CAPITULO 18

8.6K 856 21
                                    

Es precioso... y a la vez tan frágil y pequeño. Pienso, acariciando su pequeña, tierna y delicada mejilla, mientras lo observo mover su pequeña cabecita, a gusto con la caricia.

Es igual de hermoso que su madre...

Adoro a los niños, desde que puedo recordar, y este, en especial, es quien ha estado alegrando mis días luego de llegar del hospital, de visitar a su madre...

Apenas una semana atrás, por fin pudimos traerlo a casa, después de un largo mes en incubadora, debido a su nacimiento prematuro. Después de hacerle todos los estudios pertinentes, su pediatra nos dio la buena noticia y deseamos que así también hubiese sido con Lyane pero, lamentablemente, no fue así.

Han sido días angustiantes, de plena oscuridad, y lo único que nos ha alumbrado es el inocente niño del que ahora cuidamos, en espera de que su madre despierte y se reúna con él.

Su llegada nos ha hecho construir una rutina común, cada quien tomando un momento para brindarle las atenciones necesarias al pequeño vampirito. A veces es mi madre, en ocasiones Ana o Gisela, y otras yo, como ahora.

Todos nos hemos tomado muy en serio su cuidado, y ¿cómo no? si es un amor, sin dejar de lado las responsabilidades del rancho. En el proceso, cada uno de nosotros, se ha encontrado descubierto nuestro lado más tierno, sensible y juguetón.

Porque eso hace él, saca lo mejor de nosotros.

El pequeño no ha sido una carga para ninguno de nosotros, sino, más bien, como una bendición. Un nuevo propósito para todos mientras esperamos con ansias que Lyane despierte.

Salgo de mis pensamientos cuando siento cierta humedad en mi brazo. Lo que se ha vuelto recurrente, en realidad.

— ¿Estás hambriento, pequeñín? —sonrío cuando su cabeza se mueve frenéticamente en busca de su festín— Claro que lo estás...

Me levanto del sofá, voy hacia la cocina en busca de una botellita de leche para calmar el hambriento estomago del pequeño y, ya con ella en las manos, vuelvo al sofá, donde pasamos la mayor parte de la mañana.


[...]


Han pasado unas horas desde que el bebé cayó rendido luego de saciar su hambre y, después de dejarlo en la cuna que mi madre preparó para él, he estado rondando por los alrededores del rancho, asegurándome que todo esté en perfectas condiciones, supervisando que los vaqueros estén haciendo correctamente su trabajo, que los animales estén en buen estado, y chequeando a una de nuestras yeguas estelares, que próximamente estará de parto.

Cada una de estas actividades me distrajo, al menos un poco, de sucumbir ante mis peores pensamientos, porque definitivamente debo mantenerme firme, sin dejar ir la esperanza. No debo pensar en posibles finales tristes e infelices. Ella logrará despertar, tiene un pequeño ser que la necesita. Además de nosotros, que la extrañamos demasiado.

En ocasiones, nos hemos visto todos juntos, mamá, Julián, las gemelas, reunidos en el porche trasero, sumidos en nuestros pensamientos y, de alguna manera, consolándonos en silencio.

Por más que me esfuerzo, no puedo evitar sentirme enfermo al recordar como ese hombre se presentó en el hospital, una semana después de que Lyane fuera ingresada. En un principio estuve confundido con su llegada, y razones tenía, pues ella nunca llegó a hablarme de él, pero la reacción de mi madre y las gemelas me hizo saber que no era una buena persona.

Ellas, enfurecidas con su presencia, dejaron salir ciertos hechos que me dejaron helado y deseando acabar con él ¿cómo había podido, siquiera intentar, hacerle eso a ella? Pienso, aun contrariado con su desfachatez al presentarse allí después de todo lo que le hizo pasar.

Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora