Epílogo

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Epílogo

Narra Malú

Después de un largo y duro día de trabajo en el estudio preparando la gira de mi disco 'Caos'... Me fui directa a casa. La mejor de las recompensas estaba allí esperándome impaciente.

Ella.... Tan guapa como siempre. Con sus vaqueros pitillos desgastados y esa camiseta negra que dejaba un hombro al descubierto. Vanesa es la mujer más sexy que la vida me ha puesto delante. Atractiva a cualquier hora del día.

Fue pasar a casa y un olor maravilloso despertaba al ogro que habitaba en mi estómago. Unos deliciosos canelones estaban esperando para ser devorados. Crucé el salón y pasé hasta la cocina donde estaba ella terminando de emplatar. Muy decidida me abracé a su espalda.

-Creo que darte las llaves de mi casa fue la mejor idea que he tenido en mucho tiempo... (Reímos ante mi comentario, y apoyé mi cabeza sobre su hombro descubierto).

Habían pasado ya varios meses desde el primer palacio de Vanesa, nuestra vida era maravillosa, nos veíamos a diarios, si no en persona siempre teníamos la video llamada a punto.

Después de ese primer beso encima de un escenario nuestra familia se mostró muy orgullosas de nosotras, igual que nuestros amigos, diría que los que más fueron Pastora y Pablo, habíamos vuelto a ser la piña que éramos, con nuestras cenas de ensaladas varias.

Lo más emocionante llegó con la reacción de nuestros seguidores, si ya nos apoyaban antes ahora mucho más, parece ser que tenían unas ganas infinitas de que pasara todo aquello.

Quizás lo más complicado llegó con la prensa, los primeros días fueron agotadores, pero decidimos que al entrar en nuestras casas lo que pasaba fuera de ellas no nos iba a cambiar. Que dijeran y publicasen lo que quisieran, nosotras íbamos a estar juntas pese a quien le pese.

-Huele increíblemente bien... Pero el postre lo elijo yo (añadí, mientras repartía besos por toda su nuca y ésta era acariciada por mi nariz, sentí como se estremecía y aun me enamoraba más de ella).

Giré mi cabeza hacia la mesa, la había preparado cuidando hasta el más mínimo detalle. Saqué el vino y comenzamos a cenar. Los grados que aquel reserva se estaban haciendo notar y estábamos más revoltosas que de costumbre. Después de guarrearnos más que nunca con la bechamel, el postre no podía esperar. Nuestros cuerpos se tenían ganas.

Me levanté de la mesa para sacar del congelador nuestro helado favorito. Nueces de macadamia. Para unas golosas como nosotras, las tarrinas grandes no podían faltar. Ya lo tenía todo. No existía un postre mejor ni en los más lujosos restaurantes. Y Vanesa era el ingrediente estrella.

Cuando me vio llegar una sonrisa enorme se dibujó en su cara.

-Llegó el postre... (se dirigió hacia mí y acabamos en el sofá).

Nuestro helado, ella y yo. Era momento de jugar.

Vanesa se sentó para dejarme lugar sobre sus piernas. Se dejó llevar. Con mis manos bajo su camiseta, comencé a besar, chupar y morder todo su cuello, su clavícula y hombros, alternando con sus labios. Con delicadeza me aproximé lentamente hacia su oreja... parece que había encontrado el lugar ideal para avivar el deseo.

Me detuve muy cerca, sin llegar a tocarla con mis labios. Dejé que sintiese mi respiración y el calor de mi aliento durante unos segundos. Su cuerpo comenzaba a estremecerse. Era hora de empezar a besar delicadamente el lóbulo de su oreja. Alternaba los besos con ligeras lamidas en esa misma zona, hasta que ascendí y recorrí el contorno de su pequeña oreja con la punta de la lengua de forma muy lenta y suave para finalizar sorprendiéndola con pequeños mordisquitos.

A su vez, mis manos acariciaban su cuerpo bajo su camiseta. La excitación de ambas iba progresando y a estas alturas era algo que sobraba. Habiéndonos deshecho de ella, recordé que nos habíamos olvidado del postre.

Le quité el sujetador, tumbé a Vanesa sobre el sofá y cogí el helado. Lo esparcí con mis dedos por todo su cuerpo. Por su cuello.... pecho.... y abdomen. La temperatura era tan alta que comenzó a derretirse nada más rozar su piel, por lo que era algo que ella agradecía.

Saboreé cada parte de su cuerpo por donde el helado había dejado huella. En sus pechos mis besos hacían erizar su piel. Suaves y tiernos hasta llegar al pezón. Dediqué unos minutos a pasar mi lengua realizando movimientos circulares y a besarlos de forma lenta para después aumentar la velocidad de unas lamidas que hacían ver que su excitación era muy elevada. Perdía la noción del tiempo cuando me encontraba entre ellos. Me encanta matar a Vanesa de placer. Seguí hasta llegar a succionar y morder mientras mis manos acariciaban sus costados y llegaban a perderse por el interior de su pantalón.

Con movimientos en zig zag, recorrí el resto de su cuerpo, besé su ombligo y su abdomen, hasta que al llegar a su cintura descubrí que el pantalón era una barrera la cual había que derribar. Se lo quité. Sus huesos pélvicos eran algo que me volvía loca.

Infinidad de besos con sabor a helado de nueces, viajaban por sus piernas. Me encantaba hacer sufrir a Vane llenando de éstos la parte interior de sus muslos. Calientes besos iban a parar ahí hasta que desaparecía su ropa interior. Mis manos y mis dientes se encargaron de ello.

Anteriormente mis manos habían comprobado lo caliente y húmeda que ella estaba. Parece que mi elección de postre le estaba gustando. Subí un momento a su boca, estaba echando demasiado de menos sus labios....

Agarré a Vanesa de las caderas, doblé sus rodillas e introduje mi boca en su zona más intima. Deslizaba mi lengua, succionaba y lamía. Algún que otro pequeño mordisquito aparecía por ahí.

Mientras con una mano estimulaba su clítoris con movimientos circulares alrededor de él, con la otra introducía uno y dos dedos en su vagina. Ellos entraban y salían sin prisa.
Cuando decidí introducir mi lengua en él y que fuese ésta la que entraba y salía, ella se retorcía aún más de placer. Según pasaba el tiempo yo aumentaba el movimiento y alternaba mi lengua y mi boca con mis dedos.

Vanesa no podía más. Lo notaba. Estaba siendo un poco cruel con ella ya que cada vez que estaba a punto de llegar al orgasmo, yo intentaba alargarlo más. Hacía tiempo que mi ropa se había perdido por algún lugar del salón y es que sus gemidos y su respiración entrecortada era la mejor música ambiente que podía haber en esa habitación.

Llegó un momento en el que ella decidió cambiar los papeles y tomar el mando de la situación y comenzó un maravilloso baile. Sus piernas encajaban a la perfección con las mías. Manteníamos una perfecta sincronización hasta que nuestros cuerpos no pudieron aguantar más y alcanzaron el máximo placer.

Su cuerpo cayó rendido sobre el mío.

-Te quiero tanto... (Dijo cogiéndome suave mi cara y besándome después).

Se aparto a mi lado, y me abrazó intentando así que nuestra respiración volviese a su ser.

El día no había podido terminar mejor. Cuando nuestros cuerpos se calmaron y nuestras miradas volvieron a cruzarse, sonreímos.

-Buenas noches mi amor.

-(Sus ojos estaban clavados en los míos, y un escalofrío me recorrió todo mi cuerpo) Buenas noches vida.

Volvió a pegarse a mi cuerpo. Me encanta este momento, me gusta dormir abrazada a ella, que ella duerma abrazada a mí y sentir que todo lo demás está de más. Me gustan sus abrazos de piernas, por que los de brazos se pueden dar a cualquiera en cualquier momento y estos... todo lo contrario.

Espero que nunca más se pida vida para poder seguir sin mí. Porque yo sin ella, no. Mi niña mimada...


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Muchísimas gracias por leerme, y en especial a una personita que siempre entra de incógnito y que me ha ayudado a escribir este capitulo final tan "especial", muchas gracias A!

Cuando cuelgue la siguiente historia os avisare por aquí para que os llegue la notificación.

  Y ahora si que si... Esta historia se ha terminado <3

Seguir sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora