eres un niño muy lindo Tommy – le dijo reconociéndolo al instante.
- Gracias Ian! Rompiste el hechizo! Gracias! – gritó.
- ¿Qué hechizo? – preguntó curiosamente.
- Tommy! – gritaron dos voces. Una regordeta señora con un delantal de cocina y un hombre alto, y con aire solemne, se acercaban.
- Anna? Frederic? – preguntó Ian entusiasmado – son humanos! entonces...rompí un hechizo? Pero cómo?
- Frederic! – gritó Adam abrazando al mayordomo. – Lo siento tanto Frederic, Anna...Pequeño Tommy – le dijo alzándolo haciendo que el niño riera con ganas – lo siento tanto, por mi culpa estuvieron hechizados.
- No se preocupe amo Adam, ya todo se ha arreglado, gracias al joven Ian – le dijo sonriéndole. El hombre no debía tener más de 50 años, pero era una persona muy cálida.
- Eso no te lo tenemos que contar nosotros – dijo Ana dulcemente y depositando un besito en la frente del menor – y creo que por hoy han sido muchas emociones, ya mañana conversaremos con calma.
- Así es, será mejor que todos descansemos – dijo Frederic dando una reverencia y saliendo junto a los demás.
- ¿Qué hechizo? – volvió a preguntarle a Adam cuando se quedaron solos.
- Ven, te lo contaré todo – le dijo tomándolo de la mano y yendo a su habitación.

Ir de la mano con la persona que amaba hizo sonrojar a Ian, pero divertido se acercó al rubio y se abrazó a él. Aun recordaba como había creído que se moría y aun estaba nervioso. Todo era demasiado perfecto. El castillo estaba realmente hermoso.

Entraron a la habitación de la bestia, corrección: de Adam, y este lo dirigió hasta la gran cama. Lo de dejo caer con una sonrisa y de hecho a su lado.

- Hace mucho tiempo yo era humano, pero era muy egoísa y vanidoso – le contó mientras sujetaba su mano y la besaba – una noche una bruja llegó al castillo, pero yo no sabía quien era, y fui muy grosero con ella. Entonces me hechizó, para que fuera una bestia, y conmigo todos cayeron en el embrujo. La rosa que viste era parte de él...cuando el último pétalo cayera, yo iba morir.
- Y cómo rompí el hechizo? – le preguntó el menor sonrojado. Adam era tan guapo y lindo, no lo imaginaba siendo un ególatra.
- Con tu amor – le sonrió – el hechizo solo se rompería si alguien me amaba pese a ser una bestia...y tu me amaste...me amas – le dijo besándolo.
- Me lo podrías haber dicho...podríamos haber roto ese hechizo desde el principio – le dijo.
- Pero tenías que amarme sin sentir pena o lástima...y lo hiciste, y yo te amo tanto Ian...cuando no regresabas pensé lo peor – Adam hizo un puchero y se abrazó más a su pequeño amante.
- Yo también te amo...perdón por demorarme – le dijo dejándose besar.
- No te preocupes...ya estás aquí.

Adam se dedicó desde ese momento a desvestir a su pequeño Ian. Moría por volver a sentirse dentro de ese cuerpo pero como humano. El menor se dejó llevar por ese hombre que comenzaba a volverlo loco. Extrañaba a la bestia, esas garras y ese suave pelaje, pero Adam también era excitante.

El rubio besaba cada pedazo de piel que quedaba descubierta y esos labios sobre su cuerpo eran algo totalmente nuevo. Sintió como sus tetillas eran mordidas suavemente y dejó salir un largo gemido. Suspiró y acarició el rostro del rubio que ya había comenzado a quitarle los pantalones. Quería tocar ese cuerpo y por eso se levantó e hizo que Adam se recostara mirándolo divertido.

- Quiero hacerlo yo...- dijo mordiendo su labio. Se veía adorable totalmente desnudo y siento tan inocente – quiero conocerte de nuevo.
- Hazlo – le dijo. Si Ian quería tenerse a su merced, él no se iba a oponer.

El menor le quitó la ropa despacito, asombrándose de esa suave piel. Al llegar a su pantalón lo miró nervioso, se lo quitó y el miembro de Adam saltó a la vista. No pudo evitar gemir al ver a Adam en todo su esplendor, su cuerpo marcado pero suave y ese miembro grande y grueso, ligeramente rojo, que surgía de entre una mata de vellos hermosamente rubios.

- No te preocupes – le dijo tomando su mano y haciendo que el menor lo rodeara con la mano – no ha cambiado tanto – le dijo con una sonrisa presuntuosa. Esto hizo reír a Ian.
- Tonto – le respondió sacándole la lengua mucho más relajado.

Bueno, era verdad, seguía siendo enorme. Lo acaricio con ganas y se mordió el labio antes de agacharse y comenzar a lamerlo. Aun tenía que ayudarse de sus manos, pero podía abarcar mucho más que antes. ¿Cómo había podido tener el miembro de la bestia dentro suyo? Se sorprendía de sí mismo.

Lamió el glande y luego fue descendiendo hasta introducir la mitad de ese miembro en su boca, excitándose al escuchar a Adam suspirar. Lamió la punta y se emocionó al sentir al mayor estremecerse, esto hizo que ganara confianza y agarró los testículos con su mano libre. Un poco de líquido preseminal salió de la punta y llenó de un sabor amargo su boca. Nunca antes había probado el semen de otra persona así que entusiasmado siguió el ritmo hasta que tuvo ese enorme miembro totalmente duro. Adam lo detuvo antes de correrse y lo hizo subir para besarlo con ganas. El rubio lo volteó hasta dejarlo de cara contra la cama y arrodillado, y bajó dando besos húmedos por toda la espalda.

- Me muero por hacerte mío Ian – le dijo con la voz gruesa lamiendo antes de comenzar a separar las nalgas del menor quien giró el rostro de entre las almohadas y lo miró sonrojado y con los labios rojos e hinchados, pero no lo tocó sino bajó hasta lamer y besar sus muslos y la parte trasera de las rodillas. Ian comenzaba a sudar al sentir su entrada expuesta y necesitada.
- Por favor...- le dijo sin poder evitarlo – Adam... - disfrutó decir el nombre de su amante, era tan erótico.

Adam no lo hizo sufrir, ya habrían otras oportunidades. Necesitaba poseerlo y demostrarle cuanto lo amaba. Acercó su nariz para llenarse del dulce olor de su amado Ian y pasó la lengua por encima de esa apretada entrada. Ni él mismo sabía como podía permanecer así de estrecha luego de haberlo tenido a él como bestia adentro.

- Adam...- gritó Ian al sentirlo en ese lugar. Elevó inconscientemente el trasero y separó más las piernas buscando más placer pero las manos fuertes de Adam lo mantenían quieto.

El rubio lamió de nuevo y sintió al castaño estremecerse. Lo hizo de nuevo y esta vez no se detuvo hasta que sintió esa abertura latir en su lengua y abrirse como una flor. Ian gimió más fuerte y sintió cada lamida sobre su miembro abandonado, comenzando a rozarlo contra la cama.

La ex bestia se alejó de Ian y miró excitado como esta se abría y cerraba ligeramente esperando ser invadida. Acercó un dedo y la rozó, maravillándose al ver como el pequeño músculo respondía a su tacto. Metió dos dedos y la empezó a ensanchar. Luego acercó su lengua y lamió aprovechando que tenía más espacio. Ian temblaba y se estremecía con fuerza arqueando la espalda en busca de más contacto.

- Adam! Por favor...no puedo más...- le decía el menor, empujándose contra esos dedos que lo estaban volviendo loco.
- Ian...- gruñó girando al menor con fuerza y besándolo con ganas. La saliva de escurría por sus mentones pero ningún contacto era suficiente – te amo
- Yo también te amo – lloriqueó al sentir como el miembro de Adam era frotado sobre su entrada expuesta y dilatada.

Adam le levantó más las piernas y con un último roce de sus dedos se enterró en esa deliciosa entrada. Ambos suspiraron y las embestidas no se hicieron esperar. Ian estaba lo suficiente abierto para no sentir absolutamente nada de dolor y con fuerza se sujetó del cuello del mayor buscando sus labios. El rubio lo sujetó por las nalgas y se empujó más adentro. Solo con rozar su piel con la de su amado sentía que ardía y que miles de sensaciones lo embargaban.

Ian sentía que no podía aguantar más. Había sido demasiado estimulado y su miembro se frotaba con fuerza con el vientre del rubio. Gimió y sin evitarlo se corrió con fuerza, gritando el nombre de su amado Adam, temblando y apretando la entrada, logrando que Adam gritara y lo besara. Ian lo alejó sorprendiendo a Adam pero esto no duró mucho tiempo al sentir como Ian se posicionaba entre sus piernas y comenzaba a lamerlo con ganas.

- Sii...mi amor...así – decía entrecerrando los ojos al sentir esa lengua recorrer todo su miembro. Acarició el rostro de su pequeño y lo trató de alejar – Ian...espera...me voy a venir
- Hazlo – le dijo roncamente chupando con más ganas. Sintió al miembro endurecerse y expulsar abundante y caliente semen.
- Ian...- fue lo único que dijo el rubio.

Adam se corrió con fuerza e Ian trató de tomar todo, pero era tanto que se escurrió por sus labios. Su amante al ver esto lo levantó y lo lamió, limpiando su rostro y besándolo con pasión. Se abrazaron agotados.

- Te amo – le dijo Adam, acariciando los cabellos castaños de su pareja y depositando un beso en su cabeza. Ian se apretó más en su pecho y se dejó cubrir por la sábana. Cerró los ojos cansado dejándose embargar por todo el amor.
- Yo también, te amo tanto – le respondió pesando su pecho y abrazándolo más mirando fijamente esos ojos bicolor que tanto amaba.

Esa fue la primera noche que pasaron con Adam como humano y nunca más se separaron. A partir del día siguiente Adam se dedicó a restaurar el castillo, porque habían muchas cosas que habían sido rotas por él y no por el hechizo, y lograron volver a hacerlo funcionar. Nadie preguntó porqué el castillo apareció como nuevo de la noche a la mañana, porque gracias a eso el pueblo volvió a vivir. Muchos fueron contratados de nuevo y los negocios con los demás pueblos resurgieron. Los caminos se abrieron, las tormentas cesaron y las fiestas en el castillo se volvieron a dar. Todos encantados con los dos amos del castillo, aquel hombre, el más hermoso del mundo, junto a su esposo, el jovencito más dulce y bello.

Y vivieron felices para siempre.




Y colorín colorado, este cuento se ha acabado ^_^ Viva el yaoi!!!!

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