Gimnasio, Noche de Martinis

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Nota: 1) Este capítulo es más largo de lo normal.

2) En este mundo las reglas corren de manera diferente, la carne no es carne real sino un suplemento que es idéntico, al igual que la mayoría de la comida, luego explicaré sobre este tema.

1

El gran día había arribado, la luz del sol me llegaba en las piernas descubiertas, miré mi teléfono, marcaba las seis de la mañana en punto, hacía muchísimo calor en la habitación, tenía el pelaje sudado y el entrepierna hecho un mar... a veces es incómodo ser hombre. Me levanté con pereza y me miré en el espejo, nuevamente era un desastre, me dolía todo, la cabeza sobre todo, sin razón aparente, anoche no bebí y tampoco fumé, quizá es que hay muchas cosas que pasaban en ese momento. Me palpé el pecho, el pelaje ya estaba creciendo, lo levanté un poco y pude ver el montón de cicatrices que tenía a través de todos mis pectorales, me empecé a sobar el brazo y también vi todas las cicatrices pasadas. Suspiré y después de orinar fui a la cocina (no sin antes lavarme las manos). Encendí el televisor y puse el noticiero, estaban pasando las noticias sobre economía -"Gracias Capital News por recordarme que la vida da asco" - respondí. Empecé a calentar un poco de leche en una olla, miré el aire acondicionado y estaba apagado, le di a encender y me quedé un rato bajo la brisa helada que venía de él, era lo más agradable que pude pensar en ese momento... me quedé quieto pensando... ¿Qué pasaría si alguien conocido me ve en el club? ¿Debería entrar en pánico y mudarme? Quizá a mi pueblo natal, Corvan's Gate, al norte de la isla, un clima más frío en el año pero muy agradable, primavera y verano un sol muy brillante junto con un cielo muy azul y una brisa llena de olores frutales, más que nada a las cerezas, en otoño ya empieza a llover y las hojas empiezan a caer y volar por todo el lugar y finalmente, en invierno, un manto de nieve cubre todo el pueblo, a las ochenta y cuatro casas, sus pocas calles y su rio. Un rio clarísimo y muy fresco (e incluso gélido) por el cual se hacen carreras de botes y barcos a escala, o a veces simplemente la gente desea hacer un picnic a su orilla o navegar tranquilamente en él. Es uno de los lugares más bonitos y clásicos del país, la arquitectura de la capital es hermosa, mezclando todo lo moderno con el antiguo europeo, pero las casas de Corvan's Gate son de madera o roca antigua, se pueden ver varios castillos pequeños convertidos en restaurantes o cafés, todas las calles llenas de árboles frutales, pueblo conocido por su exquisito pies de manzana o pastelitos de cerezas, arándanos o lo que sea.

Me hace a veces recordar esos momentos de pequeño junto a mis hermanos, éramos varios, Rudy, Murdoch, Matt, Alissa y yo. El mayor era Murdoch, después venía yo, Matt, Rudy y al final Alissa, todos nos llevamos por poquísimos años, tres, dos, uno y uno respectivamente. Todas las tardes esperábamos a nuestro padre en la estación de trenes. Siempre llegaba en el mismo, una locomotora roja con franjas negras jalando unos vagones blancos con franjas rojas. Siempre venía en el mismo vagón, el tercero, siempre trayendo una bolsa llena de regalos para todos. Siempre disfruté mi pueblo, ahí fue donde conocí a mi primer amor, un león de hermosos ojos, pelaje y melena, a quien realmente quise, y él me quería realmente hasta un extremo terrible, logró obsesionarse conmigo y hacer que yo me alejara... pero quitando todo eso mis mejores años fueron ahí, hasta que mi padre me echó a la calle junto a mi pequeño sin remordimientos.

Me salí de debajo de la fría brisa del aire, ya estaba a una temperatura más estable -"Espero no resfriarme" - pensé mientras caminaba hacia el tostador, metí dos trozos de pan y presioné el botón, azucaré la leche y la revolví mientras veía un par de burbujas salir -"Como te subas te corto" -. Dejé a fuego bajo la olla y fui a la habitación de Max a despertarle, estaba destapado, igual que yo transpirado pero menos, se pasó toda la noche en suspensorios, suavemente le moví el hombro, tratando de despertarle.

-Arriba flojo-dije suavemente, el solo gruño-vamos, ya es hora.

-N-no... déjame cinco minutos más...-veía como una pequeña baba corría por la comisura de su hocico, observe la hora, la seis veinticinco.

Vida De un Padre SolteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora