Capítulo 24.

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Cuando sintió la mano que le estaba tocando el hombro, Luisa se dio la vuelta, temiendo encontrarse con lo peor... Pero cuando se giró vio a Adam con una sonrisa ladeada.
- ¿Me has echado de menos? Parece que te alegras de verme. —Dijo sonriendo—.
- ¡Eres estúpido o qué! ¿Tú sabes el susto que me has dado? Por un momento he pensado que eras un demonio y que estaba muerta ya. ¡No hagas eso más por favor! —Luisa estaba al borde de las lágrimas; siempre había sido una chica sensible, pero cuando se trataba del tema de su vida lo era aún más—.
- Eh, no te preocupes, ¿vale? —dijo Adam en un tono tranquilizador estrujándola entre sus brazos—, te dije que no te iba a pasar nada si estabas conmigo, y voy a cumplir mi palabra. —Mientras decía eso le acariciaba el pelo con ternura, y se iba dando cuenta de que cada vez lo que sentía por esa chica era más fuerte, necesitaba protegerla con su vida—.
Luisa se subió a la moto con Adam y llegaron a un edificio con muchos pisos. ¿Esa era la casa de Adam? Luisa se esperaba algo menos normal...
Subieron al piso 3 que era en el que vivía Adam y cuando entraron Luisa se quedo estupefacta. ¿Cómo era posible que en un edificio donde parecía que los pisos tuvieran muy poco tamaño hubiera esa "mansión"? Literalmente era una mansión. Había un gran sofá delante de una televisión gigante, una cocina enorme y un baño con jacuzzi.
- Te presento mi humilde morada. —Rió Adam, invitándola a entrar—.
- Pe-pe... Pero, ¿cómo es posible que un edificio así tenga estas mansiones dentro? —Dijo Luisa muy sorprendida—.
- Oh bueno... Esto es obra de la magia... Naturalmente las demás habitaciones del resto de las personas que viven en este edificio no son así, pero ya sabes que a mí me gustan las cosas grandes.
- ¡Ya veo ya! —Rió Luisa—.
- Ponte cómoda, a partir de hoy, esta también es tu casa. —Adam guiñó un ojo—.
- Creo que quiero ducharme y dormir, ha sido un día muy duro...
Luisa entró al baño y se metió en la dicha, el jacuzzi era demasiado para ella, aunque algún que otro día a lo mejor si se metería... Cuando salió de la ducha se dio cuenta de que no había cogido ninguna toalla... ¡Mierda! ¿Y ahora qué iba a hacer?
- ¡Adam! —Gritó Luisa—. Tengo un gran problema... ¡No, no entres!
Adam había abierto la puerta y puedo ver cómo Luisa se tapaba lo poco que podía rápidamente y éste giró rápido su cabeza con las mejillas sonrosadas.
- Esto... No he cogido una toalla... ¿Podrías alcanzarme una, por favor? ¡Pero no me mires!
- Tranquila, tranquila, que no muerdo... —Adam intentó darle la toalla sin mirar, pero pudo ver las piernas desnudas de Luisa y le pareció la cosa más bonita que había visto en su vida. Quería verla así todos los días, e incluso ducharse con ella—.
- Adam... Ya puedes irte... —Dijo mientras se enrollaba la toalla en su cuerpo—.
De repente, Adam se dio cuenta de que había un problema. Solo tenía un pijama, y Luisa no se había traído nada.  ¿Cómo iban a dormir?

Un amor prohibido.Where stories live. Discover now