Capítulo 24| Peligro.

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—¿Algún chico nuevo?— pregunta mi padre tomando una tostada del plato—. Tiene que haber alguno detrás de ti. Además, tienes esa sonrisa que tenías con el lameculos antes de que te traicionara.

—¡Papá!— lo regaño aguantando la risa—. Se llama Chad, no "lameculos". Aunque es un imbécil.

—Deja de evitar mi pregunta. ¿Y bien? ¿Quien es el chico?

Agarro mi taza de café y le doy un sorbito. ¡Mierda! Está caliente.

—No hay ningún chico— digo medio raro ya que me quemé la lengua con mi desayuno.

—Dime quien es así le voy a aclarar ciertas cosillas...— dice serio.

Con "ciertas cosillas" se refiere a advertirle durante una hora entera al pobre chico que si me lastima, le aplastaría las pelotas con un martillo y luego las cortaría pedacito a pedacito con una motosierra. Si, muy normal.

—Papá, no vas a amenazarlo a él también.

—¡Ajá!— exclama de la nada haciendo que me asuste. Me señala con el dedo—. ¡Lo has admitido! ¡Hay un chico! ¿Quién es? Dime, dime.

A veces pienso que él es más como mi amigo que mi padre.

—Si no me dices quién es te encerraré en el sótano toda la noche— me advierte. Uy, mi padre da miedo.

Es hora de actuar...

—Papi...— digo con ojitos de cordero degollado—. El sótano no...— me levanto de la silla y voy hacia su regazo para abrazarlo.

—Bien, bien, mi niña. Por hoy, te dejaré en paz.

Mi mente me aplaude y suelta una risilla maliciosa. Mi padre es tan manipulable...

 Ryan aparece en el umbral de la puerta de la cocina y mira la escena. Le guiño un ojo con mi barbilla apoyada en el hombro de mi padre.

—Papito...— él hace un ruidito como para que continúe hablando—. ¿Me darías diez dólares para el almuerzo?— pregunto con voz de niña.

—Oh, no te hagas la pobrecita conmigo. No cago dinero.

Saco mi cabeza de su hombro y pongo mi cara de "mira, soy una niña buena y tierna. Sólo quiero diez dólares para mis muñecas". El suelta un suspiro y saca de su billetera diez dólares.

Soy una manipuladora, lo sé.

.°.°.°.°.°.

Me dirijo felizmente en mi auto al local de comida rápida más cercano a mi casa, que es a unos veinte kilómetros. Ryan me amenazó con contarle a papá que lo manipulo si no le llevaba una hamburguesa, así que ahora debo comprar comida para él también. Idiota Ryan.

Entro al lugar y hago una larga fila por media hora sólo para comprar dos miserables hamburguesas. Una vez que llego a la caja, me atiende un empleado. Debe de tener unos quince años. Y me está mirando las tetas. 

—¿Hola? Mis ojos están aquí arriba, por si no te diste cuenta— me burlo. Él se pone rojo y toma mi pedido sin alzar la vista. 

Estúpido crío hormonal.

Una vez con la comida en mis manos, salgo del restaurante y me meto en mi auto, dejándola sobre el asiento del pasajero. A medio camino, el coche comienza a andar más lento dando tumbos. Le pego un puñetazo al volante.

—¿Y ahora qué quieres?— digo enojada al auto aunque sepa que este no me responderá.

Veo en la pantalla de mi auto que marca que no tiene gasolina. En vez de gastar la plata en comida, tuve que recargar el tanque. Aunque estoy segura de que lo llené hace poco; no sé cómo se gastó tan rápido la gasolina.

Persiguiendo la VerdadWhere stories live. Discover now