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Capítulo 12: Corazón cambiante

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CAPÍTULO 12

Corazón cambiante

—¡Hola, Britt! —dice mamá al vernos entrar a la casa. La veo con un producto de limpieza y un trapo en su mano, limpiando un mueble. Ella deja su tarea, corre para abrazarme y siento mis mejillas tornarse de un color carmesí.

«Mamá, hay un entrometido bromista viéndonos» pienso con el rubor subiéndose a mi rostro y escucho una risa proveniente de Dellan.

—¡Eres tan distraída, cielo! ¡Tenemos que hablar! ¿Qué te ocurre cariño? Te noto algo... ¿abrumada? Primero te llevan a dirección... varias veces, ¡incluso te castigan! Y ahora te olvidas las llaves en casa. ¿Hay algo que quieras decirme? —Niego abriendo muy grandes mis ojos, queriendo cavar un hueco en la tierra y desaparecer. Mamá me acomoda un mechón de cabello detrás de mi oreja y sus cejas se enarcan con gesto de preocupación, yo simplemente deseo estar en otro lugar... sin observadores—. ¿Un chico en el colegio?

«¡Me prendiste fuego, mamá!».

Dellan carraspea detrás de mí.

—¡Mamá, no es momento de... hablar sobre esto! ¿Vale? Estoy bien. Cualquier adolescente se olvida las llaves de su casa...

—¡Pero...! Oh, cielos, qué maleducada soy —comenta mamá sonriéndole a Dellan—. Hola, Dellan, gracias por traer a mi hija. ¿Vinieron en bus, cierto? Me imagino que no salieron con esa motocicleta que tienes.

¡Ay, no!

—No señora, sí viajamos en mi moto. Pero descuide, le he dado mi casco a su hija. Además, conduzco bien y tengo licencia. No se preocupe, está en buenas manos —sonríe a mi madre y yo quiero propinarle otra patada en su entrepierna. ¡Finge ser bueno y educado... y es un demonio!

A mamá, sin embargo, se le borra la sonrisa y frunce el ceño.

—No es que desconfíe de ti, cariño, pero prefiero que mi hija...

—¡Mamá, tenemos que estudiar! ¡Después lo hablamos!

—Definitivamente, después hablaremos Britt Adeline Slowell —observo a mamá alejarse, brindándome una última mirada de advertencia. Con paso acelerado, sale del gran salón de entrada, dejándonos solos. Dellan ríe un poco por la situación.

Pensé que lo peor de estar en la casa de los Rochester serían las horas que tendría que pasar junto a Dellan, pero me equivoqué: lo peor es una conversación con mamá frente a él.

—Vamos a mi cuarto, iré a buscar comida —comenta y yo le miro frunciendo el ceño. ¿Realmente escuché bien? ¿Dijo «a su cuarto»?

—Yo no pienso encerrarme en tu cuarto, Dellan. ¿Tú y yo en una minúscula habitación por horas, encerrados? No lo creo.

—¿Qué te hace pensar que es minúscula? —cruza sus brazos sobre su pecho con los tirantes de mi mochila cayéndole por el hombro y levanta una comisura de su boca, con aire petulante.

—¡Eres simplemente imposible, Dellan! —espeto mientras me ruborizo por su comentario con doble sentido.

—¡Ay! Britt Chica Opal Birreitete Adeline Slowell, eres una cabecita loca. ¿Acaso piensas que podría tocarte? —pregunta, enfatizando el «podría».

—No. Porque yo no dejaría que me tocases —me defiendo.

Dellan parece perderse por un segundo, como si de pronto estuviera pensando en otra cosa. Entonces también intento prestar atención y descubro que se escuchan unas voces provenir de algún lugar de la casa. A una la reconozco, es la voz de David Rochester, pero la otra no.

El chico del salón de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora