Capítulo 37| La peor opción.

1.1K 68 12
                                    

Mi mandíbula toca el suelo al leer el nombre de mi amiga: Talena Aldridge. Talena. Taly.

¿Muerta?

Tiene que haber alguna equivocación, esto es imposible. Tal vez hubo otra chica con ese mismo nombre en el pasado. Sí, eso tiene que ser. Pero algo en mi grita a todo pulmón que no hay nada erróneo; a pesar de todo, ya descubrí que lo que yo creo imposible puede ser posible.

Sacudo mi cabeza y respiro hondo intentando tranquilizarme. No soy capaz de quedarme aquí, de ver qué es lo que dice en la descripción de la lápida. Huyo. Es lo único que se me ocurre hacer en momentos así: siempre huyo. Mientras corro entre los muertos tropiezo con algunas lápidas y raíces sobresalientes del suelo pertenecientes a los árboles del lugar, aunque no les doy importancia; lo único que deseo es salir de aquí.

Diviso la gran puerta a lo lejos y acelero el desesperado paso. Al llegar a mi objetivo, un suspiro de alivio se escapa de mi boca y elevo el brazo para empujar la puerta, pero esta se abre sin que mi mano siquiera llegara a tocar la reja, por lo que miro a mi alrededor buscando una explicación. No la hay.

Inconscientemente, algo en mí quiere evadir este hecho y esa es la causa por la que dejo de pensar en que acabo de abrir una puerta sin tocarla y salgo de forma rápida del cementerio.

Subo la mano a mi pecho buscando mi collar, gesto que se me hace bastante común cuando estoy estresada y confundida, pero no lo encuentro.

— No... No...— susurro atemorizada—. No lo puedo perder...

Recuerdo las palabras de Blake cuando me dijo que el colgante era el que me protegía de los males y me siento aún peor: ahora no sólo perdí algo que llevaba desde que tengo memoria, sino que también estoy indefensa.

Pienso en todos los lugares en los que pudo haberse caído y puedo recordar que la última vez que lo vi fue al entrar en el cementerio, cuando lo había tomado sobre mi pecho sin darme cuenta en el momento.

Giro la cabeza hacia atrás, hacia las miles de almas perdidas. Con los labios apretados y la mandíbula temblando, retrocedo mis pasos nuevamente hacia el cementerio. Esta vez, la puerta no se abre sola y tengo que hacer un poco de fuerza para que esta se abra con un chirrido. El sol está cayendo y la luz cada vez es menor. Necesito una linterna y, como no la puedo conseguir, mejor debo apurarme y buscar rápido el colgante para poder irme a mi casa, donde estoy a salvo.

Camino con precaución entre la niebla, las lápidas y los muertos esperando que mágicamente el collar aparezca frente a mí y deseando no estar en peligro.

Luego de media hora escarbando la tierra del suelo por todos lados, la luz comienza a escasear y me muerdo la lengua del miedo. Si me quedo y sigo buscando el collar, no voy a ver mucho y tendré pocas oportunidades de encontrarlo. Pero si me voy, estaré desprotegida hasta que lo tenga otra vez conmigo, lo cual no va a pasar si no lo busco. Si decido largarme de aquí antes del anochecer y regresar otro día, las posibilidades de encontrarlo son casi nulas. Decido quedarme un rato más y buscarlo y, si no lo encuentro, me voy y vuelvo mañana temprano para seguir con mi tarea.

Me acerco a la lápida de la fiel madre en la que caí y apoyo la mano abierta sobre la tierra, moviéndola de un lado a otro y entrecerrando un poco los ojos del esfuerzo que hago para adaptar mi vista. Mis dedos tocan algo y la esperanza aflora en mi. Rodeo el objeto entre ellos y lo levanto. 

Una puta piedra.

La roca es bella, de colores violetas y blancos que se ven como cuando se mezclan dos colores distintos de pintura. La arrojo a lo lejos, perdiéndola entre el manto irregular de tonos grisáceos y tenebrosos.

Persiguiendo la VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora