La taza de cafe.

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"El dicho dice que si bebes de la taza de alguien más, te enamoraras de él. Y él de ti".

El comedor de la escuela estaba en silencio, solo pequeños murmullos se alcanzaban a oír. Samuel estaba sentado en una mesa para dos personas, y se sentía raro, ya que él siempre se sentaba en la mesa para una sola persona.

Pero hoy era demasiado diferente, hoy tenía una sonrisa plasmada en su rostro, se rasco una mejilla, pensando en que decirle a la persona en frente de él. Sonrió un poco más mostrando sus perfectos dientes blancos, y el gesto fue devuelto.

Guillermo estaba con la cara roja de vergüenza, sentado, enfrente de Samuel. Sentía la mirada de todos los estudiantes presentes encima de él y su acompañante. Samuel fingía no sentir pánico, pues estaba acostumbrado a nunca estar en los ojos de nadie, pero para no exasperar más a Guillermo intentaba aparentar estar bien.

— ¿Entonces eso hiciste en vacaciones? —decidió preguntar Guillermo, rompiendo el silencio. Samuel asentía con su cabeza mientras susurraba "Mmm', Guillermo miro al techo, un poco más penoso, volvió a mirar al chico enfrente de el—. Yo.... Yo nunca he viajado.

La cara de Samuel no expresó lo que Guillermo pensó en un principio. Solo sonrió mientras bebía un poco de su taza de café, la cual había pedido a penas se habían sentado en aquella mesa, que para su vergüenza estaba al centro del gran comedor. Guillermo había pedido un jugo de naranja y unas galletas del mismo sabor. Cuando termino de beberla, puso la taza por inercia hasta el centro de ella, justo al lado del vaso con jugo de naranja de Guillermo. Por lo cual, cuando Guillermo iba a beber de su jugo, sin despegar la vista de los ojos de Samuel, tomo la taza de café por accidente, dándole un sorbo pequeño, pues su lengua se había quemado al contacto con el caliente líquido.

La risa de Samuel hizo que todos lo miraran raro, ya que era la primera vez que lo veían entablar una conversación con alguien que no fuera el mismo. Guillermo infló un poco sus cachetes y tomo su vaso con jugo de naranja, bebiéndolo para calmar el ardor que sentía en su lengua.

— ¡Santo cielo! —Susurro Guillermo, abanicando su rostro—. ¡Quema! ¡Quema!

Samuel río un poco más, contagiando a Guillermo, el cual sonrió causando que sus ojos se achinaran un poco. Los ojos de Samuel brillaron un poco cuando vio a Guillermo sonreír. Realmente había querido tener compañía desde siempre, pero se había metido tanto en los estudios que simplemente eso lo dejo de lado; su madre siempre le decía que al escuela se iba a estudiar. Y él siempre hacia -o por lo menos antes-, lo que su madre le enseño.

Guillermo estaba callado, Samuel lo miraba penetrantemente, casi mirando a través de su alma. Se sentía un poco incómodo y entonces causó un pequeño tosido haciendo que Samuel cayera en la cuenta que no lo había dejado de mirar.

Guillermo sonrió, y Samuel le devolvió el gesto. En ese momento la sonrisa de Samuel le pareció lo más bonito a Guillermo, y entonces pensó que sus labios quedarían perfectamente acoplados a los del contrario. Pero era imposible que Samuel le gustara de un momento a otro. Bebió un poco más de su jugo, sin acabárselo.

No, Samuel le ha gustado desde siempre.

Porque si no, ¿por qué nunca podía despegar su vista de él cuando iban en él autobús, todos los días?

Amor A Primer Bostezo | Wigetta. (Primera version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora