Epílogo

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Desde arriba todo se miraba diferente, el Supremo sonreía con honestidad al saber que había hecho lo correcto al enviar a Gerard al mundo humano.

Tal vez hasta hubiera sido mejor que conservarán sus recuerdos originales, pero todo era por seguridad. No podían dejar pistas de que existen, la mayoría de los humanos son muy curiosos y la curiosidad mató al gato, y a los alienígenas. Mejor no correr riesgos.

Habían pasado tal vez tres o cuatro años, donde sólo habían fortalecido la relación de antes. Frank se había tatuado un número romano, que representaba la fecha en que conoció a Gerard, éste último sólo había cambiado del cabello rojo al rubio.

El pelinegro acostumbraba a llamarlo «Limón»

Nunca discutían y los días en que lo hacían, se olvidaban apenas aparecía el otro amanecer. Su confianza era extrema, se contaban todo y los besos, caricias y abrazos jamás hicieron falta.

Todo marchaba bien, el sueño que había tenido Frank había quedado en el olvido. Pero había una cosa curiosa, todos sus aniversarios el cielo se ponía color dorado por culpa de las estrellas y de vez en cuando, aparecía un eclipse.

Ambos recordaban con fervor, aquella leyenda en donde la humana se quedó con el alien. Era romántica, pero a la vez desconcertante, ¿De verdad se podía enamorar un humano de un extraterrestre?

¿De un alienígena extranjero?

Ambos habían tomado la decisión de mudarse a New York, para tener una mejor economía, dejando atrás su departamento con una hermosa vista de los rascacielos de Jersey. Y el cementerio, en donde compartieron mucho momentos.

La primera noche Frank se removió en su lugar, estaba teniendo un sueño de nuevo. Eran ellos, había un tipo llamado James y su esposa Margaret, ambos habían bajado a la tierra para felicitar al pelinegro por amar a alguien de su especie y como recompensa, le habían dejado un lindo cuarzo violeta fundido con azul.

Despertó sudando, agitado y con la cabeza dando vueltas, ¿Qué mierda había sido eso? Gerard seguía dormido como un tronco a lado de él, ni siquiera se inmutó cuando su pareja se levantó de la cama y se dirigió al baño.

En su reflejo notó que de su cuello colgaba un cuarzo, igual al de su sueño. Sonrió, todo había sido real o al menos, eso quería creer y a pesar de que sus recuerdos habían pasado como sueños, dentro en su corazón sabía que todo había sido real.

Porque puedes manipular a la mente, pero no al corazón. Y a pesar de que haberse quedado con Gerard, era una locura no fue imposible.

No era su culpa enamorarse de otra especie, su corazón fue robado por él y en el corazón no se manda.

— ¿Frank? —la voz ronca de su amado le hizo dar un brinquito— ¿Dónde estás?

— En el baño, ahí voy —se apresuró a lavar su cara y ocultó su cuarzo en una cajita del pequeño baño.

Cuando salió de ahí, fue directo a la cama con Gerard, tomó sus brazos y se cubrió con ellos. El rubio besó la sien de su chico, por la ventana una luz morada se reflejó pero eso no importaba ya, todo estaba bien ahora.

— Te amo, Gee —suspiró Frank.

— Y yo a ti, muchísimo más —rió el esmeralda.

Frank le siguió la risa, después en acto de amor; unieron sus labios, buscando un felices por siempre.

Hesitant AlienWhere stories live. Discover now