CAPITULO 4

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Mi cuerpo se resistió a dormir más, pasadas las cuatro de la mañana e inmediatamente abrí mis ojos, las náuseas me invadieron.

Después de vaciar mi estómago en el baño, me dirijo hacia la pequeña nevera del aparta-estudio y tomo una botella de agua de las cinco que hay en él. Me la tomo por completo, aliviando un poco mi malestar.

Viendo el reloj, apenas han pasado veinte minutos, así que me dejo caer en el extraño, pero cómodo, colchón y desde allí me la paso dando vueltas en él, pensando en cómo realmente he huido de casa.

Y me repito a mí misma que no es un sueño, aunque parece serlo.

Pensar en aquello me causa ansiedad... y no paro de hacerme preguntas que aún no tienen respuestas.

¿Qué iba a ser de mi vida a partir de este momento? ¿Cuál sería mi plan? ¿Cómo iba a salir adelante con la pequeña vida que crece en mi interior?

Y la que más me altera:

¿Cuánto tardaría mi padre en encontrarme e intentar regresarme con él?

Me voy a volver loca.

He dejado todo atrás. Mi vida, mis estudios, rayos... solo me faltaban unos meses para culminar la secundaria y ahora esa posibilidad se había esfumado pues nunca volveré a ese lugar.

De aquí en adelante tengo que trazar un plan de vida, no es posible que me dedique a vivir toda mi existencia en el rancho, aprovechándome de la amabilidad de la señora Rodríguez. Tengo que encontrar la manera de generar ingresos, que en mi estado será bien difícil, pero de alguna forma debo lograrlo.

Porque el dinero que pude sacar no durará toda la vida, mucho menos con todos los gastos que tendré que acarrear con el embarazo y luego con el nacimiento del bebé.

Iba a ser un reto.

Harta de mis pensamientos y esperando despejarlos, me levanto de la cama cuando observo, por una pequeña ventana del apartado, como el cielo empieza a perder su negrura.

Me meto al baño y allí despejo mi mente debajo del agua helada.

Cuando salgo de la ducha, apenas son las cinco de la mañana y arriesgándome, luego de colocarme unos Jeans, una camiseta y unas delicadas sandalias, me dirijo a la cocina, antes de lo planeado.

Bajo las escaleras y luego emprendo el camino hacia la entrada de la casa donde casi al instante empiezo a escuchar risas y un gran alboroto. Me dejo guiar por los sonidos y termino parada en el umbral de la cocina.

El vapor en ella está por doquier, los calderos humeantes y el olor a comida llenado la estancia, lo que casi me hace volver a vomitar. Pero logro contenerlo a tiempo.

Dos chicas, casi idénticas, se las apañan para preparar una enorme cantidad de comida, mientras Luna, entre risas, las regaña por lo tarde que es. También las acompaña otra muchacha, un poco más baja que ellas.

Pasa poco tiempo para que Luna gire su mirada hacia mí y levantando sus brazos al cielo, hace una pequeña plegaria a Dios que me hace sonreír.

—Buenos días. —saludo, un poco tímida por las tres jóvenes que están aquí y no conozco.

Ellas me miran con evidentes signos de interrogación en la cara, preguntándose quién soy.

—Gracias a Dios que estas aquí, hoy todo ha empezado mal. Amanda no podrá venir hoy a ayudarnos y hay demasiadas cosas por hacer —divaga mientras me hala para que termine de entrar—. Estas son Gisela, Anastasia y Génesis. —señala a las tres chicas que están trabajando diferentes tareas en la cocina.

Por TiWhere stories live. Discover now